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Carta abierta

 

¿Se cuecen habas en muchos lados? Sin dudas. Acabo de leer del escozor que provoca la irrupción de Pablo Iglesias en la escena política española dominada todavía, al parecer por los soldados rasos de Felipe González y de José María Aznar, esos prósperos hombres de negocios que dieron trabajo a los inútiles que rodeaban al ex presidente argentino Fernando De la Rúa (y que no dudo, harán lo propio, quizá con menos euros) con los inútiles que rodean a la actual mandataria criolla, que por peronistas son un poco más despiertos pero que generacionalmente categoría complicada, la de generación representan la misma nulidad, trufada, para más, de ese regusto preconciliar tan a gusto de los generales que hacen las veces de origen mítico. El pijus del señor Las Heras acaso debiera escuchar algo del rumor que unas columnas más abajo se expande desde la soledad que atiende una joven psicóloga clínica, sin cargas de resentimiento y de tareas tan políticas como las de este camarada del ahijado de Francois Mitterrand y Willy Brandt.

 

En la Argentina, con el vicepresidente Amado Boudou librado a su suerte en los Tribunales, vale una aclaración, o dos, o tres, nunca mil, para entender cómo un sujeto de vulgaridad rampante puede ascender tan rápido y rotar de ideología, si entendemos por ideología a un cuadernillo de máximas y no a lo que ciertamente es la ideología. Este señor nació en Mar del Plata, igual que el titular de la oficina de ingresos públicos, Ricardo Echegaray. Ambos, militantes de la Unión de Centro Democrático, el partido del capitán Alvaro Alsogaray. Ambiciosos, se pasaron al peronismo, que en su interior alberga desde carmalitas descalzas hasta militantes de extrema derecha. Estos eran, o son, mejor dicho, de derecha, pero moderada. Y sobre sus testas pesan acusaciones de corrupción graves (al menos, sobre la de Boudou). La trama del presunto negociado por el que se lo acusa no nació de las entrañas recocidas del diario Clarín sino de un escritor expulsado de ese diario, Jorge Asís, autor del Diario de la Argentina. Bien, ayer, el vicepresidente de la Nación fue llamado a declaración indagatoria. Semiplena prueba. A llorar a la cueva de Lourdes.

 

El cacareado acuerdo del gobierno de mi país con el Club de París es un bussiness redondo: oportunidad para endeudarse un poco más, total el noventa por ciento de la deuda la tendrá que pagar el gobierno próximo, sea del signo que sea aunque nadie duda que será alguna variante del asistencialismo peronista preferentemente la que lleve como estandarte al motonauta Daniel Osvaldo Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, un conservador espontáneo casado con una ex modelo bella, rubia, modesta, que cada tres palabras repite pobrecita, cuando se entera que pretende ser imitada por niñas a las que aparentemente les habrían dado mal la medicación. ¿Es el final de una revolución imaginaria? Probablemente. En la Argentina, la única revolución posible es del centro para la derecha. Así terminaron las iras del 2001.

 

Arriesgo: que el PSOE y el PP son los extremos de una misma formación ideológica (una con porros y putos; otra sin porros y putos); que escuchemos a Podemos y también a la soledad sin cura que no tiene arreglo en decisiones administrativas.-

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