Hace unos días recibimos una nueva carta de la señora del fondo, que aún no habíamos publicado. Si en su primera correspondencia relataba la lectura de un libro de María Zambrano en una sala de teatro, en esta ocasión nos habla de otra lectura en una librería de Madrid. Aquí está la carta en cuestión:
ONDA EXPANSIVA
Lectura poética de Aurora Herrero y Julio Provencio
Con motivo del X aniversario de los atentados del 11-M, se han llevado a cabo en Madrid dos lecturas poéticas/dramatizadas del poemario de Pedro Provencio, Onda expansiva (Amargord, 2012). La primera fue hace cuatro días en la Librería Cervantes y Compañía. La segunda fue ayer, 14 -M- 14, en la Librería Muga, de El Pozo.
Esta señora del fondo no pudo asistir a la primera (de la que os dejo la foto anterior), pero ayer montó en el tren de cercanías y arribó a aquella estación tan afectada por los atentados terroristas. En la inmediaciones, cirios prendidos manteniendo vivo el recuerdo. A pocos pasos, “el Muga”, que es como conocen los lugareños la librería. (Y lo sé porque pregunté varias veces por temor a llegar tarde).
La librería tiene unas escaleras que dan a un piso inferior y allí estaban los oradores y un músico, clarinete en mano. Me refiero a Julio Provencio, Aurora Herrero y Salvador Vidal. Y un proyector preparado. ¿Cómo describirte lo que allí sucedió, nico guau?
1.
la onda expansiva tiene un punto neurálgico, las 191 víctimas, cuyos nombres fueron proyectados, uno a uno
2.
arpista, busca en el espacio blanco los huesos de mi cara, es un leitmotiv, que junto a otros de marcado espíritu crítico no dejan indiferente a nadie
3.
la honestidad y la verdad con que fueron dichas cada una de las palabras, cada uno de los silencios, no dejaron resquicio a la escapatoria
4.
la muerte, cuando es casera, te punza, y al punzarte, caes en la cuenta de que la poesía es el medio más oportuno para conmemorar, homenajear, recordar, criticar, reflexionar
5.
es el fuego en los márgenes lo que germina
Terminada la lectura,
volví de camino a la estación de tren,
respiré,
respiré dando gracias al mismo dios sin rostro de hace diez años,
y al hacerlo,
elevé los ojos para comprobar que a la luna le faltaba un trocito para estar llena,
ese trocito, quizá, lo iba mascando entre los dientes,
y después,
mi tren pasó felizmente de largo
y empecé a llorar.
la señora del fondo
Ésta fue la carta. Gracias, señora del fondo, por tener en cuenta a El Gallinero para sus crónicas teatrales (o eventos asimilables).
nico guau
