Los mapas y la noche, los símbolos y los itinerarios son argumentos constantes en la biografía artística de un pintor que escribe, como vuelve a demostrar una vez más en sus lúcidos «Escritos de un sonámbulo», que acaba de publicar en Caballo de Troya y donde dice que «un zumbido omnipresente» le acompaña «a todas horas desde el corazón al cerebro». Así resuelve su lucha de contrarios íntimos, en un equilibrio que se renueva con la misma intensidad misteriosa y oscura del mar de Alcabre, que alimenta sus ojos (y los de Menchu Lamas) cada vez que vuelve a beberse el mar a Vigo. “La pintura es el mapa del caos cartografiado en la materia. La pintura es mapa y territorio, superficie y concepto”, escribe el propio Antón Patiño en uno de los aforismos de su “Mapa ingrávido”