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‘Cassandra o el elogio del fracaso’, mejor hablemos de una buena comedia musical

Cartel de "Cassandra o el elogio del fracaso" de Iñigo Guardamino y María Herrero
Cartel de «Cassandra o el elogio del fracaso» de Iñigo Guardamino y María Herrero

Dentro del I Festival de Ópera de Cámara de la Comunidad de Madrid 2024, Ópera a quemarropa, se anuncia el estreno de Cassandra o el elogio del fracaso en el Teatro Real Carlos III de Aranjuez. Título del que llama la atención el que Iñigo Guardamino sea su libretista junto a María Herrero. Esta, además, ha compuesto la música y ha dirigido la obra.

Después de verla, hay que decir que sí, que hay música, pero lo que predomina es la palabra, el texto dicho. Por lo que clasificarla como ópera de cámara, al menos desde la butaca, es difícil. Una clasificación que puede confundir al espectador.

Y excepto ese problema de clasificación, que si no estuviera en este festival daría lo mismo, todo lo demás hace que esta obra se pueda convertir en un éxito de público. Ya que divierte y hace reír de una forma inteligente usando los mitos griegos. A lo que ayuda el uso que se hace de la música y de cómo se integran canciones populares como Quién maneja mi barca de Remedios Amaya o I’m too sexy de Right Said Fred.

La historia empieza en la escuela de musas. Donde una tiene que hacer su trabajo fin de grado de musa y le toca ir al hades a buscar una misión. La misión será ayudar a la profetisa Cassandra al salvar a la humanitas. Esta prorfetisa troyana, hija de Agamenón, hermana de Paris y Héctor que fue condenada a que nadie se creyese sus profecías por negarse a acostarse con Apolo, el musculitos y posturitas del Olimpo, hijo del dios de dioses Zeus. Ni siquiera que el Caballo de Troya se convertiría en un arma de destrucción masiva para los troyanos.

No estarán solas. Por un lado, les ayudará Patti, la musa que tutoriza a la futura graduada de musa. Por otro Caronte, el barquero, que es quien tiene que llevarlas del Ades y el Inframundo a la otra orilla. En donde estarán los humanos, la humanitas a salvar. En ese viaje tendrán que enfrentarse a peligros, dioses y al cancerbero, el perro de tres cabezas que guarda la salida del hades para que nadie se escape.

Sí, es una especie de quest, o aventura. A los más jóvenes les parecerá un juego de ordenador, a lo que ayudará la música que se escucha. Una aventura que tiene formato de opereta, aunque como es en español, bien podría llamarse zarzuela o género chico. Por eso del uso de la palabra, y la forma en la que muchas de esas palabras se dicen, recogiendo formas populares de hoy en día llevadas al extremo. Como los holi, holi de pijos madrileños como antes se recogía el habla popular y chulesco madrileño. Y se podría llevar un paso más allá clasificándola como comedia musical, por cierto en algunos momentos tan estridentes como estas algo que sería bueno controlar.

Contado así, podría parecer un despropósito. Pero no lo es. La cosa funciona. Es fluida. Se sigue con interés. Uno se ríe. Y, aunque se sepa de la Ilíada menos que cero, entenderá la historia. No obstante, la disfrutará mucho más si se sabe lo de Troya y los griegos, y si conoce a sus protagonistas.

Todo hecho con solo cuatro actores, que saben cantar y tocar instrumentos. Como si fueran una versión hispana de la famosa violinista y cantante Patricia Kopatchinskaja, PatKop en el mundo musical, que se atreve con todo. Que dominan la farsa, su registro. Y que son capaces de hacer distintos personajes marcando la especificad de cada uno.

A lo que se añade un vestuario, lleno de imaginación y de diversión. El traje de la musa que se va a graduar, que parece que en su borde lo sujetan pequeñas mariposas o pájaros, que se mueve con naturalidad en el espacio, es para verlo. Y el modelo apolíneo de Apolo y su transformación en una versión femenina, también.

Acciones que se sitúan en un escenario sencillo, formado por tres islas de vasijas de cristal o campanas invertidas distribuidas por un espacio en negro. Suficientes para crear los distintos lugares en los que sucede la acción gracias al uso inteligente de la iluminación y otros efectos, como el humo en escena.

En conjunto es de esos espectáculos redondos. Bien pensados, primero, y bien ejecutados, después. Que se focalizan en lo que tienen que hacer, sin ínfulas. Y eso que leyendo las referencias del dossier de prensa se le ponen a uno los pelos de punta ¿pero qué necesidad hay de citar a Kant, Nietzsche, Pedro Salinas, Bachelard, Séneca, Cicerón, Bergson u Hölderlin en una obra que se defiende por sí misma por lo que sucede en escena? ¿Qué más dará en quienes se hayan basado las personas que la han creado?

Un espectáculo para todos los públicos de pre-adolescentes hasta tercera edad. Tanto que, si quitan la pequeña referencia a la estatua de cocaína, con la que sueñan encontrarse cuando salgan del Inframundo como lo más de lo más que te puede suceder, y se suavizasen sus referencias a la diversidad sexual, el libreto bien podría comprarlo Disney, y añadir la princesa Cassandra y la aleccionadora historia de sus fracasos a su colección de princesas.

Por cierto, aquellas personas que hayan leído esta crónica y les haya encendido su interés por pasar un buen rato deberían saber que tienen pocas opciones para verla si la gira que se merece no lo remedia. Una será el próximo sábado, 27 de julio, en la Sala de Cámara del Teatro Auditorio de San Lorenzo del Escorial, en Madrid, programada por este mismo festival de ópera de cámara de la Comunidad de Madrid. Y otra un día después, en el Teatro María Luisa , dentro del Festival de Mérida.

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