El éxito supera a los Wonders“(That thing you do!”) antes de que la casta se haya puesto a pensar qué hacer frente a la pérdida de confianza del pueblo. Esta es la historia de ‘El Desencanto’ de los Panero, pero mucho más corta destruyéndose en la dialéctica en vez de en la poética. No son poetas sino animadores como el Xavier de ‘La caída de Orfeo’ de Tennessee Williams. Monedero con una cazadora de piel de serpiente. Esto es un senado romano de Playmobil, una República romana de juguete. Un juego de Feber. Ahora que se recuerda esto, se piensa en Errejón anunciándolo en la tele con el tablero sobre la alfombra y rodeado de sus amiguitos: ¡Podemos!, bajo una graciosa sintonía, y con ello la inquietud de la casta controlada, como la prima de riesgo. De lo que va a servir todo este guirigay es para enriquecer el vocabulario: casta, escrache…. La ilusión diluida, borrada como aquella foto de pasaporte de ‘Los Gritos del Silencio’. Casta es nombre de bruja malvada de cuento, una Maléfica o la reina Bavmorda de ‘Willow’ que se ríe ante la insignificancia del aspirante a hechicero. El disenso ha venido mucho antes porque en este partido tan democrático, con líderes de referéndum, todo sucede deprisa. A este paso mañana anuncian su disolución y todo habrá sido un sueño, a pesar de cómo (o puede que porque) les jalea la izquierda periodística, como managers ambiciosos que explotan a los niños prodigio. Cintora, de Cuatro, por ejemplo, es el editor inverso de Raymond Carver, el Gordon Lish que en lugar de pulir los textos los embastece mientras los autores, como juguetes rotos, consienten. No hay nada nuevo que hacer en política. No se puede confiar en nadie. El bipartidismo sigue vivo a pesar del PSOE, que se empeña en traicionarse. Ya se dijo aquí que a Susana Díaz tendrían que sacarla con fórceps de Andalucía, pero ni por esas. Los socialistas se rebullen y los bolivarianos se escrachean. That thing you do! es el sencillo: la casta, los bancos, los ricos… “breaking my heart into a million pieces, like you always do…”; y Pablo Iglesias el líder que recibía la beca de un Príncipe amable y sonriente, ante la atenta mirada de Blesa (“Well I’m trying trying to forget you girl, but it’s just so hard to do…”), con la expresión absurda del complejo.