(Antonio Muñoz Molina. Premio Príncipe de Asturias 2013)
Peter Singer, gran filósofo reconocido a nivel mundial, nos dice que “persona” es un ser con autocontrol, sentido del futuro y del pasado, preocupación hacía los demás, que poseen comunicación, racionalidad, curiosidad, engaño, imitación. La Real Academia Española, define “persona” como un ser racional y consciente de sí mismo, poseedor de identidad propia. Un ser social dotado de sensibilidad, junto con inteligencia y voluntad. El filósofo John Locte define persona como un ser inteligente que piensa, que puede razonar y reflexionar y que puede considerarse así mismo, la misma cosa que piensa en distintos momentos y lugares.
Pues bien, todas estas definiciones de lo que significa ser persona, las cumplen los grandes simios y los cetáceos e incluso diría muchos otros seres vivos. Por ello, sin que nos tiemble la razón y la verdad, podemos afirmar de forma categórica que los chimpancés, gorilas, orangutanes, bonobos, humanos y todos los cetáceos somos PERSONAS. Ellos, al no ser humanos según el concepto biológico, les podremos considerar “PERSONAS NO HUMANAS”. Término que esta completamente reconocido de forma científica.
Por todo ello, nuestro compromiso moral es reconocer sus derechos básicos. Los científicos han hablado y ahora le toca a la sociedad asimilar este nuevo avance que enriquece la dignidad humana y a los políticos legislar. Esta es la gran lucha que mantiene el Proyecto Gran Simio.
La Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) de la que son miembros cientos de científicos de muchas especialidades, siendo la Asociación Científica mas grande del mundo, declaró en 2013 en Vancouver dentro de su reunión anual, que los grandes simios y los cetáceos deben ser considerados personas no humanas, por lo que es repugnante refiriéndose a los cetáceos, “tenerlos en delfinarios, ya que sufren física y psicológicamente, siendo inmoral que estén cautivos y al igual que los grandes simios, necesitando tener protección, respetando su derecho a la vida y a la libertad”.
Ya desde el 2009, dentro del Proyecto Gran Simio en España, se abrió una sección denominada “Proyecto Cetáceo Libre”, que venia pidiendo los tres derechos fundamentales iguales que a los grandes simios : la vida, la libertad y no ser torturados ni física o psicológicamente.
Las leyes del Reino Unido provocaron que los delfinarios desaparecieran hace dos décadas. En 2015, Finlandia cerró el único que tenía y Polonia frenó la construcción del que hubiera sido el primero. Italia cerró uno de sus cuatro delfinarios tras aprobar una reglamentación más específica. También Alemania, que solo tiene dos, tras la presión popular. Y otros tres países más de la UE han prohibido la exhibición comercial de delfines, algo que sucede de facto en Noruega e Islandia. Suiza los prohibió en 2012 después de que dos delfines murieran de sobredosis en una rave que incluía a los cetáceos en la sala de fiestas. Más allá de Europa, Uruguay, buena parte de Australia y algunos estados de EE UU han vetado los delfinarios
Las capacidades cognitivas de los cetáceos están muy desarrolladas, a pesar de su dificultad de observación en libertad, ya que recorren miles de millas diarias y se desconoce prácticamente todo sobre ellos. No obstante, en los estudios realizados, se ha comprobado que son animales culturales, tienen diferentes tipos de comportamiento cada grupo y tienen una gran capacidad de aprendizaje y de enseñanza a sus congéneres, se reconocen en el espejo y lo utilizan para ver su cuerpo, aprenden un lenguaje rudimentario de signos, poseen personalidad propia, las poblaciones se diferencian por tener una especie de sonidos diferentes cada una de ellas, fuerte sentido de si mismo y planifican el futuro. En cautiverio resuelven problemas difíciles, mientras que en libertad cooperan juntos con estructuras sociales muy complejas, teniendo alto nivel emocional. Sus cerebros son grandes y poseen la facultad de comunicación extrasensorial rozando la telepatía. Poseen las neuronas fusiformes como en los grandes simios y en los humanos que desarrollan la empatía e inteligencia emocional. Tienen auto conciencia y entienden conceptos abstractos. Ayudan a sus enfermos y también utilizan herramientas. Es decir, los cetáceos, tienen culturas similares a la humana.
Horst Hameister, Doctor de Genética de la Universidad de Ulm (Alemania), ha afirmado que los cetáceos poseen 13 de los 22 cromosomas iguales a los humanos, teniendo más en común con los delfines de lo que se pensaba. Otros estudios aseguran que es probable que los delfines posean una inteligencia que va más allá de nuestra capacidad de medición y es posible que sea mayor y muy diferente a la nuestra. Partrict Hof y Estel Van der Gucht del Departamento de Neurociencia de Nueva York, afirman que la Jubarta (comúnmente llamada la ballena jorobada), comparte célula cerebral fundamental con los seres humanos, grandes simios y cetáceos. Esta célula se llama “Spindle” y es la encargada de procesos cognitivos como aprender, recordar, reconocer, sofisticada habilidad comunicativa, formar alianza, cooperar, etc. En los grandes simios esta célula ya estaba presente desde hace 15 millones de años, cuando aún las ramas actuales de grandes simios incluido el hombre no se habían dividido. Sin embargo, esta misma célula que controla las capacidades anteriormente señaladas, ya las poseían los cetáceos desde hace 30 millones de años.
Como vemos, son todos conceptos de los que creíamos que solo el hombre lo poseía. Debemos bajarnos del pedestal y no tener miedo a enfrentarnos a una realidad que queremos negar de forma continuada y que los informes científicos avalan: ellos poseen cualidades y capacidades iguales a las nuestras por lo que debemos desarrollar de inmediato leyes que los protejan.
Científicos como Lori Marino de la Universidad de Emory en Atlanta, Diana Reiss profesora de psicología en el Hunter Collage de la City University de Nueva York y Thomas White, profesor de Ética en la Loyola Marymount University (Los Angeles), han pedido a la comunidad que los delfines deberían ser tratados como “personas no humanas”, debido a su gran inteligencia, pudiendo alcanzar como los grandes simios, el nivel de un niño de tres años.
Marino y Reiss concluyen que debido a la inteligencia de los delfines, es repugnante el tenerlos en delfinarios y maltratarlos “Sufren física y psicológicamente al confinarlos en parques marinos. Poseen un lenguaje complejo, urden redes sociales y pueden desvincular la sexualidad de la reproducción, incluyendo prácticas homosexuales”.