Si yo les dijera que conozco un sitio llamado Chez Lulu… sí, ya tendría unos cuantos amigos haciendo cola para embarcar y sacándole brillo al glande. Lamentablemente, la tal Lulu no es ninguna ama que te reciba con medias de rejillas y un agujero en el delantal a la altura del coño mientras sujeta une “Tarte au citrón meringuée”, sino que se trata de otra libanesa cuarentona más creyéndose que su Liban de los cojones es el eslabón perdido entre la civilización y la república francesa.
Chez Lulu es un salón de belleza para niñas, niñas muy pequeñas, y lo suficientemente gilipollas para andar por ahí berreando que quieren hacerse la “mani-pedi”. ¿Qué?, ¿Qué no saben lo que es la mani-pedi…? No me sean gañanes…
Lugares bautizados como Chez Lulu o SPA-TACULAR, capten el agudo sentido del humor libanés, marean cual insecticida con sus tonos rosas, ofreciendo todo lo que una niña puede desear en la vida menos un cerebro: maquillaje, tratamientos faciales, peluquería, masajes, manicura y pedicura; organizan hasta fiestas de cumpleaños en las que, en el colmo de la orgía, se regala a las participantes una mascarilla facial de chocolate mientras se meten sus primeros chutes de crema antiarrugas sin que sus mamás lo sepan.
Dice Lulu, una auténtica visionaria, que las niñas vienen porque adoran verse bien, sentirse mimadas y vestirse por un día como las princesas de los cuentos de hadas. Y yo me pregunto: ¿Cuándo va alguien a explicarles a estas criaturas que el suyo es un país de moros que no le importa a nadie, un país que solo se pone de acuerdo para parar una guerra civil de 15 años e irse los domingos a la playa?, ¿Cuándo les van a contar que el príncipe que debería rescatarlas jamás podría montarse en un alado caballo blanco porque es un gordo saudí de más de 150 kilos?.
Las feministas, que haberlas haylas, ponen el grito en el cielo y la rematan diciendo que esto afecta negativamente a la sociedad porque las mujeres terminan sintiéndose feas si no consiguen lucir una perfecta manicura francesa. Superfeas. Y este Líbano destrozado por sus luchas intestinas no puede permitirse más desequilibrados mentales con estrés postraumático por unas uñas.
Yo, que quieren que les diga… En un país en el que resultar bonita se considera una especie de deber nacional empiezo a simpatizar con esa Britney Spears, rapada, celulítica y desquiciada, emprendiéndola a paraguazo limpio con todo el que pretenda razonar.