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China y Singapur: desarrollo sin democracia

 

 

Entre el Deber ser y el Ser. Timothy Garton Ash nos plantea una reflexión sobre un asunto relevante: China, una dictadura, presenta una mejor evolución en muchos aspectos –principalmente macroeconómicos, pero también sociales- que India: “¿Por qué la mayor democracia del mundo está, en apariencia, peor que la mayor dictadura? Conviene aferrarse al término “en apariencia”, porque los indicadores comparativos entre el rendimiento actual de India y el de China ofrecen escaso consuelo. Pero a cualquier defensor de la libertad debe interesarle que este país libre vaya mejor”.

 

El título elegido para el artículo en su versión española, ‘La libertad debe superar a la tiranía’, publicado en El País, es mucho más ambiguamente optimista que el título en la versión inglesa, ‘Come on, India! Show us that freedom can outdo tyranny’, publicado en The Guardian. Por desgracia, la libertad no debe –necesariamente- superar económica ni socialmente a la tiranía. Sería deseable. Debería. Pero los deseos no siempre se convierten en imperativos de deber ser.  La palabra democracia -y su concepto- es más una polivalente navaja multiusos que un especializado bisturí de cirujano de un solo uso y para una única finalidad. Que en ausencia de democracia se pueda producir un considerable desarrollo no deja de resultar perturbador. Aunque tal vez resulte más perturbador que en los países en los que sí existe democracia ésta sea, desde algunos años, decrecientemente imperfecta. Sobre todo en lo relativo al modelo económico y a la gestión del mismo.

 

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Previsiones de futuro. Singapur es otro país que ha construido su prosperidad sin asumir la democracia como uno de los pilares del estado.

 

Hace unos meses, David Jiménez, corresponsal del diario El Mundo en Asia, publicó un reportaje en el que perfilaba un retrato de Singapur. Algunas pinceladas: “Para los que creemos que la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno, Singapur plantea un problema. He aquí una nación gobernada por un solo partido desde su fundación en 1963, con una prensa dócil y un autoritario liderazgo dinástico. Y que, sin embargo, ha pasado de insignificante aldea de pescadores a superar a las democracias occidentales en casi todos los índices de desarrollo.

 

“Los estudiantes de Singapur están en el top cinco del informe PISA en educación, su Gobierno es el quinto menos corrupto, el crimen es puramente anecdótico y sus ciudadanos disfrutan de una renta per cápita de 46.000 euros anuales, muy por encima de España e incluso EEUU. Y aún hay más: la pequeña isla Estado ha conseguido todo eso en apenas unas décadas, sin tener recursos naturales”

 

El partido único que gobierna el país desde hace décadas no ha tenido excesiva oposición interna debido en parte al desarrollo económico y social que ha logrado ofrecer a sus ciudadanos. Sin embargo, según recoge un artículo publicado hace pocas fechas en The Diplomat, muchos ciudadanos del pequeño estado están comenzando a preguntarse si el futuro será tan prometedor, por mucho que el crecimiento macroeconómico del país continúe siendo positivo: una baja tasa de natalidad, se registra una escasez de viviendas –el territorio edificable del país es escaso-, la inflación ha subido, la distancia entre ricos y pobres aumenta…El último motivo de preocupación de los ciudadanos ha sido la presentación de un plan gubernamental de futuro –con previsiones hasta el 2030- que prevé el uso de mano de obra inmigrante a bajo coste. Una de los temores de la población es si esta estrategia contagiará todo el sistema haciendo descender su nivel de vida. En las manifestaciones registradas hasta la fecha se han visto ya eslóganes xenófobos, una de las respuestas que suele ofrecer el miedo social ante la incertidumbre.

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