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Mientras tantoCiberactivismo: un libro con datos & casos

Ciberactivismo: un libro con datos & casos


 

Para saber quienes somos, tenemos que comprender cómo estamos conectados, James Fowler

 

El caso de David Reboredo y Change.org


El escritor vasco Willy Uribe lleva más de 20 días en huelga de hambre y no la abandonará hasta que no le otorguen el indulto a David Reboredo, que fue detenido con dos papelinas de drogas de heroína en el año 2006 y 2009, y que ahora es encarcelado cuando, según confirma su familia, se encuentra rehabilitado desde hace 3 años. El padre, Edmundo Reboredo, utiliza la plataforma digital Change.org, utilizada para recabar firmas y pronto alcanzará la cifra de 90.000. La difusión de esta petición se ha realizado fundamentalmente mediante el uso y la distribución viral de redes sociales como Facebook o Twitter. El primer párrafo de la petición comienza así:

 

Mi hijo acaba de entrar en la cárcel. Dos papelinas tienen la culpa. Ahora que David ha conseguido vencer a la droga, una sentencia que llega tarde le acaba de obligar a entrar en la cárcel de A Lama, en Pontevedra. El Gobierno ha indultado a cuatro Mossos d’Esquadra condenados por tortura en Barcelona. ¿Es eso justicia? Ayúdame a que mi hijo sea indultado por el Gobierno.

 

Change.org es una de las muchas plataformas que se difunden en internet para fomentar el ciberactivismo como sucede con Moveon.org y Resignation.com, ésta última web promovía la movilización ciudadana a favor de la dimisión del presidente Clinton, como puede leerse en el libro que nos ocupa.


 

 

Ciberactivismo

 

Ahora bien, ¿qué es esto del ciberactivismo? Un libro que profundiza rigurosamente en este aspecto es la obra de Ciberactivismo. Las nuevas revoluciones de las multitudes conectadas, presentado el pasado mes de noviembre en Madrid por sus autores el periodista y especialista en Internet, Mario Tascón, y por la periodista e investigadora, Yolanda Quintana, acompañados (en la presentación) por David de Ugarte, fundador de ciberpunk.org y autor de El poder de las redes, y Carlos Almeida, abogado especialista de los derechos civiles en Internet. El libro de Ciberactivismo, editado por Catarata, consta de 6 capítulos, tiene 285 páginas y su fácil lectura permite que sea leído en muy poquitos días. Esta obra, plagada de citas como ésta de Mercè Molist: ‘Cuando estás en Internet, terminas por captar el espíritu, la forma de actuar y vivir en Red’, concatena la investigación con datos estadísticos y casos reales como la Spanish Revolution de la primavera del año 2011, además de añadir alguna que otra cronología interesante.

 

Este libro proporciona datos recientes acerca del uso de Internet, de los nuevos hábitos de lecturas de noticias online y de algunos efectos provocados por el intensivo consumo de las redes sociales realizado por algunos usuarios. Aunque, recientemente, eldiario.es hacía público que Twitter no nos representa donde se ponía de manifiesto que Twitter no sirve para medir el pulso de la Opinión Pública en España, Ciberactivismo viene a confirmarnos que la televisión sigue siendo el principal canal de consumo de información con un 52% (según datos de ComScore en una encuesta realizada a la población norteamericana), sin embargo, también un 48% lee en el ordenador, un 22% en el móvil, un 21% en las tabletas y un 28% opta por los periódicos impresos. 

 

Según un informe del ONTSI sobre ‘Contenidos digitales’, más de la mitad de los españoles (un 55,7%) lee noticias o periódicos digitales por Internet, siendo el hábito online (en cuanto a consumo de contenidos) más extendido. De los usuarios de redes sociales (más del 40% de la población en España) también la lectura de noticias es el contenido demandado por un mayor porcentaje (84%) y es la tercera actividad más frecuente en estos entornos, tras ‘contactar con amigos’ y ‘enviar mensajes privados’. Los autores (página 81) especifican que existen 3 tendencias clave respecto a los ‘nuevos consumos’:

 

 Los medios no se consumen de manera aislada, sino que se produce un consumo acumulativo.

 

 El consumo es cada vez más social: la principal actividad en el uso de Internet es la de los medios sociales (con un 82% del total de internautas, superando al correo electrónico, 73%).

 

 A los contenidos se accede a través de múltiples dispositivos, variando la intensidad del uso de cada uno de ellos a lo largo del día y de la semana, y crece el consumo en movilidad: en España, más de la mitad de los internautas utilizan diariamente los dispositivos móviles para acceder a Internet. Y, de esos, el 25% lo hace desde aplicaciones.

 

¿Ciberactivistas o revolucionarios?

Parece claro que no existiría el ciberactivismo si antes no se contara con la participación de ciberactivistas que hicieran posible estos movimientos digitales en Internet. En el capítulo 4, por ejemplo, los autores recogen una reflexión De Ugarte en su obra El Poder de las Redes: Un ciberactivista es ‘alguien que utiliza Internet para difundir su discurso y poner a disposición pública herramientas que devuelvan a las personas el poder y la visibilidad que hoy monopolizan las instituciones. La potencia de las redes distribuidas sólo pueden aprovecharlas plenamente quienes creen en un mundo de poder distribuido en el que los nodos van sincronizando mensajes hasta acabar propiciando un cambio en la agenda pública y, en el límite, la movilización en la calle, los ciberturbas’.

 

No obstante, en este mismo capítulo se resalta que las herramientas de Internet están ‘algo sobrevaloradas por los integrados’ (siguiendo la terminología de Umberto Eco referida a la población que mejor integra los medios de comunicación a su vida cotidiana), que piensan que la democratización de herramientas consigue que el pueblo pueda modificar la propia democracia. Mientras, que por otro lado, se señala que los apocalípticos (aquellos que desconfían de los medios de comunicación nacientes), levantan defensas al no ser capaces de determinar la fuerza del ‘enemigo’ ni su capacidad real de provocar un cambio.

 

¿Cómo interpretar entonces las revoluciones sucedidas en el mundo árabe o los fenómenos como la Spanish Revolution (movimiento 15M) o el Occupy en Estados Unidos? En Ciberactivismo se busca un punto de encuentro en este sentido, de un lado, no conviene maximizar la importancia de las redes sociales, como tampoco perderlas de vista. Así, por ejemplo, se puede leer (página 237):

 

No son revueltas provocadas por Twitter o por Facebook, como una despistada prensa occidental de papel sostiene, eso está claro, pero tampoco los movimientos sociales de defensa de derechos habían tenido armas tan poderosas para difundir sus mensajes y transmitir sus ideas como con las redes sociales. Redes que sirven para agitar y difundir ideas, pero que no necesariamente consiguen la movilización en la calle, aunque en los últimos tiempos hemos visto bastante ejemplos en los que ambas formas van de la mano. 

 

¿Cómo observar las redes sociales como Twitter y Facebook entonces? 

 

Ciberactivismo nos ofrece una respuesta plausible (página 266): ‘Las redes hay que verlas como una acumulación de capital social y de confianza’, es decir, que han de establecerse vínculos de lealtad y de confianza porque ‘el completo funcionamiento de una red depende de cómo de bien y en qué modo sus miembros se conocen personalmente y están conectados entre ellos’.

 

Para los lectores que deseen más información FYI (acrónimo que viene a decir For Your Information): compren y lean el libro. Son 20 euros.

 

 


 


 

 


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