Esa promesa se ha verificado en el llamado “renacimiento psicodélico”, que se manifiesta, por ejemplo, en el impacto mediático de los ensayos clínicos con MDMA por la Asociación Multidisciplinar de Estudios Psiquedélicos (MAPS por sus siglas en inglés) o la Universidad Johns Hopkins con la psilocibina. La globalización acelerada e internet facilitaron también la popularización de los ritos de la ayahuasca en la cultura urbana occidental, así como la proliferación de religiones, movimientos neochamánicos y técnicas de sanación que incorporan sustancias de diverso tipo, sean plantas o sintéticos. Este renacimiento pedía a gritos una revisión y actualización de Spanish Trip, cuya segunda edición está ya disponible en red para los suscriptores de la revista Ulises.
Como anuncia su título, Spanish trip consiste en un recorrido por la historia de las sustancias psiquedélicas en España. Partiendo de los primeros reportes periodísticos sobre el peyote mexicano, el libro saca a la luz historias fascinantes como la del doctor Antonio Pagador, antiprohibicionista y precursor de la legalización en España y México, y el elevado precio que pagó por sus actividades. Usó detalla los primeros experimentos clínicos con psiquedélicos en los años 50 y 60, y el curioso y radical cambio de criterio de la profesión médica en las décadas que siguieron.
Continúa con una minuciosa, documentada y entretenida narración del desarrollo de movimientos contraculturales en los 60 y 70, particularmente en Barcelona, Ibiza y Formentera. No podía faltar tampoco la reacción represiva de las instituciones de la dictadura franquista. Además de incluir detalles pintorescos, como el pormenorizado e inusual conocimiento en la materia del que hacía gala un fiscal en las Islas Baleares, Usó aporta extensas pruebas documentales de que las instituciones reconocieron en estas drogas y la cultura a su alrededor un peligro social y espiritual. La institución médica concurrió con este discurso, raramente presentando la situación como un verdadero problema de salud pública.
La prensa escrita sí recurrió a este modelo sensacionalista, como prueba el recorrido por las representaciones escandalizadas y moralistas de los medios de la época, donde no faltan pintorescas muestras de un profundo conflicto entre la condena moral y voyeurismo excitado que suele aquejar a los espíritus censores. Consigna, asimismo, algunos desencuentros con la izquierda más tradicional en el contexto de la resistencia antifranquista. También da cuenta de la decadencia de la psiquedelia en el marco de la nueva normalidad institucional del cambio de régimen y a la sombra de la epidemia del caballo en los 80. Hacia el final se ocupa del ya mencionado “renacimiento” de la cultura psiquedélica o enteogénica en territorio español, un tema que tal vez merezca pronto un volumen propio.
Usó no olvida referenciar la evolución de la cultura psiquedélica en el extranjero, cuando es relevante y especialmente cuando se trata de consignar su presencia e impacto en España. Así, Spanish trip ofrece un fascinante capítulo sobre la correspondencia entre Gordon Wasson y Robert Graves, y se detiene en la visita de Tim Leary a Barcelona en 1990. El libro también se hace eco de la presencia de españoles en la cultura psiquedélica internacional, que incluyó singulares artistas como Ramón Sénder Barayón en San Francisco y Tete Matutano en Goa.
Usó aprovecha esta segunda edición para revisar y aumentar la ya nutrida bibliografía y documentación del volumen inicial. Acaso la virtud mayor de Spanish trip es su rigor documental, un afán de consignar todo con minucioso detalle. El aparato bibliográfico contiene un exhaustivo recorrido por cada artículo periodístico en publicaciones generalistas, cada intervención médica de relieve, figuras artísticas o eventos de renombre y, cómo no, acciones represivas desde ámbitos de gobierno, policiales o institucionales. Por eso este libro es un punto de partida imprescindible para cualquier investigación sobre el fenómeno psiquedélico en España. De considerable valor ilustrativo también es el material gráfico insertado entre capítulos, que merecería por sí solo una exposición comentada.
A veces se advierte una tensión entre el deseo documentalista de abarcar el fenómeno en toda su amplitud y la necesidad de detenerse en el análisis de algunas fuentes o episodios particulares. Fiel a su profesión de historiador, Usó suele decantarse por lo primero, y es probable que en alguna ocasión el lector eche de menos una discusión más pormenorizada de algún episodio concreto. Sin embargo, su conocimiento enciclopédico es manifiesto en numerosas exposiciones más detalladas de casos particulares en varios de sus artículos para Ulises y otras publicaciones.
Aunque el autor hace gala de un afán de objetividad y una prudente distancia analítica, algunas de las partes más amenas de Spanish trip ocurren cuando se echa al ruedo y ofrece su propio comentario, a veces solo con un inspirado párrafo. Así, por ejemplo, con el giro de 180 grados de pioneros en la investigación clínica de los psiquedélicos como el célebre Juan José López Ibor o Ramón Sarró, la doble moral en los reportajes de Blanco y Negro o Interviú, su interpretación sobre la significación del “viaje a Oriente” entre la juventud española y, cómo no, en la discusión terminológica sobre la distinción entre “psiquedélico” y su variación hispánica “psicodélico”[1].
En suma, Spanish trip representa un valioso “quién es quién” en la historia de la cultura psiquedélica en España, consignando en una narración amena una panoplia de personalidades, artistas, publicaciones, espacios, sucesos y, por supuesto, dando cuenta de la respuesta institucional y mediática que, con frecuencia, optó por la represión, el escándalo y el sensacionalismo. De lectura imprescindible para cualquier iniciado en la psiquedelia que tenga además algo de curiosidad histórica sobre el fenómeno, o como punto de partida antes de embarcarse en el estudio de un tema o período más concretos.
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[1] Usó se decanta por “psiquedélico” por ser más próximo a la raíz griega psyché (alma) y englobar la dimensión espiritual de esta experiencia, mientras que evita “psico-” pues entiende que adquiere connotaciones patológicas por asociación con otras palabras con el mismo prefijo.