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Cinco claves sobre el referéndum de Escocia

 

Artículo escrito por Guillermo Gómez de Salazar

 

Finalmente los escoceses han optado por permanecer dentro del Reino Unido. Los primeros datos y sondeos invitaban a pensar que finalmente Escocia no se decantaría por la secesión; las casas de apuestas cotizaban el no a un precio bajísimo y la libra no paraba de subir. No obstante, dentro del proceso hay cinco importantes claves sobre esta consulta que han marcado la diferencia. Sobre todo, para entender las implicaciones que un referéndum puede tener en un territorio de 5,3 millones de habitantes y para el resto de la Unión Europea.

 

 

1. Aunque no hayan ganado los independentistas, Escocia será más autónoma

 

Los líderes británicos han accedido a que los países constituyentes del Reino Unido cuenten con una mayor autonomía en materia territorial y fiscal. Ahora mismo una comunidad autónoma española cuenta con mayor autogobierno que Gales o Escocia. Esta última, por ejemplo, no disfrutó de parlamento propio hasta el año 1999, y en España, las 17 comunidades autónomas poseen su propia cámara de representantes.

 

 

2. Sociedad escocesa altamente polarizada

 

El resultado de la votación no podía haber sido más ajustado, 55,3/44,7. A priori puede parecer un resultado abrumador, pero cuando lo comparamos con cifras, cambia totalmente de significado. Estamos hablando de que dos millones de escoceses votaron no y que 1.617.000 votaron sí. La diferencia es de apenas 400.000 personas. Si alguien ha pensado que después de la votación las aguas del Loch Ness van a permanecer tranquilas, no podría estar más equivocado. La batalla de los independentistas continuará, el ejemplo de Quebec es quizá el más manido, pero el más significativo: tres referéndums, tres noes. Y se encomiendan a un cuarto más.

 

 

3. Ha pesado más la razón que el corazón

 

Las regiones más humildes de Escocia, como por ejemplo, Glasgow, Dunbartonshire y Dundee, han apoyado ampliamente al sí. Por el contrario, en Edimburgo, las Highlands y las islas, la balanza se ha decantado por el no. ¿Por qué? Muchos agricultores escoceses dependen de los fondos de cohesión de la Unión Europea. El whisky, sin ir más lejos, tiene DOP gracias a la Unión Europea. Una independencia hubiese significado perder ambas cosas. Por no hablar de las consecuencias monetarias, de la libre circulación de personas y mercancías, y sobre todo, la travesía en el desierto que puede implicar durante los primeros años una independencia política, por muy consensuada que sea.

 

 

4. Europa respira tranquila


La mayoría de líderes europeos han vivido con cierta tensión el desafío independentista escocés. No les falta razón; una independencia en Escocia habría sido como echar gasolina al fuego que arde en Flandes, que desde hace años busca la forma de separarse de la Valonia belga, para la Padania, un invento de la Lega Nord para justificar que el sur de Italia vive del norte productivo –según declaraciones textuales de su líder Umberto Bossi–, Bretaña en Francia, País Vasco, Cataluña y Galicia en nuestro país, Baviera en Alemania, etcétera. Una independencia escocesa, sin duda, habría sido la gota que hubiese colmado el vaso de las aspiraciones nacionalistas europeas.

 

 

 

5. Ejemplaridad del proceso

 

No cabe duda que los políticos británicos han desarrollado el proceso secesionista con un enorme respeto a la legalidad. En todo momento, la consulta estuvo consensuada con Londres, y el propio Salmond ha anunciado su dimisión tras la derrota. No ha habido incidentes graves destacables, salvo alguna pintada, ni grandes manifestaciones. La ciudadanía se volcó a votar en masa por algo que podría haber marcado no solo el futuro de su nación, sino la de otras decenas de naciones europeas con semejante destino político.

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