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Cine documental, más que una alternativa

Fotograma de la película documental Senderos olvidados, de Ruya Arzul  /></p> <div style=Fotograma de la película Senderos olvidados, de Ruya Arzul

 

 

La televisión se ha convertido en la reina indiscutible, incontestable e inexpugnable de toda la información que se fragua y cocina en el mundo; en el espejo de todas las realidades; en el portavoz de todos los espacios escondidos y de todas las gentes invisibles; en la única caja de secretos guardados, sorpresas desconocidas, espantos y maravillas. Qué mano oscura bendijo sus ondas omnipresentes, qué agua bendita regó y santificó su ojo escrutador de la realidad y del espectador.

 

«En el pueblito de Pecno, a 50 km de una metrópolis croata, la vida se detuvo hace muchas décadas. En él viven los últimos 20 habitantes de una naturaleza inmutable que resiste la domesticación. Rostros que ya no cuentan las múltiples arrugas respiran al sonido de cada golpe de azada en la tierra; unas manos callosas dobladas por la artrosis hilan un telar duro como el aire gélido que entra por la ventana. La naturaleza es la única dueña del silencio, al son del hacha descargada en maderas centenarias por una mujer sin edad». (Los Olvidados, película documental de Damir Cucic. 2002)

 

Enviemos a nuestros reporteros especiales, que traerán a sus pantallas mundos olvidados. Podemos ofrecerlo, podemos pagarlo. Somos la televisión. ¿Qué sería del mundo de los olvidados sin la voz y la imagen que les ofrecemos? Sabemos qué sería de ellos: seguirían existiendo, seguirían siendo tierra y semilla de otras miradas y manos que reclaman su presencia y su participación. Hay otros mundos, están en este, y la televisión no es su creadora. ¡Ni siquiera su descubridora! China existía antes de que Marco Polo llegara a ella. Los pueblos indígenas amerindios existían antes de que los descubrieran.

Ah, el dinero, poderoso caballero… Nosotros, la caja que todo lo contiene, te enviamos de viaje. Nosotros te publicamos la noticia, fílmala con tu teléfono, llámanos desde donde estés y te damos la exclusiva, te lo programamos, te mencionamos, te pagamos, te… Nosotros, la televisión. ¡Eh! Pero… hay otras ventanas, hay otras formas.

 

«Desde 1967, en que empieza la dictadura militar griega, hasta 1975, primer año en que se reinstaura la democracia, Grecia vive momentos graves e históricos de revuelta y lucha social y política. Los estudiantes de la Universidad Politécnica de Atenas se organizan, se manifiestan. Radio Politécnica transmite sin descanso: “no se rindan, acudan a la manifestación, protesten. Estudiantes, esta es la radio de la Universidad Politécnica. Estudiantes, somos hermanos de los trabajadores que son detenidos y agredidos.” Las acampadas y manifestaciones en el campo universitario son atajadas una noche en que entra el ejército. Los muertos son numerosos. “Esto es Radio Politécnica. Amigos, compañeros, vengan a ayudarnos. Están entrando en el campo aprovechando la oscuridad…” Héroes caídos de un tiempo y de una lucha que aún es presente». (Testigos, película documental de Nikos Kavoukides. 1975)

 

La televisión es una mirada más, un medio más. Porque si no lo fuera, entonces cualquier acción alternativa, cualquier mirada, cualquier presupuesto, cualquier técnica, cualquier discurso alternativo pasaría a formar parte del estrato oscuro y maldito de los que no sirven, de los esclavos. Un sótano donde se encierra a los niños malos y sucios de las tenebrosas películas futuristas. Esto quiere decir que la alternancia no puede ser institucionalidad, pero sí debe ser expuesta y respetada, hermanada. Esto quiere decir que tan poderosa y válida como pueda ser la televisión lo son también las otras múltiples vías para el encuentro, para la curiosidad, para la denuncia y el saber, para el disfrute y el arte. Y existen, a pesar de la televisión y, por desgracia, todavía no junto a ella.

 

«Una comunidad de nativos turcos en las montañas junto al Mar Negro. Dos jóvenes hermanas se mudan a Estambul a buscar trabajo. Todo es dolorosamente distinto… Las puertas se cierran con llave, uno no puede entrar en la casa vecina a coger prestado un poco de pan, aunque el vecino no esté. Uno no es saludado por nadie en la calle. Uno extraña inmensamente el camino que todos los años la aldea recorre en romería, acompañada de las vacas ricamente adornadas. Pura poesía en un humilde soporte de vídeo casero. Pura estocada al corazón, sin remilgos: se puede ser feliz, sólo que no quisimos…» (Senderos olvidados, película documental de Ruya Arzul Koksal. 2006)

 

Hay otros mundos y el cine, ahora más que nunca, necesita hacer buenos tratos con cadenas televisivas que repongan y alivien, aunque sólo sea un poco, los gastos de producción. Publicidad y dinero: los festivales internacionales crean alianzas entre cine y televisión. Estos festivales surgen y abundan como los hongos en el bosque tras un día de lluvia. La mayoría quiere publicidad, quiere ganancias para su obra (Hay algunos que no), quiere premios. Algo sin embargo no termina de estar bien. Todos sabemos que quien paga, manda. O lo intenta. Pero puede que haya si otras vías. ¡No existen planetas con un solo camino de ida y vuelta!

Fotograma de la película Encarando el día, de Ivona Yuka

 

 

Empiezan a aparecer últimamente festivales de cine alternativo y comunitario. Es una buena intención. Ya tenemos pantalla para otras miradas y otras formas de trabajar. Pero algo, todavía, no termina de estar bien. Quien organiza, para empezar define: “Esta obra es alternativa”. Y lo que es más interesante, a las televisiones estos espacios alternativos le quitan un peso de encima. No hay de qué preocuparse. Sin embargo, pronto llegará la otra vuelta de tuerca: si la alternancia se propaga y sube el listón porcentual de adeptos, entonces se abrirán espacios en las televisiones. Los medios de comunicación que están en la cumbre lo tienen todo cubierto. Campos de reclusión para espacios alternos que, cuando hayan acaparado la atención de masas, pasarán a convertirse en los ahijados de las ondas televisivas. Dejemos que el público se enganche a una nueva tendencia, ahora que hay tantos deseando hacer mucho con poco, y veamos qué pasa. Si funciona, nos la apropiamos. Invertimos. Canalizamos. Todo está bien, porque el discurso siempre terminará por ser nuestro. El discurso.

 

«La prisión de Lepoglava, en Croacia, es uno de los penitenciarios más conocidos de Europa. En ella se experimentó en el pasado con algunos de los métodos más brutales de rehabilitación. Hoy, unos cuantos internos de la prisión se prestan a poner en escena una obra de Shakespeare. Hombres que bien podrían ser vistos como la perturbadora reencarnación misma de los personajes shakesperianos…» (Encarando el día, un documental de Ivona Juka. 2005)

 

En Lavrio, durante el XII Festival Mediterráneo de Cine Documental, hubo gente que se sintió decepcionada al saber que el evento no era competitivo. Nada de distinciones, de premios, de honores y aplausos. Un rollo, vaya. Hubo otros, sin embargo, que se llevaron su silla plegable, invitaron a la familia y amigos. Vinieron de lejos a pasar el día, sin prisas porque no hacía falta reservar ni comprar entradas. Junto a la sala de proyección había una cantina y la bebida y los pinchos entretenían la espera de la siguiente película. Los directores y productores de las obras presentadas departían con el público. Apretados dentro de un viejo minibús de maltrechos amortiguadores los asistentes eran trasladados del hotel al local. Cada noche una cena reunía a los participantes a la luz de una luna curiosa asomando por entre los muros de viejas casonas. Para algunos realizadores era la primera vez que viajaban fuera de su país de origen. Nadie hablaba de su obra. El tema de conversación era los calamares, el queso salpicado de orégano, los chistes y, tras cada película, las miradas agradecidas e inquisitivas: ¿quién eres tú que nos has brindado una obra así? El licor y la camaradería hacían el resto.

 

«El mayor juicio antimafia en la historia que sentó en el banquillo a las bandas sicilianas, derrotándolas, y que expuso los vínculos entre mafia y política en Italia, tiene dos nombres: Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. En 1992, ambos pagaron cruelmente con su vida años de dedicación, honestidad y lucha. Las heridas siguen abiertas y el país no se ha librado aún de las alianzas perturbadoras entre Mafia y política». (En otro país – Cadáveres excelentes, un documental de Marco Turco. 2005)

 

Durante unos días demasiado cortos, este pequeño gran festival anclado en la costa helénica ofreció a todos los que quisieron asistir calor y diversidad. No había televisiones, no había medios cubriendo el evento. Ya habría tiempo para eso tras la clausura. Mientras, el discurso estaba ahora aquí. La mirada alternativa se convirtió en reina de una sala desde donde habría sido imposible reflejar en una pantalla televisiva el asombro, la ilusión y el recogimiento con que los asistentes, espectadores entregados, disfrutaban de la proyección.

Tras la clausura, algunos asistentes se acercaron a saludar a los directores. Un joven director que recientemente había presentado su documental en el Festival de Cannes, respondió al abrazo de una señora mayor: “Somos unos privilegiados”. Miradas alternativas para un cine alternativo.

 


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