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BrújulaCitas y comentario de ‘Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos’,...

Citas y comentario de ‘Sexo y mentiras. La vida sexual en Marruecos’, de Leila Slimani

Antes de viajar saqué el libro de la biblioteca, lo leí allí, en los cafés de Tetuán (antes del Ramadán), en los bancos. Enseña y cuenta mucho sobre la realidad del país. Gracias a su lectura vi de otra forma, con mayor amplitud, cercano, más verdad.

Descubrí (asomándome desde la puerta) los rincones en los que están las mujeres en las mezquitas, apartadas, escondidas, de lado.

La ausencia del pelo suelto por la calle.

También vi allí los documentales Mothers y Tánger Cool.

*

(el libro está hecho con conversaciones con varias personas, las citas son de la autora y de los entrevistados)

—idealizada, mitificada, la virginidad es una herramienta de dominación para mantener a las mujeres en sus casas y ejercer sobre ellas una vigilancia constante. La virginidad es objeto de preocupación colectiva, en lugar de ser una cuestión de orden privado.

—en Marruecos es impensable que dos personas se besen en la boca en la calle o manifiesten en público gestos de afecto.

—nuestra relación con Occidente es complicadísima: es un modelo y al mismo tiempo un monstruo del que hay que huir.

—hoy nos enfrentamos a una oposición en términos identitarios: el sexo es el otro, el Occidente decadente, mientras que la identidad marroquí y musulmana encarnan supuestamente la virtud y el pudor.

—vivimos en unas sociedades donde lo religioso ha adquirido fuerza y donde se supone que la mujer representa la identidad musulmana. El cuerpo femenino tiene una importancia capital. Su visibilidad determina el grado de islamización de una sociedad. El honor, la imagen, la transmisión de la tradición, la virtud, todo recae sobre los hombros femeninos.

—en Marruecos, hemos superado el tabú de la política; hoy se puede hablar de lo que quieras. Pero los dos nuevos tabúes son la religión y la sexualidad. Histerizan a la gente.

—entrevisté a Benkirane (ex primer ministro de Marruecos) justo antes de las elecciones. Le dije: Soy atea, bebo alcohol, tengo relaciones sexuales sin estar casada. ¿Qué van a hacer ustedes conmigo? Tras unos segundos de sorpresa me respondió: En tu casa, haz lo que quieras, me da igual. Pero si te veo en la calle desnuda, ten por seguro que iré a taparte.

—eso es cosa de los otros, de los occidentales, no de nosotros. Para ellos, sí; no para nosotros. Hasta nuestra sexualidad es identitaria, religiosa. Nosotros somos diferentes. Nos dicen: No hagas eso aquí. Vete a vivir a otro país. Mi padre me dijo que, si ese era verdaderamente mi modelo de vida, tenía que irme de Marruecos. Le preocupa que viva aquí, reivindicando mi homosexualidad.

—las mujeres han de encontrar el modo de influir en una cultura que es rehén de los religiosos y del patriarcado. Al expresarse, al contarse a sí mismas, se sirven de una de las armas más poderosas contra el odio. Las palabras.

—a falta de modelos se autoinventan. Me sorprendió su extraordinaria creatividad, tanto de las chicas como de los chicos, para idear los espacios del amor y de la sexualidad.

Libros, siempre en la maleta.

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