En el número 4 de esta serie me ocupo del libro La voluntad, de José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967), publicado en 1902.
Cita 1. Y las viejas nacionalidades se van disolviendo… perdiendo todo lo que tienen de pintoresco, trajes, costumbres, literatura, arte… para formar una gran masa humana, uniforme y monótona… Primero es la nivelación en un mismo país; después vendrá la nivelación internacional…
Comentario. Esta idea ya presente en 1902 sigue hoy: la globalización perniciosa para aquello arraigado. Quizás el paso del tiempo (echando la vista atrás gracias a la lectura) nos pueda dar una perspectiva diferente: quizás los países no sean tan diferentes (quizás nunca han sido tan diferentes), quizás ahora que nos conocemos mejor nos damos cuenta de que siempre hemos sido similares, tanto en lo común como en lo fuera de lo común, seres humanos variados. Me viene a la memoria, a raíz de esta lectura, el comentario de una antropóloga que decía que cuanto más conocía a un grupo indígena de Perú mejor se conocía a sí misma.
Cita 2. Cómo podremos llamar al siglo XIX sino el siglo de la mixtificación. Se mixtifica todo, se adultera todo, se falsifica todo: dogmas, literatura, etc.
Comentario. Hoy, en el siglo XXI, también algunos siguen diciendo lo mismo, que si no vivimos en la realidad, que si está adulterada, que si vivimos en falso. Quizás (ver cita 1 y comentario)…
Cita 3. Pues tengamos fe, amigo Yuste, tengamos fe… Y consideremos como un crimen muy grande el quitar la fe… ¡que es la vida! a una pobre mujer, a un labriego, a un niño… Ellos son felices porque creen; ellos soportan el dolor porque esperan…
Comentario. En 1931, Miguel de Unamuno, compañero de José o Azorín, publicó una de las obras que mejor desarrolla esta realidad de la fe: San Manuel Bueno, mártir. Obra maestra que ilumina y enseña, y desasosiega también al final, cuando la nieve cae sobre el agua y desaparece sin parecer haber existido nunca.
Cita 4. Este es un pueblo feliz, piensa Azorín; tienen muchos clérigos, tienen muchos militares, van a misa, creen en el demonio, pagan sus contribuciones, se acuestan a las ocho… ¿Qué más pueden desear? Tienen la felicidad de la Fe, y como son católicos y sienten horror al infierno, encuentran doble voluptuosidad en los pecados que a los demás mortales, escépticos de las chamusquinas eternas, apenas nos enardecen.
Comentario. Ver comentario de la cita anterior. Además: el epitafio de Miguel de Unamuno, escrito en el nicho del cementerio de Salamanca donde está, dice: Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar.
Cita 5. El edificio socialista cruje, se derrumbará; el porvenir es individualista. Todo lo que asciende se diversifica… Vamos hacia un tiempo en que cada uno pueda viajar en automóvil, en que por la facilidad de transportar la fuerza motriz a distancia, cada uno pueda convertir su casa en taller… Vamos al máximum de libertad compatible con el orden, al mínimum de intervención del Estado en los intereses del individuo.
Comentario. Por esa época ya andaba Lenin pensando en lo contrario, pero al final, de momento, la historia, en general, ha dado la razón al de las palabras de la cita 5.
Cita 6. Todo está mal, todo está muy mal, me dice el viejo; el vino no se vende, los jornaleros están sin trabajo, no pueden comer ni aun pan de cebada… Dentro de cuatro años este pueblo será un cementerio.
Comentario. En muchos pueblos he escuchado comentarios similares: los pueblos se vacían y las ciudades se llenan: hay hoy incluso un concepto para ello: la España vacía; también hay un partido político nuevo que nace de esta realidad: Teruel Existe. ¿Es que no ha pasado el tiempo, es que no ha pasado más de un siglo, es que todavía no se han vaciado los pueblos? Considero que leer lo que se pensaba o veía hace décadas o siglos es muy útil para comprender el presente desde una perspectiva más completa.
Cita 7. Hoy el labriego está ya muy cansado: la fe le contiene aún en la resignación. Dentro de algunos años –los que sean– cuando la propaganda irreligiosa haya matado en él la fe, el labriego afilará su hoz y entrará en las ciudades. Y las ciudades, debilitadas por el alcoholismo, por la sífilis y por la ociosidad, sucumbirán ante formidable irrupción de los nuevos bárbaros.
Comentario. Esta idea me recuerda a otra expresada en Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo. Leer comparativamente también me parece una forma muy útil de conocimiento: extraer conclusiones válidas de las diferencias y semejanzas.
Cita extra sin comentario. El tío Eulogio le había prestado ejemplares de La decadencia de Occidente y El ocaso de las naciones blancas y, durante el verano y el otoño del 44, Álvaro los había leído y releído de un aliento, fascinado por el carácter ineluctable del mal, desamparado y sin fuerzas para combatirlo. Arruinados, exangües, divididos, los países europeos no podían competir en extensión y población con los feroces y aguerridos componentes del bloque soviético. Llegada la hora de la verdad las masas se negarían a empuñar el fusil contra los invasores: los comunistas y también los socialistas, decía el tío Eulogio, y quién sabe si los demócratas y los liberales. El precario equilibrio de la balanza se rompía definitivamente en favor del Este. Al primer empujón los bárbaros se plantarían en el Pirineo…