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Citas y comentario: ‘Inventario del paraíso’, Víctor Colden

En el número 6 de esta serie me ocupo del libro Inventario del paraíso (2019), de Víctor Colden (1967).

Nota previa 1. Después de cinco números de esta serie, citando y comentando libros del siglo XVI, XVIII, XIX y el tercer año del XX, puede sorprender que pase ahora al vigésimo año del siglo XXI. Pero la explicación la puede leer el lector de este sexto Citas y comentario en la nota previa número dos, es decir, la que está y estás a punto de empezar.

Nota previa 2. Víctor C. y yo nos conocimos gracias a esta maravillosa revista digital, fronterad. Empecé a leer a Azorín a través de él: me gustaba lo que escribía y quise conocer a su Azorín, uno de sus escritores favoritos. Poco después, junto a un té, V. Colden me regaló La voluntad (citada y comentada aquí números antes), para que continuara con el escritor del 98. Además, debo añadir, el capítulo IX de La voluntad me llevó a Larra (también citado y comentado antes). Además, el número siete de Citas y comentario será sobre una novela de B. P. Galdós, autor redescubierto (no lo leía desde los quince años) también gracias a V. C.

Nota previa 3. Además, leer su libro, ese inventario del paraíso, ha hecho que recuerde y viaje. Su lectura y sus palabras hacen emerger lo que andaba muy lejos, enmarañado en el fondo del mar. Al leer uno va descubriendo el tesoro, desenterrando juntos, volviendo. O como decía la madre de Emiliano Torozón Vélez (alias Michi), el protagonista del libro: empezábamos a entender que lo que estuvo sigue estando aunque ya no esté, y que hay otro tipo de fantasmas que no son los de las películas de miedo, porque el tiempo, que está hecho de una materia muy extraña, ha ido dejando cosas a su paso.

Cita 2. Otras veces vaciábamos en él la bolsa de pitracos que el abuelo les había comprado en el mercado, a la vuelta de la librería: a mí me parecían repugnantes, casi como la propia palabra, pitracos, pero a ellos les entusiasmaban.

Comentario. También descubrimos con el libro de Víctor palabras que antes no existían. Al inventario propio que emerge de mi pasado añado las palabras y recuerdos de Michi, el niño. Pitracos: trozos de carne. ¡Vaya pitracos que se comieron aquellas gaviotas de Southampton!, recuerdo, y las vuelvo a ver abalanzándose, ahora comiendo pitracos, no de carne.

Cita 3. Cuando, jugando al fútbol, se nos colaba el balón entre los matorrales donde había asomado la bisha, a Juanito y a mí nos daba miedo buscarlo. Había que hurgar entre las hojas, tocar casi la tierra. Íbamos al garaje a coger una de las lanzas del abuelo, por si acaso, y con mil precauciones nos atrevíamos por fin a recuperar la pelota.

Comentario. Recuerdo al leer su inventario saltar las vallas para recuperar pelotas coladas, aprovechar para echar un vistazo al interior de las casas vacías. Éramos niños. Recuerdo colar pelotas a propósito para explorar parcelas vacías en verano. Hacía mucho tiempo que no estaba en aquellos lugares, aquellos veranos, aquellos amigos, aquel pasado, presente ahora.

Cita 4. Huele al aire detenido, un poco rancio, de ese cuartito contiguo a la cocina: el perfume seco y concentrado, como de viejo ultramarinos, de los grandes tarros de arroz, de harina, de lentejas y garbanzos; de las cajas de galletas y los paquetes de azúcar y sal, de las garrafas de aceite, las latas de conservas y los salchichones de Málaga; de las cebollas y las ristras de ajos, de las velas y las cajas de mixtos.

Comentario. Huelo al aire detenido de la despensa de la casa de mi abuela en El Toboso, veo esa puerta pequeña por la que había que entrar agachado, donde estaba el mantel enrollado a un palo de escoba. Hacía muchos años que no volvía a oler aquel espacio también contiguo a la cocina. Empiezo a acordarme de mi abuela, vuelvo a verla allí, esperando sentada a que pusiéramos la mesa, a que trajese la panera de la despensa y el agua fría del frigorífico.

Cita 5. Construir una cabaña. Todo empezaba con apasionados debates acerca del emplazamiento, el diseño y el método de construcción. No nos poníamos de acuerdo: Jose opinaba una cosa, Juanito y yo otra distinta, y Lena se empeñaba en su propio plan, intentando imponerse por ser la mayor.

Comentario. Nuestra cabaña la construimos en una encina, clavando algunas tablas para tener techo y suelo entre las ramas. Éramos Cristina, Susana, Edu y yo. Hace menos de un año que talaron esa encina, ahora hay una casa y un muro blanco. Cuando paso por ahí me acuerdo de mi cabaña y de los planes de la cabaña de Michi, Jose, Juanito y Lena.

Cita 6. Una biznaga de palabras

Comentario. Biznaga, palabra que antes ni existía en mí: ramillete de jazmines en forma de bola.

Cita 7. Por muy rubio y ojizarco que fuera.

Comentario. Que tiene los ojos azules. Ejemplo: Yo no soy ojizarco. Ejemplo 2: Los ojizarcos no ven la realidad de color azul. Ejemplo 3: Ojizarco viene del árabe hispánico, y este del árabe clásico, y significa: la, o el, que tiene ojos azules.

8. Mañana va a soplar terral, anunciaron, y al oírselo decir empecé yo a apreciar algo raro en
el aire, a notar que tragaba polvo al respirar y a sentirme un poco afiebrado.

C. Escucho por la ventana y me pregunto si el viento que suena se parecerá al terral de Michi. Me imagino a Michi allí, en el pasado, contra el terral, parapetados en el interior de su casa con la familia.

9. Y yo le envidiaba la habilidad especial que había desarrollado para ir comiéndose la sopa sin apartar la mirada del grueso tomo de tebeos o de la novela que tuviera apoyada cerca de sí.

C. Y yo recuerdo la habilidad especial que desarrollé para ir comiendo mientras leía las etiquetas de las botellas de vino que tomaban mis padres. Uvas, notas de cata y contiene sulfitos en muchos idiomas.

10. Regalos imprevistos de verano generoso: el sabor jugoso de los taquitos de cañaduz que nos pelaba el abuelo o el sabor un poco cursi del néctar de los jazmines que sorbíamos de sus tallos.

C. No sabía que se pudiera comer algo del jazmín, pero en cuanto vea un mazico de jazmines haré como Michi, mi amigo. ¿Sabrá al olor? Espero que sí.

11. Y el túnel se hacía más largo y oscuro, y daba vértigo asomarse al pozo, porque a lo mejor el abuelo se estaba acordando de su propio abuelo, aunque fuera increíble que hubiera sido tan chico como para haber tenido uno.

C. Y recuerdo tener esa idea también de niño, pensar en el abuelo de mi abuelo y en el abuelo de su abuelo y así hasta que el túnel se hacía tan largo y oscuro que acabaría llegando al primer hombre y daba tanto vértigo asomarse al pozo que paraba y le decía a mi abuelo que si merendábamos ya, por favor, lo que fuera.

12. Juanito y yo ya estábamos listos para encerrarnos en la burbuja del pimpón durante horas, hasta que nos hartáramos de respirar su aire enrarecido.

C. Y yo vuelvo a jugar al pimpón en la Casa de la Juventud contra Borja, mi mayor rival. Sets y sets sin parar, hasta veintiuno, saque libre, dos de diferencia, punto de partido después de dos horas. Y con V. C. sí podré echar una partida (no con Azorín, Cadalso, Larra ni Blanco White) antes de que sople el terral y vuele la pelota, la red, la mesa, nosotros.

Y cita 13. Y eso que había empezado a darme cuenta de ser yo también un poco raro.

Comentario. Y eso que había empezado a darme cuenta de ser yo también un poco raro.

Cita final y misterio. Para conducir en los viajes largos, papá se ponía unos mitones de cuero marrón que se le ajustaban a las manos delgadas y morenas de dedos huesudos. Si llevaba también su cazadora de ante del mismo color, parecía una estrella de cine: el protagonista de una película filipina de serie B.

Misterio. ¿Películas filipinas de serie B? ¿Por qué conocería o vería Michi películas filipinas? ¿Qué relación habrá entre Málaga e Islas Filipinas? ¿Manila quizás?

Nota final. Cierro el libro, anoto la fecha de lectura. Hemos vuelto, hemos recordado, hemos vivido más. Echamos de menos a Michi. Echamos de menos.

Cita final. Sobre este inventario, una vez concluido, se ha derramado un cofre lleno de dinares de oro: uno para cada uno de mis hermanos y primos, y los demás para aquellos a quienes mi historia les haya hecho recordar su infancia.

Comentario final. Me quedo un dinar del cofre, lo guardo muy bien. Le daré además un maravedí a Víctor cuando volvamos a vernos en la realidad, a este lado de los libros. Gracias, gracias.


Puedes leer las ediciones anteriores de Citas y comentario en 1, 2, 3, 4 y 5.

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