En el numero 13 de esta serie me ocupo del libro Viajes por Marruecos, de Domingo Badía (1767-1818), también conocido como Alí Bey.
Escribió Juan Goytisolo al respecto en Crónicas sarracinas (1982): “Publicados en 1814, en francés, con el título de Voyages d’Aly-Bey en Afrique et en Asie, pendant les années 1803, 1804, 1805, 1806, 1807, como fruto de un religioso, doctor, sabio, peregrino, jerife y príncipe abasí, eran en realidad composición del barcelonés Domingo Badía, administrador del monopolio real de Tabacos en Córdoba y arabista autodidacta, quien, habiéndose hecho circuncidar en Londres, pasó a Marruecos disfrazado de gran señor árabe y, después de un periplo por Trípoli, Chipre y Egipto, cumplió el peregrinaje musulmán a La Meca”. El libro apareció en español tiempo más tarde.
Era un libro que tenía pendiente, una recomendación de Goytisolo.
Una forma de viajar, ahora que las fronteras de Ceuta y Melilla están cerradas desde hace más de un año, al Marruecos que me descubrió Juan con su vida y su obra desde Don Julián. Leyendo el libro he vuelto a mis dos breves viajes por el país vecino del sur. Primero fui a Tánger, luego volví a Rabat. Han sido los viajes que más me han impresionado.
Todavía no sé si podré volver allí como viajero en algún momento. Quisiera.
Cita 1. En abril de 1803 me embarqué en Tarifa y después de atravesar el Estrecho de Gibraltar en cuatro horas entré en el puerto de Tánger. La sensación que experimenta el hombre que por primera vez hace esta corta travesía no puede compararse sino al efecto de un sueño. Al pasar en tan breve espacio de tiempo a un mundo absolutamente nuevo y sin la más remota semejanza con el que acaba de dejar, se halla realmente como transportado a otro planeta.
Comentario. Recuerdo la imagen de la llegada a la medina de Tánger a finales de 2019. Después de llegar al aeropuerto, coger un taxi, llegar al centro. Entrar en la medina bajo un arco. Ver, oler, escuchar, pensar, sentir todo aquello. Sentí que había sido transportado a otro planeta, a otro mundo.
Cita 2. El alimento principal de los habitantes del reino de Marruecos es el alcuzcuz, pasta simplemente compuesta de harina con agua, la cual amasan hasta hacerla bastante dura; después la parten en pedazos cilíndricos del grosor del dedo, luego se reduce a granos adelgazando sucesivamente los pedacitos y partiéndolos muy diestramente con la mano.
Comentario. Recuerdo los cuscús (o alcuzcuces, mejor dicho) de Tánger, Rabat y Salé. Recuerdo aquellos restaurantes y me pregunto qué será de ellos ahora. Recuerdo el restaurante Liberation de Rabat, los manteles, las servilletas, los camareros, el alcuzcuz con té. Echo de menos.
Cita 3. En Marruecos se hacía antiguamente mucho uso del café; a todas horas del día lo tomaban como en Levante, pero habiendo los ingleses hecho regalos de té a los sultanes, ofrecieron estos a sus cortesanos y pronto el uso de la bebida se extendió de unos a otros hasta las últimas clases de la sociedad.
Comentario. Recuerdo los muchos tés que tomé por Marruecos. Uno de ellos, en el zoco chico de Tánger. Éramos todos hombres dentro, ellos viendo el partido de fútbol, yo viéndoles a ellos. Algunos tomaban café. Recuerdo no querer acabar.
Cita 4. El moro desocupado sale de su casa por la mañana, se sienta en tierra en la plaza o en un paraje público; algunos otros habitantes van llegando casualmente y hacen lo mismo. De este modo forman tertulias, donde se están hablando todo el día.
Comentario. Recuerdo el libro anterior que cité y comenté. El desprecio de los soviéticos por los desocupados, los ociosos. Recuerdo ir al café Jafa de Tánger y contemplar por contemplar España al otro lado.
Cita 5. Un infinito número de cigüeñas tienen sus nidos, o más bien sus barracas, en las murallas de la ciudad, pero desde el mes de septiembre todas marchan hacia el sur. Sus nidos permanecen intactos y cuentan que siempre que vuelven cada cual reconoce el suyo, añadiendo que si por casualidad el primer día se mete una en el nido de otra, al llegar esta se suscita un sangriento combate entre las dos.
Comentario. Recuerdo las cigüeñas de Rabat, sus enormes nidos encima de los árboles, posadas sobre la muralla de una fortaleza antigua. Recuerdo saber la hora, más o menos, por el canto del almuédano.
Cita 6. Fez encierra multitud de mezquitas, cuyo número hacen subir a más de doscientas.
Comentario. Tengo que visitar Fez. Quisiera ir a Fez algún día. Asomarme a las puertas de todas las mezquitas de Fez. He leído que Fez tiene la medina más grande del mundo. Las medinas son lugares impresionantes, quiero volver a las medinas, caminarlas durante horas y días. Ver Fez.
Cita 7. Fez posee un hospital u hospicio con muy buena dotación y destinado únicamente al cuidado de los locos. Lo singular de él es que parte considerable de los fondos del establecimiento ha sido legada por testamentos de varios individuos caritativos con el único objeto de asistir, cuidar, dar remedios y enterrar en el mismo hospital a las grullas o cigüeñas enfermas o muertas. Creen que las cigüeñas son hombres de unas islas muy lejanas, que en cierta época del año toman la forma de aves para ir allá y al tiempo conveniente regresar a su país donde se convierten en hombres hasta el año siguiente.
Comentario. Recuerdo leer sobre esta creencia marroquí junto a Goytisolo en Las semanas del jardín. Recuerdo haber querido ser cigüeña para poder cruzar el Estrecho así, sin más, a vuelos, volandera.
Cita 8. Nota a pie de página. Salvador Barberá Fraguas, editor del libro que leo, anota: “Dos libros de viajes dedicados a España por Ahmad al-Gazzal (Natiyat al-Iytihad, ed. Bustani. Tetuán. Instituto General Franco, 1941) y Muhammad ibn Utman (al-Iksir fi fikak il-asir, ed. M. al- Fasi. Yamia Muhammad al-Jamis. Rabat, 1965”.
Comentario. Me gustaría poder leer estos dos libros. Nunca he leído desde el otro punto de vista. Sería muy interesante. Voy a ver si logro dar con ellos. Informaré.
Cita 8. El país produce abundante cosecha de una planta narcótica llamada kiff. Es planta de primavera, y así no la pude ver sino seca y casi reducida a polvos. Para usarla la ponen entera en un puchero de barro con mucha manteca y la hacen hervir al fuego por espacio de doce horas. Fíltrase después la manteca y sirve para sazonar las viandas, o para mezclarla con dulces o también se toma simplemente hecha píldoras. Su virtud es tan enérgica que, tómese como quiera, ha de producir su efecto; hay también quien fuma como tabaco las hojas de dicha planta. Dijéronme que su efecto no es embriagar, sino únicamente hacer desvariar la imaginación con ideas agradables. Confieso que no me vino la tentación de probarlo.
Comentario. Recuerdo a Goytisolo recordando fumar kiff cuando fue a Tánger por primera vez, cuando vio España desde aquí, allí.
Cita 9. Las mezquitas están abiertas e iluminadas durante la noche todo el tiempo del Ramadán y la multitud entra y sale incesantemente; las tiendas abiertas y frecuentadas por ambos sexos, igual que los cafés, pero estos únicamente son frecuentados por los hombres y siempre conservando el carácter de gravedad que distingue al musulmán.
Comentario. Quisiera estar en Marruecos durante algún Ramadán.
Cita 10. El embeleso que en mí produjeron los jardines de Rabat es tan grande que los prefiero bajo todos los aspectos a los más bellos y apreciados que he visto en Europa, no obstante el lujo estudiado de los cristianos.
Comentario. Recuerdo los cementerios de Rabat y Salé, muy bellos, de cara al océano. Los prefiero a los que he visto en Europa, no obstante el lujo estudiado de los cristianos.
Cita 11. Las calles de Marraquech son muy desiguales en anchura, de suerte que una misma calle se ensancha y se estrecha de un modo singular varias veces. Los accesos a las casas un poco grandes son casi siempre callejones tan estrechos y tortuosos que con dificultad puede pasar un caballo.
Comentario. Quisiera visitar Marraquech, la ciudad donde vivió Juan. Recorrer esas calles desiguales, perderme por perderme y volver a encontrar algo. Cenar en la plaza de Yamaa el Fna, tomar luego un té en la terraza donde acudía el escritor. Cruzar por la casa que habitó.
Cita 12. Es Teza la ciudad más linda de cuantas he visto en el imperio de Marruecos.
Comentario. Visitar Teza. Apunto el nombre.
Cita 13. Laraisch, que los cristianos llaman Larache, es una ciudad pequeña, que tendrá unas cuatrocientas casas, situada en la cuesta septentrional de una colina escarpada, desde donde se extienden las casas hasta la orilla del río. Hay en Larache varias mezquitas; la principal es de buena arquitectura. Vese también un espacioso mercado rodeado de arcos. Es el más hermoso que he visto en el país. Fue construido por los cristianos, al igual que las principales fortificaciones. Después de haber poseído esta ciudad los españoles, fue reconquistada por Muley Ismail.
Comentario. Quisiera llegar a Larache, preguntar por el cementerio, visitar la tumba de Juan.
Cita 14. De este modo salí del imperio de Marruecos. Omito las reflexiones que no son de este lugar, y que tal vez lo sean de otra ocasión.
Comentario. De este modo salí del libro y de Marruecos. Hasta pronto.
Cita final. De un prólogo del libro A través del Islam, de Ibn Battuta. En el siglo XII aparece el género rihla (relato de viajes), de la mano de árabes occidentales: andalusíes y marroquíes. Su objeto era peregrinar a La Meca o adquirir ciencia en los grandes centros orientales de El Cairo, Bagdad, Damasco, etc. Unos pocos, movidos por el ansia de aventuras, pasan a Persia, Jurasan, India y China. El primero es el granadino Abu Hamid (1080-1169), que visita el norte de África, Siria, Iraq, Persia, Transoxiana y toda la región sur y centro de Rusia. De mucha mayor relevancia es el valenciano Ibn Yubayr (1145-1217), cuya rihla no solo reviste interés etnográfico o histórico, sino que constituye también una joya literaria. Su primer viaje a Oriente empieza en 1183 y tras visitar Egipto, La Meca, Iraq, Siria y Sicilia regresa a Granada en 1185. Ibn Battuta (1304-1377) será el tercer gran autor de rihla.
Comentario final. Volver a viajar. ¿Volver a viajar más lejos? ¿Volver o regresar?