No es infrecuente el error de considerar al homo sapiens una especie social –en términos cuantitativos–. Lo cierto es que nuestro modelo natural de relación intraespecífica es de escala mucho menor. Sigue un patrón gregario, mucho más próximo al de la mayoría de los primates, por más que vivamos como hormigas. El caballo es otro animal de costumbres gregarias, aunque la mayoría de los que conocemos viven aislados en una cuadra. Ni ello convierte al caballo en una especie solitaria, ni nuestra actual vida colmenera nos hace seres sociales. Nuestra naturaleza no nos pide convivir con miles de congéneres. La ciudad no está en nuestro ADN.
Considero un acierto de los autores de No hacer. Rehacer y Deshacer para construir ciudad (n’UNDO, 2024) arrancar la cuestión de la ciudad con una breve y acertada reflexión sobre el rol de la arquitectura y el urbanismo en la evolución de la especie. El proceso de sedentarización de nuestro linaje durante el Neolítico conlleva una radical transformación cultural, en la que el modelo de relación en tribus o manadas de quince o veinte individuos que ha caracterizado al homo sapiens durante setecientos mil años se va convirtiendo, muy poco a poco, en un modelo más abierto y agregador, de cientos y miles de especímenes que buscan la eficiencia en el aumento del número de individuos, bajo el nuevo sistema económico que la revolución agrícola ha fundado.
Esta nueva economía de multitudes requiere la adaptación de nuestros sistemas de cohesión habituales, tanto en el orden práctico como en el teórico. En este último campo, el desarrollo de los esquemas tradicionales ideológico-simbólicos culmina en superestructuras intelectuales como la religión institucionalizada o el derecho, que se constituyen en las herramientas de paz social que van a permitir la escalada numérica de nuestros grupos, hasta cifras millonarias. En lo práctico, la ciudad es la precipitación geográfica de este nuevo orden social de innumerables individuos.
Este elemento no connatural a nuestra inclinación genética de las ciudades resulta clave para entender el discurso del no hacer, rehacer y deshacer de n’UNDO. La construcción permanente e indiscriminada es justo lo contrario a lo que nos pide el instinto. Por eso, a medida que pasamos las páginas de No hacer… nuestro cuerpo y nuestra cabeza se van alineando con su discurso: eliminación de lo superfluo, recuperación del entorno, planes de vacíos, gestión responsable de la energía, el agua y los residuos… Enseguida reconocemos estos principios y argumentos: los llevamos dentro.
Otro elemento que hace este libro único es su planteamiento activo. Todas estas ideas, de por sí estimulantes para la reflexión teórica, se nos presentan como plenamente ejecutables, a través de un sistema y unas herramientas cuya eficacia los arquitectos y urbanistas de n’UNDO han podido contrastar en la práctica. No hacer, Deshacer y Rehacer, son las herramientas que nos van a dar acceso a una nueva forma de mirar nuestro entorno. Un nuevo prisma que nos va a permitir apreciar todas las implicaciones de lo construido y de lo por construir, de lo que se debe evitar, reconsiderar o eliminar para que, sencillamente, habitemos mejor y, en consecuencia, vivamos mejor. Y el inopinado broche de la propuesta de n’UNDO es que estas herramientas, utilizadas de manera coordinada y sistematizada, funcionan. Consiguen su propósito. Y ello lo atestiguan los variados ejemplos que el libro describe, unos ejemplos tan fáciles de comprender como desoladores por lo evidentes.
Con sus cuidadas reflexiones sobre la ciudad, dispuestas con brevedad y en impecable orden, compuestas en un lenguaje certero y accesible, y expuestas con ejemplos esclarecedores de actuaciones y no actuaciones que ayudan a mejorar la vida de los habitantes de las ciudades, No hacer… nos regala un diagnóstico certero y una terapia probada para los problemas de nuestras urbes. Si ese trabajo de investigación, reconocido por varios premios, ya está hecho ¿qué falta, entonces, para que podamos reconducir las ciudades hacia un entorno más alineadas con nuestra naturaleza?
Pues falta, como siempre, la política: el gobierno de la polis. El derecho y la ciudad, como estructuras para la cohesión social nuestros actuales grupos de innumerables individuos. Porque No hacer… contiene, también, un mensaje político, en el sentido más etimológico –y digno– que le pueda quedar a la palabra. Sus autores apelan a los vecinos, a los estudiosos, a los profesionales y a todos aquellos de nosotros preocupados y ocupados por la ciudad. Pero, también, hacen un llamamiento permanente a las autoridades, las únicas con competencias de elaboración y ejecución normativas, a que piensen la ciudad.
Tenemos en las manos un libro seminal que convence sin adoctrinar, que nos ayuda a ordenar pensamientos, que uno empieza a leer interrogándose por la ciudad que necesitamos, y que termina reconociendo la ciudad que queremos.
No hacer. Rehacer y Deshacer para construir ciudad, por n’UNDO