Ya hablábamos en el pasado del esplendor que vivió el fútbol sudamericano durante la década de los 40, mientras en la vieja Europa una nueva Guerra Mundial arrasaba con cualquier semblanza de civilización. En aquella ocasión homenajeábamos a “La Máquina” del River Plate, con Pedernera, Muñoz, Moreno, Labruna y Loustau, campeón argentino en 1941 y ’42, ’45 y ’46.
Pero a la par del triunfo de aquellos “caballeros de la angustia”, en Colombia la alta burguesía había decidido invertir en el fútbol, haciéndose con varios clubes que pagaban unos sueldos fuera de lote. La liga de fútbol profesional, Dimayor, se instauró en 1948, y a partir del año siguiente equipos como el Deportivo Cali, el Santa Fe, primer campeón nacional, y el Independiente de Medellín pudieron atraer a jugadores de toda América, e incluso de Europa.
Especialmente interesante era la situación del fútbol argentino, que había entrado en huelga finalizada la temporada de 1948, dadas las condiciones asfixiantes que los clubes imponían a sus jugadores al firmar unos contratos que eran prácticamente vitalicios. Pero la Dimayor no estaba afiliada a la FIFA, y había permitido que sus clubes contrataran a futbolistas sin necesidad de traspaso oficial de ficha. Era, prácticamente, un caso de piratería futbolística que, incidentalmente, cientos de jugadores argentinos lograron explotar al máximo.
Evidentemente la situación de estos jugadores era doblemente ilegal: incumplían contrato y jugaban en un fútbol superprofesionalizado y desafiliado a la FIFA. Pero esto no impidió que varios de ellos se fueran a jugar al otro gran equipo de los años 40: Millonarios de Bogotá. El primero en emigrar fue Adolfo Pedernera, uno de los grandes de “La Máquina” y además uno de los principales artífices de la huelga en Argentina. Fichado en 1949 por Alfonso Senior, dirigente del club bogotano, Pedernera volvió a Argentina al poco tiempo para convencer a sus compañeros de equipo, Pipo Rossi y la seata rubia, Alfredo Di Stéfano, que lo acompañaran en su aventura. Con este trío maravilloso y los 42 goles de otro argentino, Pedro Cabillón, Millonarios ganaría el primero de cuatro campeonatos en cinco años esa misma temporada, antes de la incorporación de Julio Cozzi, arquerazo del River Plate, en 1950.
De hecho, sorpresivo fue que “El Ballet Azul” no ganara el título de nuevo en la próxima campaña, cuando terminarían segundos detrás del modesto Deportes Caldas –equipo que contaba con una cosecha propia de extranjeros, menos célebres pero igual de efectivos, tales como Enrique Navarro, los goleadores Julio Ávila y Rubén Padín, argentinos todos, y el portero lituano, Victor Vitatutas.
Los años dorados del fútbol colombiano, no precisamente clandestino pero sí plenamente al margen de la legalidad, estaban contados. La Federación, expulsada de la FIFA en 1949 por la el “pecado” de la Dimayor, pactó con el máximo órgano internacional la regularización de su campeonato a partir de 1954, en el llamado “Pacto de Lima”. Hasta entonces no habría otro ganador que el Millonarios de Bogotá, campeón de las ediciones de 1951, ’52 y ’53, con la saeta rubia coronándose líder goleador en las primeras dos de ellas.
Famoso, de hecho, es el torneo de las bodas de oro del Real Madrid, disputado en abril de 1952, que ganó “El Ballet Azul” ante el anfitrión en el Bernabéu (2-4), con actuación magistral de Di Stéfano. Fue allí cuando Santiago Bernabéu quiso ficharlo, lo cual devino en una odisea interminable con el Barcelona FC. Pero esa es tela de otro post…
Para la historia queda la maestría de aquel Millonarios, un club que nunca consiguió reconocimiento internacional pero que no por ello deja de ser, simplemente, inolvidable.