Ya se sabe que las cosas que no nos decimos suelen ser las más importantes, al menos para mí. Por eso, nunca entenderé esta manía por disimular los sentimientos más recónditos, ese empeño por mantenerlos a salvo, arropándolos con siete mantas, olvidando la magia de cada momento. Y lo hacemos una vez y otra, hasta que las emociones saltan por los aires cual bomba de relojería y tras el estruendo, volvemos a revivir el encuentro tamizado ya por la memoria como si fuera una película, descubriendo en mitad de las ruinas, detalles que pasaron inadvertidos: un abrazo espontaneo, una mirada… Y piensas que tonta fui, debí de haber alargado aquel momento…, pero no lo hice.
Me sucedía, cuando él y yo nos despedíamos en el umbral de su puerta, y yo me veía pequeñita, insignificante casi y enmudecía. Luego en el metro, pensaba en lo que debería haberle dicho mientras estuvimos juntos, durante esas horas que compartimos la vida sin saberlo. Eran tantas las cosas por decir, que vistas ahora resultan sencillas y sin embargo se atrancaban en mi garganta cuando trataba de expresarlas piel con piel en aquellas despedidas.
Tal vez por eso siempre me he identificado tanto con Lili Taylor, ese personaje a la deriva en la película de Isabel Coixet: “Cosas que nunca te dije”. Una película sencilla, sin aspavientos en la que lo importante no son tanto los diálogos, como los pequeños matices: una lavandería a media noche, un teléfono que nunca suena, un café que se derrama, la lluvia, el ruido de la calle al despertar. Pero sobre todo, los silencios, esos silencios que convierten en importante lo que parece no serlo y que llenan de nostalgia los que fueron nuestras vivencias de entonces convertidas ya en recuerdos.
Lili Taylor también callaba en aquella película, como lo hacía yo a gritos aquellas noches en que me dejaba llevar delante de una cerveza, contradiciéndome en mis dudas, esperando una oportunidad que no llegaba o si llegaba tan preocupada estaba de que nadie se diera cuenta, ni siquiera él, que solo pensaba en escapar de mi misma como una bandada de pájaros.
Lili también buscaba el modo de ser escuchada aunque fuera en esos monólogos interiores, en sus plegarias no atendidas, en sus cintas de video sin destinatario donde grababa esas cosas que nunca le dijo a su pareja. Lo mismo que hago yo ahora mientras escribo a borbotones, aunque sea demasiado tarde ya.
Y es que hay cobardías como ésta que requieren de mucho coraje, un coraje que aunque ponga todo mi empeño, a mí todavía me falta.
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Fotograma: Cosas que no te dije.