El Acoso Diario. Federico Volpini ante La Información. Autorretrato.
Los acontecimientos nos persiguen. Creemos haber terminado con éste y ahí está, pasados unos días, generando secuelas. Es como si se resistiesen a marcharse. Todo lo humano, efímero, aspira a la perpetuidad, que se le niega. Quizás resida ahí la única tragedia. Llegamos y nos vamos, cuando quisiéramos quedarnos, cada vez, en cada sitio; lo cual precisaría infinitos nosotros en infinitos sitios, durando eternamente en cada uno. Las clases dirigentes intentan burlar al tiempo con el nombre, el apellido. Como un amigo de mis padres, que afirmaba necesitar un hijo varón para que su apellido no se perdiese. “¿Jiménez?”, señalaba mi madre. El mío, por ejemplo, Volpini, es igual que Jiménez, me han contado, en el norte de Italia; pero es que no es “Jiménez” ni “Volpini”: es ese Jiménez o es ese Volpini. Igual que no es “Aguirre”, el de Esperanza Aguirre, la de Jesús del Valle, junto a Pez: es Aguirre Gil de Biedma y es ese Aguirre Gil de Biedma, que se perpetúa en linajes particularmente saneados. Así, sus hechos. Son Historia y, con todo, se resisten a pasar a la Historia.
JESÚS DEL VALLE
Palacio, junto a Pez.
Lo hemos preguntado. Queríamos convocar el «Día Esperanza Aguirre de La Ley Es Igual Para Todos. Aparquemos a las 16:00 horas en el carril bus de la Gran Vía». Y no se puede. Si lo hace un ciudadano, eso es delito. Esperanza lo hace y es una tontería, pelillos a la mar, ¡qué risa, oye!, son cosas de familia, que las han hecho siempre. El Código de la Circulación a Dos Velocidades. Como ese Internet, ya anunciado por Estados Unidos, en el que, quien pague más; esto es: quien pague más, porque lo tiene, correrá el doble, como Esperanza Aguirre. Igualdad de oportunidades para que nunca crezcan las empresas pequeñas y hasta acaben por desaparecer, sin preferencias por unas o por otras. Todos, la misma cosa, ‘oi ‘omoi. Iguales todos. Los que somos iguales.
‘300’
2006. Zack Snyder
Sólo ellos son soldados. Sólo ellos se sientan a la mesa. Si bien comían porquerías. El caldo negro, que lo oyes mencionar y te dan ganas de devolverlo a la cocina. Ellos se lo tomaban. Bacon (¡con ese nombre!) y Tomás Moro admiran las costumbres espartanas. El almuerzo en común. Las mujeres, en casa (más libres, sin embargo, que las otras mujeres de la Hélade). La reciedumbre de los espartanos. La entereza. Supongo que, además, su fervor religioso que, a veces, les hacía llegar tarde a las batallas. Otras veces ni iban. El amor al terruño. Se movían menos que las paredes. Es natural: los pechos de sus hombres son sus muros. Esparta no precisa de murallas.
Otra cosa es los que compartían su tierra y no eran espartanos, no eran dorios. Iguales, ésos, no. Ni siquiera, los unos a los otros, parecidos. Para que el amo tenga dónde escoger y no se mezcle el estiércol con las gachas. Como se sabe, los había de distinta condición: periecos, libres pero sin derechos políticos, que se dedicaban al comercio y al artesanado; e ilotas, la mayor parte de la población, siervos, que cultivaban el suelo. Coincidían en que eran ellos los que trabajaban. Allí, como en Jesús del Valle, que aquí es el estoicismo lo que falta.
Llamemos la atención sobre los dos letreros con que se cierra el vídeo: “Lo importante no es el número, sino la calidad” (no muy buena, la de las imágenes). “Somos guerreros: cada uno de nosotros vale por 300 de la competencia”.
Competencia, también. Los griegos, los primeros en todo. Pero nunca entre ellos, competencia, en Esparta.
En España, una localidad, Conil de la Frontera, cuando le viene el período electoral, en la emisora del Ayuntamiento da a cada grupo idéntica presencia, el mismo tiempo, turnándose las horas. Opinaba el alcalde (ahora sigue opinando, pero ya no es alcalde, porque la Junta lo ha llamado a su lado), le decía a quien le preguntaba: «Es que, si no tenemos todos el mismo tiempo, ¿cómo van a hacer los grupos pequeños para llegar a grandes?». Que no lleguen. Ni el PP ni el PSOE ven peligro de que el bipartidismo se supere. Es como cuando te dice el dueño de la tienda: «Los garbanzos van a subir de precio». «¿Cómo lo sabe usted?» «Hágame caso». «¿Cómo lo sabe usted?» Porque lo sabe. Los dueños de las tiendas tienen conocimientos de los que otros carecemos. Más aún, si se ponen de acuerdo, a la vez todos: «¿Subimos los garbanzos?» «Los subimos». Esta práctica está prohibida por la Ley. A los dueños de tiendas. Pero no a los dueños de los dueños de tiendas. «¿Lo hacemos de manera que aquí sólo medremos nosotros y vosotros?». Y lo hacen. Como Esperanza Aguirre, el cólera de Dios. «¿Dejo el coche en prohibido y me doy a la fuga si me pillan?» Lo deja. La pillan. Y lo hace. Y es una tontería, lo hemos dicho. Declaraciones del Ayuntamiento: «No hay que ponerse así. En 2013 hubo 1500 infracciones por aparcar en el carril bus». 1500 fugas, sorteando a los guardias. 1500 motos derribadas. ¿Hay economía municipal que pueda aguantar eso? ¿Tiene el Ayuntamiento un taller de reparación de motos y necesita que le lleguen clientes porque el taller es del cuñado de un edil del PP? ¿Tiene el Ayuntamiento algo contra las motos? ¿O es que les obliga, por qué va usted en moto, hombre de Dios, con Esperanza Aguirre por las calles, a que paguen los agentes de su bolsillo las reparaciones?
‘Pompeii’
2014. Paul W.S. Anderson
Milo es celta. En dónde naces dice mucho de ti. A la hora de una guerra no te preguntan más: “¿De dónde eres?” Eres del lado equivocado y, sin comerlo ni beberlo, caldo negro, lo pagas. La manía de dividir a la gente según su procedencia, que ahora molesta tanto a la derecha, “¿cómo que vascos, cómo que catalanes?: ¡españoles!”; la manía de clasificar a la gente por su origen viene de ellos. ¿Estudias, o trabajas, o estudias o trabajas, cuando quieres, si quieres? En ese “si”, la esencia. No puede uno elegir y uno ya no es nada. Incluso cuando hablamos de nacionalidades, “¡yo, español!” (que a ver qué lo distingue, en su exclusión de los que no son ellos, al español, de catalanes, vascos, gallegos, baleares, canarios). Aquellos que se declaran; aquellos que, sobre todo, quisieran declararnos “nacionales”, llega el momento y son lo que haga falta. Lo que tiene el dinero es que no tiene patria. Y lo que tienen los que tienen dinero es que la patria les da seguridad porque es su patio: en su patio la gente hace lo que les mandan. Salen los que lo tienen y se sienten a gusto con los que gastan el dinero que tienen, los que tienen dinero, donde sea. De donde sea, todos ellos, lo sacan. Patria, para nosotros, ahí sujetos. Para ellos, el dinero es su patria.
Milo es celta. Su familia ha sido asesinada y su pueblo exterminado por Corvus, romano con la cara de hijo de Donald Sutherland. Milo, preservado de la matanza, se hace gladiador. De repente, con la música y el John Snow de ‘Juego de tronos’, ‘Pompeya’ empieza a convertirse en ‘Espartaco.
‘Spartacus’
1960. Stanley Kubrick
El tracio, que el vídeo nos presenta. Tracio y negro; negro y celta, enfrentados. Porque los dos caen bien a los espectadores, ¡qué putada!, muera quien muera: malo.
‘Triumvirat’
1975. Spartacus
‘Pompeya’, de Paul W.S. Anderson (¡Muy pronto en cines!: el viernes la estrenaron), es un cuento trillado, repetido, donde nada sorprende, en el que se frecuentan, sin pudor, las convenciones. Alzan la mano y, de verdad, ninguno es Espartaco. Lo mejor: la destrucción de Pompeya, los estupendos efectos especiales. Plinio el Viejo, sofocado por los gases del volcán en Estabia (Herculano, Pompeya, Oplontis: las ciudades que ese día perecieron); Plinio el Viejo -dormía poco, gran parte de la noche la dedicaba al trabajo-; Plinio el Viejo, muy influyente en la historia de las Ciencias Naturales: parece que su influencia fue nefasta en el campo de la medicina, pues hasta el siglo XVI su ‘Naturae historiarum’ fue casi la única autoridad en materia médica (de algo hay que morir); Plinio el Viejo, testigo en tierra, murió. Su sobrino Plinio el Joven, testigo desde el mar, vivió igual que Paul W.S. Anderson la erupción del Vesubio: ‘La guerra de los mundos’. Lava, piedra candente, metal al rojo vivo bombardeando los barcos.
‘Los últimos días de Pompeya’
1959. Mario Bonard y Sergio Leone
También con gladiadores y su historia de amor y el Vesubio rugiendo en el momento justo, ’Los últimos días de Pompeya’, de Mario Bonard y Sergio Leone, que no figura en créditos. Pompeya, 2014, hoy, se nos cae a pedazos. En Kiruna, Suecia, 2014, ¡hoy!, la extracción de hierro, que amenaza a los pueblos nómadas y al ecosistema, obliga a que se cambie de sitio la ciudad. De la catedral, piedra a piedra numerada, a cada casa. ¿Importa? ¡Qué va a importar! Porque es rentable. Una mina de hierro. Un yacimiento de petróleo en las inmediaciones. Y salvamos Pompeya: la trasladan.
‘Live at Pompeii’
1972. Pink Floyd
Pink Floyd. «Live at Pompeii». Probablemente sea este concierto y las películas lo único que quede de Pompeya el día de mañana.
Madrid, Mc Donalds, Hollywood, Burger King. El PSOE. El PP. “En el Ayuntamiento”, contaba un concejal de cultura del PP, “la diferencia de que sean ellos o nosotros es que ahora las hamburguesas a nosotros nos las traen por la mañana y a ellos por la tarde. Cambia la situación, nosotros por la tarde y ellos por la mañana”. El problema de la clase política española es que se están hamburguesando.
Conil de la Frontera
Pinar, entre barriadas, hasta el mar
En el Ayuntamiento de Conil, desde que empezó la democracia, gobierna Izquierda Unida. Y abre su radio, la radio del municipio, a todos los partidos. Son cosas del alcalde. Claro que el alcalde es un tipo especial que, en tiempo de campaña, suelta cosas como ésta: «Es lo que yo digo siempre: el dinero y los c…, para las ocasiones. ¿Hace falta construir un colegio o una residencia de ancianos? Ponemos el dinero. ¿Quieren urbanizar la playa? Ponemos los c…» Y la gente de bien se escandaliza. No por lo de los c…, ¿qué esperabas, si es un hombre del pueblo, por maestro que sea o se haya hecho? El escándalo reside en que lo hace, como Esperanza Aguirre. Y en Conil, desperdicio, hay kilómetros de playa virgen y hasta una barriada de vecinos, con un pinar en medio, que llega a primera línea de playa, frente al mar. Y frente al mar también un centro de salud. Entre hoteles de lujo. Los rojos. Sinvergüenzas. Que toma ejemplo el resto del país y el juez Elpidio Silva inaugura pedestal; y a Esperanza Aguirre la vemos esposada.
‘Frente a palacio’
Los Pekenikes, en 1966.
Sabemos que el político no manda. Manda el dinero. Mandan quienes lo tienen. Que en España y en Estados Unidos y en todo el mundo libre sean los mismos los que tienen dinero y los políticos que mandan: coincidencia, el azar. Todos esquizofrénicos, con esa doble personalidad, que nunca saben si están actuando como ricos o como gobernantes. Y la gente tampoco. No ven la diferencia. Aunque es cierto asimismo que hay más ricos que políticos en el poder: son las reservas. Cae uno y enseguida ocupa otro su lugar. Sacrificio y conciencia de clase. Como los Inmortales, que se enfrentaron a los espartanos.
‘El león de Esparta’ ‘The 300 Spartans’ ‘Los 300 héroes’
1962. Rudolph Maté
En la película de Rudolph Maté –películas, las de Rudolph Maté, donde suceden cosas todo el rato-, el supuesto sueño de una Grecia unida, que encarnaría luego el rey Filipo y haría realidad su hijo Alejandro, macedonios los dos, como Ismail Kadaré, autor de una novela en la que pone en duda la existencia del Caballo de Troya y, sobre la permanencia, escribe: “podría creerse entonces que la inmortalidad del alma no es más que la memoria transmitida de generación en generación”. Así, toda inmortalidad. Del apellido. De la estirpe. Burlar a la memoria. Cayetana Martínez de Irujo declara que le hubiese gustado ser anónima. Por eso hizo lo que yo, que me llamo lo mismo que mi padre: se cambió el nombre. Para que nadie la conociera ni la relacionara. Mal hecho, Cayetana. Los mejores oficios son los que se transmiten con la leche materna y se ejercitan en familia, desde la cuna: cantaor de flamenco, carterista, abogado, médico, militar, rico por casa. Alejandro usaba de palillo para hurgarse los dientes una espada. Sin embargo, a su padre también le infundían respeto, todavía, los guerreros de Esparta: “Si entro en Laconia”, les envía un mensaje, “arrasaré Esparta”. “Si…”, le responden, lacónicos, los éforos. Y Filipo decide no jugársela: jamás entró en Laconia. Mi ilusión, desde que, adolescente, entré en los bares, hubiera sido ser dueño de uno en el que se sirvieran, con la cerveza, el vino, unas láminas delgadas, casi transparentes, de lacón; y presidir la barra con el lema:”Conocidos por el laconismo militar de nuestras tapas”. No pudo ser. No me viene de padre estar en ese lado de la barra.
‘Fellini Satyricon’
1969. Federico Fellini
Estoicismo: no te gusta y te aguantas. Los azotes. Hay quienes los reciben por placer. Y hay quien, por disciplina. Estoicos, antes de saberlo, eran los espartanos. Con siete años los ponían a sufrir. No sólo ejercitarse en el combate: pasar frío, robar, porque el que no robaba, no comía. El niño espartano que guarda bajo el manto un zorro robado y soporta, para no delatarse, que el zorro le desgarre las entrañas. Que alguien robe, para comer, un zorro, demuestra las penurias que pasaban. En el estoicismo hay algo hermoso. Desde fuera. Como El Gran Wyoming, que afirma saber qué es trabajar porque lo ha visto (falso: quien le conoce sabe que no para). La dignidad romana, que dio muchos estoicos. Ese admirable matrimonio en ‘Fellini Satyricon’ que, tras despedirse de los hijos, se abre las venas para eludir la venganza del tirano. El actor, Joseph Wheeler, intervino tan sólo en esta cinta y en ‘Gradiva’, 1970, de Giorgio Albertazzi. No recuerdo esa escena del libro, ¿un guiño de Fellini a Petronio? ¿Fue Cayo Petronio Turpilano, arbiter elegantorum, autor de la novela? Aunque se suicidó (¿quién no lo haría si Nerón, el poder, mudándole el talante, ahora se fija en ti con intención aviesa?), estoico no lo era. Estoico y cercano al poder, ni Séneca se puede creer eso. Más bien sería, dicen, responsable de ‘El Satiricón’, Tito Petronio Arbiter, provinciano, erudito. Entre excesos y orgías, su personaje Eumolpo canta al Caballo de Troya:
“En esto, cuando toda
la turba conmovida
el dolor del Pontífice comparte,
se rompe el vientre de la mole equina
y los guerreros griegos aparecen”
Por mucho que Kadaré no crea en ello: bárbaros macedonios, en busca de la tumba de Aquiles. La memoria.
No fue un estoico, sino un filósofo epicúreo, Lucrecio, interesado, como después Plinio, por la naturaleza, quien escribió:
“el caballo de leño, con su nocturno parto de griegos”.
¿Se pueden leer versos más inspirados?
Troya, el rapto, el caballo. Elena, llamando bajo el vientre del monstruo, con intención de delatarlo, a Menelao, su esposo, rey de la Esparta micénica.
Frente a palacio, las esposas.
Para estoica, la mujer de Bárcenas, que con 300€ le da para chacha y para chófer; bueno: estoicos, el chófer y la chacha. Aunque dice la periodista PilarPortero que Rajoy debería sustituir a Montoro por esa mujer. Lacónico, Rajoy no lo hará nunca.
Montoro es el zorro que nos roe las entrañas.
Magma para el Vesubio
‘El monstruo’, en traducción, del albanés, de Ramón Sánchez Izarralde. Ismaíl Kadaré. Anaya & Mario Muchnik.
‘El Satiricón’. No lleva, en la edición de 1971, noticia de traducción y notas. Introducción de León – Ignacio. PA. Petronio. Ediciones 29.
‘Lucrecio. De rerum natura. De la naturaleza’, preparada para la imprenta y revisada por José-Ignacio Ciruelo Borge, según anotaciones, correcciones y comentarios a la edición, introducción, traducción y notas de Eduard Valentí Fiol. Editorial Bosch.