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Mientras tantoColombia, el realismo mágico y el riesgo de querer quedarse

Colombia, el realismo mágico y el riesgo de querer quedarse

Entre la samba y el tango   el blog de Nazaret Castro

 

 

El riesgo es que te quieras quedar” fue el eslogan escogido por la campaña Proexport para publicitar Colombia en 2011 y romper con los estigmas que carga el país desde hace décadas: la violencia y el narcotráfico. El eslogan no podría estar mejor escogido. No hablo sólo por mí, sino por muchas otras personas de orígenes muy diversos que se han enamorado de Colombia.


Desde luego, fue mi caso. Me enamoré de Colombia antes incluso de conocer el país, a través de las amigas colombianas que hice en Buenos Aires. Con ellas descubrí el nivel demanipulación y cinismo con el que se cubre la información sobre Colombia en la mayoría de los medios de comunicación españoles, que prolonga los estigmas y omite del cuadro los problemas reales de la gente y las resistencias de un país en plena efervescencia social.


Colombia tiene todo: tres cordilleras, océano Pacífico, Amazonas, Orinoquia, una capital vibrante, dos ciudades -Medellín y Cali- donde perderse, la mayor biodiversidad del mundo por metro cuadrado y una diversidad semejante en el paisaje humano. Colombia tiene música, olores, sabores inolvidables. Colombia tiene la mejor gastronomía que conozco. Así que, como la primera vez que visité el país en 2011, de nuevo abandoné Colombia con tristeza y con la firme convicción de que volveré, pronto, sin apuros ni apremios, porque este es un país para recorrer con calma y perderse en cada rincón, en cada sabor y cada olor, en cada conversación callejera, en cada esquina arrancada al tiempo.


* * *


Es difícil para el lector de Gabriel García Marquez recorrer el país sin acordarse a menudo de Macondo, el pueblo inmortalizado en Cien años de soledadColombia es realismo mágico. Colombia sintetiza, a veces de forma sublime, otras de un modo muy doliente, lo mejor y lo peor del ser humano. Colombia enamora, y también duele. 


También me acordaba de las palabras de Gabo, las de su discurso al recoger el Premio Nobel en 1982, conociendo las historias de los guerreros y guerreras que encontramos a nuestro paso por el Huila, Bogotá, Cauca, Cartagena. Estas palabras que, treinta años después, se imponen de una forma mucho más urgente:


Esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria: una nueva y arrasadora utopía de la vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir; donde de veras sea cierto el amor y posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin, y para siempre, una segunda oportunidad sobre la tierra”.


* Ilustro con una imagen del río Magdalena, la principal arteria fluvial de Colombia, que recorre el país de sur a norte. La fotografía es, como siempre, de Jheisson A. López.

 

* Este post forma parte del proyecto Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina, que financiamos por crowdfunding a través de la plataforma Goteo.org. Los lectores de Fronterad financiaron esta investigación, que verá la luz en pocas semanas. 

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