Colonos

 

El ayuntamiento de Madrid tiene ahora (Madrid) a Gerardo Diego en su punto de mira. Y a Dalí, Josep Pla, Manolete, Agustín de Foxá, Santiago Bernabéu o Concha Espina. Creo que era la niña de Poltergeist la que decía: «Ya están aquí» cuando la televisión permanecía encendida sin señal y aparecía en la puerta de la casa el reverendo. Yo he de reconocer que aquel anciano reverendo del Oeste, vestido de negro con su sombrero de ala ancha me sigue produciendo escalofríos, y resulta que me ha venido a tocar Carmena  (los madrileños no la hemos elegido sino que nos ha tocado, como un premio) a la puerta como si fuera la señora reverenda. Manuela podría pasar por colono de la conquista de América con todos sus enseres y sus ilusiones en un carromato bamboleante. Madrid está ahí dentro (Carmena lleva a Madrid dentro, como a sus concejales) y los nombres de las calles se confunden con la ropa y los cacharros de cocinar y los titiriteros. Están todos esos poetas y artistas españoles removiéndose sobre el polvo del camino de Carmena, confundiéndose en ese batiburrillo del carro que es el principio de la nueva checa que empieza a ser (Ahora) Madrid mientras el PSOE silba. La limpieza física de las calles, que tan ocupada tiene a la alcaldesa en variadas proposiciones (que la hagan las madres, los universitarios, que se lleven encima ceniceros portátiles…), es el señuelo de la limpieza nominal: lo que quieren hacer Carmena y sus drugos es barrer (pero que barra el pueblo) a Gerardo Diego y a Dalí y a Josep Pla: deportaciones post mortem. Barrerlo todo sin que se note (pero se nota): el cambio, el progreso que es acabar con el sistema. ¿Qué si no es sustitutir a los reyes magos por prostitutas carnavalescas? ¿Qué si no plantearse retirarle la calle a Gerardo Diego?

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