Home Brújula Comentario sobre ‘Cáscara de nuez’, de Ian McEwan

Comentario sobre ‘Cáscara de nuez’, de Ian McEwan

Es de las últimas novelas del escritor, de 2016. Después publicará Máquinas como yo, la más impresionante de todas las que he leído.

Escuchamos pensar al protagonista. Todavía no ha nacido, está dentro del vientre de la madre. Cuando llega el momento dice: Es hora de añadirme. Ha hecho romper aguas y dentro de poco estará fuera, en el interior del mundo, con su madre, y sin su padre (asesinado). La novela podría transcurrir en Dinamarca, pero lo hace en Londres. El embrión podría llamarse Hamlet, pero nunca hay nombre. Estamos en torno a 2016 y las condiciones de la vida, apunta el escritor, son buenas: hay higiene, vacaciones, anestesia, lámparas de lectura y naranjas en invierno en todos los supermercados de Inglaterra.

Como toda gran novela, al finalizar la lectura empieza la influencia. Uno vuelve al día de su nacimiento, el 8 de octubre de 1989 en mi caso. Me pregunto qué ocurrió los días de antes. Consulto las noticias de aquel pasado propio en internet (otra condición clave de la vida moderna, la red, apunto): alucino, me asombro leyendo. Comunistas húngaros claudicando, refugiados polacos en la embajada de Bonn, heroína en Móstoles, Carlos García Santa Cecilia escribe sobre la Residencia de Estudiantes, Fay Wray sigue siendo la novia de King Kong, cinco patos buceando en el Manzanares, mis padres cenando, mis abuelos en El Toboso y Montemayor del Río.

Descubro varios días hacia el pasado, cuando yo era la cáscara de nuez.

Luego llamo a mis padres y les digo que me cuenten cómo era antes. Están cenando. Luego me llamarán, antes de medianoche. Picos y queso manchego, uvas de postre.

Descubro que mi madre no quería tener hijos antes de conocer a mi padre. Él, sí. Hablaron, se querían. Ella cambió de idea. Me añadí al mundo y abrí los ojos. Luego mi madre quiso tener un segundo hijo, mi padre no. Seguían queriéndose, hablaban, trabajaban de maestros de primaria.

Mi padre aceptó. El amor. En 1993 nació mi hermana, Adela. Esta tarde vamos juntos a ver una película para celebrar mi cumpleaños.

Cuentan más y me asombro, alucino. Escucho.

Y como toda gran novela, me lleva también al futuro.

Pienso en ella.

Pienso en ella e imagino los días de antes: el día antes de que nazca nuestro hijo. En el futuro, en un futuro. Ella, él, cáscara de nuez en su interior, latiendo. Una bolita. Nos escuchará hablar, subir las escaleras, hacer el amor, mear, caminar sola, lavarme los dientes, ¿qué tal?, ir al cine, releer a McEwan, Baricco, besar el mar, los besos, las imágenes de los ojos.

¿Cómo será ese día?

Algún día se lo contaré.

Espero.

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