1 – en él sueño con la tierra venidera
2 – en vista del eterno gris del invierno berlinés se despierta un deseo metafísico de un jardín luminoso y floreciente en pleno invierno
– olores azules y a nieve
3 – en la prehistoria fluía el agua del deshielo por lo que hoy es la vecina calle Langenscheidt, que tiene una ligera pendiente
– quizás las inclinaciones de mi calle indican una antigua colina. Estoy en pendiente
4 – la flor se inclinó hacia él y los pétalos formaron un collar azul extendido en el que flotaba un rostro cariñoso
– salgo fuera y el árbol de laurel lanza
5 – por ejemplo, los eléboros negros son casi inmortales si se los deja en paz. No les gusta moverse ni viajar. Acaso la mortalidad sea el amargo precio que hay que pagar por habernos emancipado de la tierra, por poder movernos libremente, por ser autónomos y mantenernos en pie por nosotros mismos. Según eso, la libertad consistiría en la mortalidad
6 – hablando con jardineros en alemán, un idioma que me resulta muy familiar, a veces me adentro en una hermosa lengua extranjera, en un bello mundo extraño
– una vez le pregunté a una flor por su nombre común y por su nombre científico y no me respondió
7 – y de pronto algo así: ¿que surja un sentimiento porque pétalos toquen pétalos?
– los veo y suenan al olor de los jazmines de otoño
8 – hoy he nadado en pos de una gaviota de pico amarillo. Estaba posada tranquilamente en el agua. Cuando quise tocarla echó a volar. La gaviota es un animal muy encantador
– lo es
9 – o la realidad se desrealiza y acaba reducida a una ventana dentro de lo digital. Nuestro campo visual pronto parecerá una pantalla tridimensional. Cada vez nos alejamos más de la realidad. Mi jardín es para mí la realidad recuperada
– finalizo el libro y lo dejo en la lumbre junto a troncos de encina
– cojo las cenizas con las manos y servirán para los marrones de las setas y los verdes de los libros.