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Mientras tanto¿Cómo comencé a vender matrioskas bordadas?

¿Cómo comencé a vender matrioskas bordadas?


 

Para contarles cómo comencé –y continúo– vendiendo mis matrioskas bordadas vale la pena dar algunos antecedentes. Debo decir que mi inclinación por la creación manual ha sido parte de mi vida desde muy tierna edad. A eso hay que sumarle que mi talante compulsivo me ha llevado siempre a producir más de lo que se ha consumido en mi hogar. La resultante lógica de lo anterior es, nada más y nada menos, la necesidad de vender los excedentes.

 

Así, antes de cumplir diez años tuve varios microemprendimientos, para ponerlo en lenguaje actual. Vendí dibujos a mis compañeras en el colegio (mientras las profesoras no me lo prohibieron), paletas de frutas y de leche a los vecinos del barrio, delantales de retazos a las desprevenidas visitas a la casa paterna. Por supuesto que contaba con el apoyo de alguna mujer cercana: mi abuela o mi madre eran las socias principales en estas industrias.

 

Cuando, hace cinco años, las matrioskas bordipintadas empezaron a florecer en mi gineceo, de manera «natural», sin mucho pensarlo, yo sabía qué hacer con ellas: venderlas. No era una opción acumularlas en una repisa. Además, antes de ellas estuve haciendo figuritas de fieltro, que también vendí como pude: a los amigos y a los parientes, en alguna feria de artesanías, en la tienda-taller de mi madre (El Yagual se llama), o ayudándome de Facebook.

 

Los mismos métodos eché a andar con las matrioskas aunque, esta vez, con un plus. Miguel, mi marido, comunicador y propagandista, me hizo ver que necesitaba una marca que definiera mi producción. En esa búsqueda surgió el nombre de Gineceo. Les cuento cómo. Yo había impartido una clase de historia sobre la vida cotidiana de la Grecia clásica y me había sentido atraída por el espacio doméstico femenino –el gineceo–, donde tenían lugar la crianza de los hijos al lado de una intensa producción cultural. Un día de julio de 2012, poniéndole el pie a una foto (ver abajo) donde estábamos mi madre, mi tía y yo, la palabreja se hizo presente: Gineceo sería mi marca.

 

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Redes sociales

 

¿Cómo hacer para que la gente de tu entorno conozca lo que hacés y sepa que lo vendés? En mi caso, las redes sociales han sido la respuesta.  Recuerdo haber sido muy reacia a entrar a Facebook hasta que un día me convenció mi amigo Élmer Menjívar al decirme que eso me permitiría proyectar públicamente lo que yo hacía. Dicho y hecho.

 

Debo admitir que mi presencia en redes sociales ha llegado a ser bastante calculada. Matrioskas, matrioskas y más matrioskas… con algún paisaje, flor, o croché intercalado, y esporádicamente una foto familiar. El resultado ha sido favorable: la gente me relaciona con las muñecas rusas. Me etiqueta en fotos o caricaturas de matrioskas, incluso hay quien me dice «María matrioska».

 

Mis primeras rusas las vendí por Facebook. Subía fotos a mi perfil personal, y alguien me enviaba un mensaje privado preguntando precios y detalles para hacer el intercambio. El taller y venta de mi madre ha sido instrumental a la hora de concretar las transacciones. También he entregado matrioskas en gasolineras y centros comerciales, en mi casa y en mi oficina.

 

Mi más reciente venta la conecté por Instagram, mi red social consentida en estos días. También estoy en Flickr, donde guardo en álbumes todas las fotos de mi producción; en Pinterest, donde el número de pines casi alcanza los 50 000 y el de seguidores anda pisando los 40 mil; en Tumblr, donde republico entradas de este blog y fotos de Instagram; y en Twitter, donde casi no hago nada, pero allí estoy. De vez en cuando surge alguna venta en uno de estos canales, ya sea que para el mercado local o para el internacional.

 

Mercado internacional

 

En el 2013 abrí la tienda virtual Gineceo en Etsy, una especie de mercado o centro comercial especializado en productos hechos a mano. La plataforma de Etsy me encanta por ser muy amigable y estética (por contraste con eBay, por ejemplo), además sus tarifas son razonables y tiene muy bien definidas sus políticas para vendedores y para compradores.

 

En el 2012 comencé a explorar la posibilidad de tener mi puestecito en Etsy. Me leí la información sobre los requisitos y los costos de mantener una tienda allí; fui a la oficina de correos a averiguar tarifas; también investigué sobre formas de empacar las muñecas y de tomar las fotografías. Tuve la suerte de reunirme con una pionera de los salvadoreños en Etsy: Caro Cerén, de Bioarte. Ella fue muy amable en recibirme en su taller y responder todas mis preguntas, animándome a vender mis muñecas en esa plataforma.

 

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Mis primeros tiempos en Etsy fueron decepcionantes. Pasaban los meses y no vendía nada. Hasta que a inicios del 2014 mi primo Óscar Abel Morán, que vivía en California, me encargó a la matrioska Vilma (foto arriba) para regalársela a su primera nieta. Con esa venta hice «nombre de Dios», es decir, rompí el hielo. No puedo afirmar que desde entonces hasta hoy mi puesto en Etsy ha ido viento en popa. Más bien avanza impulsado por una tenue brisa…

 

En los tres años transcurridos entre febrero de 2014 y hoy que esto escribo he realizado 76 ventas en Etsy. En relación con el mercado local equivalen a una tercera parte aproximadamente. Prometo que escribiré otra entrada sobre mi experiencia al abrir y mantener una tienda en Etsy: es una pregunta que me hacen muchas veces otros colegas creadores y productores en pequeño.

 

Encargos

 

Lo que menos me gusta de vender mi producción manual son los encargos. Sobre todo los encargos muy personalizados. En términos generales, me da pereza diseñar las ideas de otros… aunque, debo admitir que, muchas veces, esas ideas terminan en resultados geniales. Es el caso de la Fridita que hice para mi prima y artista visual Martha Barrachina. Me costó mucho arrancar, pero estoy más que complacida con la muñeca terminada. De hecho, estoy haciendo ya la tercera Frida, por encargo, y tengo una cuarta encargada.

 

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Algo parecido ocurrió con las Mariitas de Guadalupe (foto arriba). El año pasado diseñé e imprimí virgencitas a las que llamé Mariitas. Una colega del trabajo me encargó una que se pareciera a la Virgen de Guadalupe. Para lograr tal cosa, pinté con crayolas el manto, el vestido y la aureola. Las Guadalupitas se han convertido en un best-seller (a pequeña escala, claro) en mi Gineceo.

 

Por hoy dejémoslo aquí, quedo pendiente con la entrada sobre cómo montar una tienda en Etsy.

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