L y D quedan un viernes con una amiga a la que tienen tiempo sin ver. Se citan para comer en un restaurante peruano llamado El Inti de Oro que está en la calle Echegaray. Llevan a M que tiene tres años. Una vez en el lugar, y tras los saludos de rigor, escogen una mesa para comer. La niña que se sienta como otro comensal más, mira a su alrededor, busca con qué entretenerse. Desafortunadamente, no tiene a mano ni libros ni juguetes ni ninguna de sus cosas para hacer más llevadera la velada entre mayores. Con las prisas sus padres se han olvidado de empacarlos. Craso error.
Tras pedir cada uno un plato, los adultos comienzan a conversar. La niña coge un cubierto y lo usa como baqueta para tocar la mesa, L la mira, le dice que no lo haga, y sin esperar que M cese de hacer ruidos le quita el “instrumento” y lo aleja de la niña. M se avergüenza, pone las manitos sobre su falda y las frota, mientras balancea sus piernas debajo de la mesa y mira al techo. En cuanto su madre vuelve a la conversación, M coge una copa vacía, simula que toma de ella, pero cuando intenta ponerla en su lugar, la copa se cae en la mesa. L vuelve a la carga, molesta, le recrimina el que juegue con las cosas de la mesa. La niña se muestra apenada, mira a su padre como buscando auxilio. D mira a L, con un gesto intenta que entienda que la niña está aburrida y que sin nada con qué distraerse no lo tiene fácil, pero L está más cabeza dura que nunca y no hace caso a D. S, la amiga, atrapada en medio de la situación, parece sospechar que la velada no terminará bien.
Por suerte, llega la comida. Ceviche de merluza, chupe de camarones, anticuchos y arroz chaufa de pollo, son distribuidos por la mesa a modo de calmante de la tensión familiar. D le acerca a M el arroz. La niña, cansada, hambrienta y fastidiada con los continuos regaños de su madre, no quiere probar nada. Su padre le insiste, pero la niña se hace rogar, no da su brazo a torcer. L intenta intermediar, pero D le deja claro que ya ha hecho suficiente alarde de autoridad por esa noche. S intenta calmar los ánimos conversando con L. Le pregunta qué tal le va en el trabajo. L le cuenta de algunas colaboraciones que ha conseguido y algunos proyectos que tiene en mente.
D, tras conversar calmadamente con la niña, consigue que pruebe su comida. Así, mientras hablan y comen los mayores, M termina su plato de arroz y se muestra de mejor humor.
Para terminar la cena, L y S piden dos postres: suspiro a la limeña y pie de limón. D prefiere un café americano. M prueba un poco de pie.
Con la cuenta, llegan tres chupitos de algarrobina a cuenta de la casa.
La velada llega a su final. A la salida del restaurante, S se despide de la familia, seguro que va pensando en no repetir la experiencia, por lo menos no en lo que queda de año. D y L se van un poco preocupados por todo lo que ha pasado. M va en su coche, la ha vencido el sueño. Mientras caminan por la calle Huertas, L y D conversan sobre lo sucedido. No volverán a cometer los mismo errores, antes de salir de casa la niña irá comida y llevará todo lo que necesite.
D le recuerda a L que han quedado con unos amigos dentro de un par de semanas para cenar. L le dice que seguro que todo saldrá mejor.