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Cómo detectar a un guiri en Beirut

 

Son varias y muy evidentes las maneras de detectar a un guiri en territorio libanés. Empezando por la forma de vestir, ellas con calzado plano y vestido de ama de llaves centroeuropea, como si uno viniese a la vida a sentirse cómodo y no a encaramarse a unos tacones desde los que poder refrotarle las tetas a algún incauto, casi siempre bajito, pero con posibles. Suele acompañarlas algún barbilampiño blancucho, parado cual pasmarote en medio de la calle ante un trozo de muro derruido. Lo fotografía fascinado por el hallazgo, con ese toque inequívoco de los artistas que han detectado una obra de arte virgen en la que nadie había reparado antes. Estudia la posición del sol, aproxima el objetivo, lo van a flipar sus mil colegas menos viajados de Instagram con las fotos de sus agujeros de bala. En Mogadiscio o Chechenia le escupirían sin misericordia a la cara…Un perro medio obeso paseado por una chacha filipina echa una meada junto a la pared antes de proseguir con paso desganado. Nada inquieta al artista que ahora inmortaliza, todo sensibilidad, una chancla carroñosa y polvorienta abandonada en una acera, probablemente en una desbandada de sirios de algún pesado de la ONU. Una joya digna de un retrato, un “Matrimonio Arnolfini” dejado de la mano de dios en medio de la basura…

 

Luego está la típica o típico que quiere mezclarse con la fauna local y en un gran atrevimiento hacerse, incluso, pasar por uno de ellos. La francesa que le cuenta su vida al vendedor de pulseras y demás chatarra falsificada y que sonríe encantada de poder hacer gala de esa pronunciación de mierda que tiene y por la que los libaneses le están timando cientos de dólares al mes mientras se descojonan en su cara. El chatarrero aprovecha y arrima un poco el rabo para que la interfecta disfrute de la experiencia “Middle East” hasta el fondo. No falta tampoco el yanki que compadrea con el chaval de la tienda de manushes, esa especie de pizza autóctona que está condenando a la gordura más implacable a buena parte del país, y que practica los números en árabe cual eficiente macaco con los deberes recién hechos. El yanki enrollado le da un toque en la espalda al árabe, que vean los moros que los americanos estamos super concienciados con los problemas de las razas inferiores, a ti que te pasa morito, vamos a arreglarte tus desgracias poniéndote una democracia como no la has visto en tu puta vida. Dame un abrazo que hemos venido a salvarte bro, ¿conoces ya el culo de Kim Kardashian?, una de primavera árabe por favor.

 

Pero más insoportables resultan las que vienen aquí a probar el lado salvaje de la vida echándose un novio sirio,viviendo en primera persona de Facebook, y con el pasaporte Schengen bien comprimido entre los muslos, las mejores matanzas del año. Ella saca a pasear de la manita a ese refugiado agradecido a Merkel y al coño europeo, húmedo y acogedor sueño de todas las revoluciones de reprimidos. De esto tiene que haber alguna categoría en el you porn al respecto…

 

Y no menos llamativas, las incautas borrachas extranjeras que a las dos de la mañana hacen su entrada en el Metro Al Madina, un antro en Hamra al que solo va gente de poco fiar y en el que no dejas de dar gracias al cielo de que no haya cámaras grabando los mejores momentos de la madrugada. El ama de llaves de turno se deja abrazar, quien sabe si mimosa o puesta hasta las cejas, por un nativo al que cuesta divisar entre las banquetas más altas y que desliza peligrosamente su mano hacia las nalgas de la chica para protegerla de todos los conflictos armados ante los que el Líbano siempre se halla al borde. Y aquí no pasa nada. Un indio cabreado te mete la fregona entre los tobillos a traición, es el único que no va a pillar cacho fijo. Por indio.

 

Yo también he sido guiri, a veces, pocas, cuando hago como que la cercanía es mejor que sentirse extranjero.

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