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Cómo era la anterior era teatral para Ainhoa Amestoy

Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Estas semanas, después de dar y recibir un sinfín de clases online, he recordado a Ricardo Doménech, maestro de muchos de los que nos dedicamos ahora al teatro: sin él poco sabríamos sobre García Lorca, Buero Vallejo, Valle-Inclán o Max Aub. Doménech impartía las clases con sus amarillentas fichas clásicas de fichero clásico y con sus programas escritos a máquina, con un aroma de otra era, muy lejana a la actual. ¡Qué diferencia tan abismal entre eso y nuestra docencia, tutorías y reuniones a través de Teams o Skype!

Resulta difícil establecer a través de las pantallas conceptos básicos del teatro como el “aquí y ahora” o la “acción-reacción”. Tenemos que asumir que la “reacción” por Zoom llega inevitablemente con segundos de retraso y que el “aquí” se ha multiplicado al estar cada uno recibiendo desde su espacio de confinamiento.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Quisiera hablar de dos espectáculos de pequeño formato y realizados por jóvenes creadores. Uno de ellos es un texto del dramaturgo inglés Duncan Macmillan: Pulmones, una muy interesante elección del director José María Esbec, con dos intérpretes fantásticos: Zaida Alonso y Alberto Amarilla. La otra propuesta es Soka, primera pieza teatral de Mikel Gurrea; muy bien defendida por el actor Iñaki Rikarte. Ambos espectáculos me interesan, entre otras cosas, porque me permiten seguir lo que se ha escrito en las últimas décadas o se escribe actualmente, dentro y fuera de España, y porque reflexionan acerca de temas que nos incumben hoy en día. En este sentido, pero cambiado de formato, no quiero dejar de mencionar Jauría, de Jordi Casanovas, sobre el juicio realizado a La Manada, dirigida magníficamente por Miguel del Arco y con un potentísimo elenco. El teatro documento, que siempre me ha llamado la atención de manera especial, ha encontrado una muy buena recepción en los últimos años.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Las últimas obras que vi fueron Andanzas y desventuras de Juan Rana (CNTC / Ron Lalá), Elena Fortún (CDN) y Agua, azucarillos y aguardiente (Teatro de la Zarzuela); a todas ellas fui con mis estudiantes de la Universidad del Sur de California y de la Complutense. De la primera rescato el talento de Ron Lalá al completo. Tengo debilidad por esta compañía desde que conocí a Álvaro Tato en la RESAD, y buena muestra de ello es que el último espectáculo que hemos estrenado Alejandro de Juanes y yo con Estival Producciones, titulado Amor, amor, catástrofe, está protagonizado por Juan Cañas, uno de sus miembros. De la segunda, destaco la labor de mi admirada María Folguera, una mujer capaz de todo lo que se proponga y más. La tercera me interesa especialmente por el trabajo que está realizando Daniel Bianco con el Proyecto Zarza.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

Ainhoa Amestoy

Incluyo esta foto que hizo el músico David Velasco de los ensayos de Desengaños amorosos en el mágico Corral de Comedias de Almagro, hace dos veranos. En ella salen mis queridos actores y actrices (Ernesto Arias, Lidia Navarro, Silvia de Pé y Manuel Moya), Raquel Berini (ayudante de producción y dirección) y Otto Rincón (mi jefe técnico desde hace doce años). Me gusta especialmente porque me recuerda los primeros pasos de esta función, muy especial para mí (consiguió en febrero el Premio ADE de Dirección de Escena), y porque me conduce a Almagro, donde debuté como actriz hace veinticinco años, en el Claustro de los Dominicos con Miguel Narros, y que siempre ha sido un lugar de fiesta, alegría, crecimiento, encuentro e intercambio teatral y personal. Ojalá el mundo se vuelva a iluminar pronto, como decía el eslogan de la pasada edición del festival, de la gran Sor Juana Inés de la Cruz: “el mundo iluminado, y yo despierta”.

(Ainhoa Amestoy, directora de escena)

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