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Cómo era la anterior era teatral para Carlos Luengo

Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Es difícil elegir entre todas las cosas que el teatro me ha hecho vivir. Desde el día en el que rompí con mi vergüenza atreviéndome a ir a mi primer día de ensayo con la compañía de teatro Oberón, pasando por todos los viajes que hice con Las mujeres sabias que montó el Colectivo Teatro Telar, hasta la última cena que tuvimos mis compañeros de Metálica después de despedirnos de nuestro público por última vez en el María Guerrero.

Pero ya que me preguntas por una en concreto… Con Oberón participábamos todos los años en un certamen de teatro para institutos. El año anterior se había celebrado en nuestro instituto de Béjar, el Ramón Olleros Gregorio, y arrasamos con Ninette y un señor de Murcia dirigida por Puri Pozo, con Sheila Sánchez, Sandra González, Carlos García y un servidor. Aquel año se celebraba en un instituto de Salamanca de cuyo nombre, sinceramente, no puedo acordarme. ¿La obra? Las cinco advertencias de Satanás. ¿La escenografía? La misma que usamos para montar la casa de Ninette, solo que con muebles diferentes. Llevábamos  diez minutos de obra cuando, de repente, una de las paredes de nuestra escenografía se desenganchó y se me cayó encima. Tal vez no llegué a estar ni un minuto bajo aquella pared, pero en mi mente el tiempo se frenó. Por un segundo pensé que estaba en uno de esas pesadillas que tienes el día anterior al estreno, pero no era así. Cuando me quitaron la pared de encima, la volvieron a enganchar con la otra, añadiendo tornillos nuevos, y así, sin más, la función continuó. Ahí me di cuenta de que la vergüenza que de niño me echaba para atrás, había pasado a mejor vida y lo gracioso de todo es que no vivimos el éxito del año anterior pero, por alguna razón extraterrestre, ganamos el premio a la mejor escenografía.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Pues ahora estoy perdido un poco perdido en fechas pero creo que La fuerza del cariño pertenece a la última temporada que hemos dejado. La recuerdo con mucho cariño porque fui a verla con mi familia y la disfrutamos mucho, pero lo que más me gustó fue ver brillar a mi compañera de Metálica, Marta Guerras. Parte de la historia de mi personaje, Venti, en Metálica, giraba en torno a la relación que tenía con Cindi, su robot sexual, y esa fue una de las razones por las que mi yo real sintiera unión con Marta. Al verla sobre el escenario contando otra historia, interpretando un personaje que no tenía nada que ver con la maravilla de trabajo que hizo con Cindi y brillando tanto o más, no pude evitar sentir orgullo y alegría. Era incapaz de dejar de mirarla porque incluso en los momentos en los que ella no intervenía, permanecía en el escenario contando algo desde el silencio. Fue una maravilla y un gustazo verla.

También ha sido en esta temporada en la que vi a Lola Herrera y sus Cinco horas con Mario. La verdad es que me dejó con la piel de gallina ver toda la fortaleza y energía de una actriz que tiene que ser un referente obligatorio para todos. Creo que cuando el telón se cerró, sin esperármelo, estaba sintiendo en mí mismo el desgarro con el que el personaje termina.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Lo último que vi fue Inquilino (Numancia 9, 2ºA) de Paco Gámez. De ello rescato al propio Paco. Recuerdo que aquel día yo estaba destrozado de cansancio, pero era la última función y no podía perdérmela. A Paco le había conocido en ese mismo mes porque estaba dirigiendo con LaJoven una pequeña pieza teatral para el programa de Sánchez y Carbonell y yo era uno de los actores. La emoción me invadió desde el principio porque era la primera vez que volvía a la sala de la Princesa desde que termináramos con Metálica y un montón de recuerdos y nostalgia afloraron en mí. Sin embargo, cuando Paco comenzó, todo en lo que pudiera pensar se esfumó, incluso el cansancio con el que llegué. Disfruté tanto y consiguió que me metiera tanto en la historia que cuando terminó no pude evitar mirar la hora para asegurarme de que no duró solo diez minutos y, efectivamente, no fue así. Fue una experiencia espectacular.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
Bueno… sinceramente, la primera foto en que había pensado es del libro de Metálica, porque da igual el tiempo que pase, esa obra me ha marcado tanto que nunca voy a ser capaz de no hablar de ella cuando me pregunten por lo más importante de mi profesión. Sin embargo… como mis queridos Iñigo Guardamino y Esther Isla ya han puesto sus fotos de Metálica, yo escojo otra bonita familia con la que conviví durante un año en AZarte.

Carlos Luengo

Esta foto es del día en el que terminamos con la última función de DOSMILDIECIOCHO, la obra que Abril Zamora escribió para nosotros después de un año de entrenamiento en el que pudimos disfrutar de algunos de los personajes de sus muchas obras. Fue un DOSMILDIECIOCHO muy especial que estrenamos en junio de 2016 y que todos nosotros disfrutamos con mucho amor. Desde luego, aquel año que compartí con mis compañeros y con Abril es uno de los más especiales de mi trayectoria, porque me hizo crecer como actor, me hizo vivir y superar el primer bajón actoral que todos tenemos presente a lo largo de nuestra carrera, me hizo dar vida a personajes que estaban alejados de mi perfil, porque ella confió en que podía hacerlo y aprendí que, con trabajo, con ganas, con ilusión y, sobretodo, con un buen elenco, los límites de un actor o una actriz no existen.

(Carlos Luengo, actor)

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