Home Mientras tanto Cómo era la anterior era teatral para Carmen Carbia

Cómo era la anterior era teatral para Carmen Carbia

Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?

Tengo varias anécdotas. La primera, con la obra Todo lo que está a mi lado que pude ver en Teatros del Canal. Era la primera obra del Festival de Otoño. Fuimos el primer día. Los primeros en llegar. Los primeros en la fila. Yo deseaba meterme en la cama con María Morales o Susi Sánchez. La más cercana a la entrada era la cama de María. Pero, Carlota Guivernau, productora de la obra, dirigió a José Miguel, mi marido, hacia esa cama. Yo tuve que acostarme con otra actriz que no resultó nada mal porque la experiencia es muy intensa y estremecedora. Imagínate qué fascinante hubiera sido si mi sueño se hubiera cumplido con Susi o con María, dos actrices que me encantan.

La segunda, con la obra Sin título de Grumelot en la sala Nave 73. Basada en Comedia sin título de Lorca. Éramos muy pocos espectadores y todo estaba controlado por WhatsApp. Ya llevábamos un buen rato esperando en la entrada. Sale Carlota Gaviño a informarnos que enseguida daría comienzo la función. De pronto, veo que cada espectador toma un rumbo diferente en la calle. A nosotros nos dirigen hacia Embajadores. A medio camino nos piden que nos paremos. Llega Maitane Aspe, actriz de la función, a la que yo conocía del teatro Kamikaze y creía que también era espectadora. Se para un coche con un conductor y nos invita a subir. Yo pensaba que todo era una broma de mal gusto. El caso es que como éramos tres, decidimos subir a dar una vuelta al barrio, mientras Maitane y el conductor -otro actor- empezaron a actuar. De vuelta a la sala, continuó la obra que fue muy participativa y una experiencia única. ¡Y yo que quería volverme a mi casa…!

La tercera, con La cantina de Teatro en el Aire en la minúscula sala Juan Gallery. Al entrar, te descalzas para sentir el frío de las losetas en tus pies. Una experiencia sensorial con todos los sentidos: gusto, olfato, tacto, excepto el de la vista porque todo se desarrollaba en plena oscuridad. Ahí, en esta obra, José Miguel era el «rey».

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?

La temporada ha sido corta. Aun así, vi ciento diez obras en sala. Tengo varias grabadas en mis recuerdos.

Nise, la tragedia de Inés de Castro de Nao d’amores en Teatro de la Abadía. La obra total, de una belleza inigualable. Soy fiel a Ana Zamora y procuro ver todo lo que hace porque me fascina. El elenco encabezado por José Luis Alcobendas y Natalia Huarte, la música de Alicia Lázaro, la asesoría de verso de Vicente Fuentes, el vestuario de Deborah Macías, la escenografía de Ricardo Vergne, todo es de tal belleza que la hacen una obra redonda e inigualable.

Sea Wall con Nacho Aldeguer en Teatro de la Abadía. Una tarde en el jardín. Él sentado en un banco y veinte espectadores a su alrededor. Resulta tan veraz la tragedia tan terrible que el actor te cuenta que crees que estás escuchando una historia íntima de un amigo. Soberbia. Espero poder volver a verla en el iglú. Será difícil porque sólo es para ocho espectadores, pero volverá a merecer la pena.

El monstruo de las dos espaldas y Sed erosiona en programa doble en la sala Cuarta Pared. La Phármaco es otra de mis debilidades y en estas dos obras la pasión y la fuerza están muy presentes.

Los días felices de Beckett versionada y dirigida por Pablo Messiez que vi en el teatro Valle Inclán con Fernanda Orazi en el personaje de su vida y Francesco Carril, y que me recuerda mucho a la época que estamos viviendo ahora con el confinamiento por causa del COVID-19.

También me gustaron mucho Terrenal de Mauricio Kartun en Teatro de la Abadía (era la segunda vez que lo veía y me subyugó aún más que la primera); Daimon y la jodida lógica de Ana Vallés del grupo Matarile, también en la Abadía; El rey Lear de Atalaya en el Teatro Fernán Gómez; Tiestes (otra vez Grumelot) en Conde Duque (una obra brutal) y Las cosas que sé que son verdad en Teatros del Canal -de Andrew Bovell, autor de Cuando deje de llover, una obra espléndida-, dirigida por Julián Fuentes Reta, un retrato familiar en el que brilla Pilar Gómez (la maravillosa Emilia que vi en Teatro del Barrio y que recibió un Premio Max por esa obra; encarnaba también en Bodas de sangre de Pablo Messiez a una vecina y estaba genial).

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?

La última obra que vi en sala fue el 8 de marzo Curva España en Teatros del Canal, de mi queridísimo Grupo Chévere, con Miguel de Lira y Patricia de Lorenzo, dos actores que estaban también en Eroski Paraíso (la última obra que vi en Matadero antes de que pasara a denominarse Centro de Artes Vivas, y que me encantó porque retrata a la perfección la identidad psicosocial del gallego).

Esa misma semana la tenía totalmente programada para ver Traición en Teatro Kamikaze; Delicuescente Eva en Teatro Abadía con Javier Lara (estupendo, por cierto, en Sueños y visiones de Rodrigo Rato, con Juan Ceacero, que también vi en Teatro Kamikaze; y todavía me araña la memoria Scratch junto a Fernando Delgado Hierro), Natalia Huarte y de nuevo mi adorada María Morales; Bodas de sangre en Tribueñe (¡qué buenos son siempre haciendo teatro ‘a fuego lento’!); Carmiña en Teatro del Barrio, sobre Carmen Martín Gaite, una de mis escritoras favoritas; La chica que soñaba del Cross Border Project de Lucía Miranda en Conde Duque y El otro de Miguel de Unamuno en versión de Alberto Conejero en Teatro Fernán Gómez. Espero y deseo que más pronto que más tarde pueda verlas. La paciencia es una de mis mayores virtudes.

En Teatroteca, en este periodo de confinamiento he visto veintinueve obras de la anterior era teatral, entre las cuales destacaría Urtain dirigida por Andrés Lima, con un Roberto Álamo soberbio (también está mi querida María Morales) y De ratones y hombres dirigida por Miguel del Arco con Fernando Cayo y Roberto Álamo, estupendos los dos.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era… (Y decirnos el por qué.)

Carmen Carbia

La fotografía tiene su historia. Que conste que tengo muy pocas porque no me gusta nada ni fotografiar ni ser fotografiada. Me gusta más conservar el recuerdo en la memoria.
Cosas que se olvidan fácilmente de Xavier Bobés se había representado en el Teatro Español. Es teatro de objetos para cinco espectadores. Fue imposible verla. En mayo de 2018 me enteré que la ponían en el Corral de Comedias de Alcalá, pero sólo tres días. Hice algún comentario en redes. Alberto Conejero lo vio. La carambola fue perfecta: a Andrés Requejo (el actor de la maravillosa Elegy) le sobraba una entrada y se lo comentó a Conejero; Alberto se acordó de mí y allá que nos fuimos un domingo a las 12 de la mañana. Allí nos encontramos con María Prado (actriz/dramaturga/directora) y Fernando de Retes (actor). Era mi primera aproximación al teatro de objetos y ha sido, después de haber visto varios montajes más, el más fascinante de todos. El ambiente vivido esa mañana, tan íntimo, cómplice y embelesador creado por Bobés creo que será difícil de olvidar para los cinco espectadores que asistimos ese día 6 de mayo y quedará para siempre grabado en nuestra memoria teatral.

(Carmen Carbia, apasionada espectadora de teatro y #tuiteatrera)

Salir de la versión móvil