Porque está claro que hemos pasado una era teatral, en la que crecimos, nos formamos, aprendimos… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?… ) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue la era teatral que acabamos de dejar, proponemos una serie de entrevistas breves, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…
¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
No es tanto una anécdota como una experiencia inolvidable, porque tengo un especial cariño al proceso que hicimos con La geometría del trigo. Para iniciar el proceso de laboratorio que desarrollamos durante un año, Alberto Conejero nos convocó en su casa de Vilches, ya que la obra trascurre en la cuenca minera de Jaén. Nos acogió en la casa que tiene allí su familia y ensayábamos en el Teatro Miguel Hernández que está enfrente. Nos preparó un tour por las minas de Linares para que conociéramos la realidad del trabajo en las minas y su historia fue impactante. Trabajo de documentación a tope, unido a empezar a explorar en el teatro los materiales de la obra, y luego paseos por los olivares, visitas a lugares concretos que están en la obra, y, por supuesto, la convivencia en la casa, hacer la comida juntos, cenar juntos, la sobremesa y los brindis. En fin, compartimos muchas cosas en cuatro días intensos en los que sentí que se consolidaba un equipo y el inicio de la aventura de La geometría. Fue fundamental el reírnos y disfrutar de estar juntos, y el empezar a conocernos más profundamente. Algo precioso era cómo por la mañana, cuando estábamos desayunando, bajaba Alberto (que casi siempre se despertaba de los primeros) con una escena reescrita o un nuevo texto que había terminado en la vigilia de la noche en la que, por supuesto, no había dormido, sino que había estado escribiendo inspirado por lo que había sucedido en el ensayo.
Un día le dije que creía que a mi personaje, le hacía falta un soneto (así llamaba Alberto a los monólogos poéticos de los personajes en la función, los momentos en que los personajes dejaban ver su alma). Cuando llegué a Madrid ya tenía el soneto, y es de los textos más bellos que he dicho en un escenario. Es un regalo trabajar con autor tan cerca, que el autor escriba inspirado por el trabajo de los actores y por los seres humanos que interpretan a sus personajes. Esto es algo que aprendimos con Conejero y algo muy especial que él me regaló.
¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Ha sido para mí una temporada muy llena de trabajo (me siento muy agradecida), porque estaba con dos funciones al mismo tiempo de gira y tenía poco tiempo para disfrutar del teatro como espectadora, pero unos días antes de empezar nuestra temporada en el Teatro María Guerrero con Divinas palabras pude ver Why de Peter Brook, y me llegó muy hondo. En primer lugar, al imaginar a Brook a punto de cumplir 95 años creando esta pieza con estos tres maravillosos interpretes (maravillosos en sus edades, en su capacidad de juego y sencillez). Luego, supe por los técnicos del teatro que se había fisurado una costilla en una caída poniendo luces. La obra fue creada a partir de esta frase de Meyerhold: “El teatro puede ser algo muy peligroso”.
En algún momento de la función se dice “Llegar a la simplicidad es muy difícil” y esto me caló, hacia ahí me quiero encaminar como intérprete y como creadora. Reí, lloré y me hice las preguntas fundamentales sobre este arte que tanto amo, el teatro, pero en el fondo son las preguntas de la vida. Retuve textos en mi memoria para copiarlos en cuanto termino la función en mis notas del móvil, con la ayuda de mis amigos que me acompañaron ese día al teatro, los dos Jorges, y ahora los recupero más o menos como yo los retuve, que no son exactas las palabras, pero son como yo las recuerdo. Ante la pregunta “¿Cuál es la verdad?”, siguieron otras como “¿La verdad de la vida o la verdad de la representación? ¿La de la realidad o la de la ficción? ¿La verdad de los sentimientos o la de la representación? ¿La verdad concreta o la verdad abstracta? Hay tres verdades: mi verdad, tu verdad y la verdad.” Sentí que Brook estaba en esa percepción propia de los seres iluminados en las que cada palabra estaba llena de múltiples sentidos y a la vez todo emanaba pura simplicidad.
No puedo dejar de nombrar también mi experiencia con Lo nunca visto de La Estampida. Quedé atravesada en la butaca por el derroche de talento, técnica y compromiso de las tres actrices creadoras (Alicia Rodríguez, Belén Ponce de León y Ana Turpin) y por el genio creativo de José Troncoso, su director. Es lo más disparatado y profundamente humano que he visto nunca, Lo nunca visto…
Y también disfruté muchísimo de Shock (El Cóndor y el Puma), deliré con esa troupe dirigida por Lima, sentí el rito del teatro, la celebración, el sentido reparador de la catarsis colectiva.
Para mí, recuperar el sentido del rito es fundamental. Los griegos lo hicieron, nosotros tenemos la obligación de descubrir cómo es nuestro sentido del rito en el teatro, sobre todo tras esta pandemia.
¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
El 6 de marzo fui por última vez al teatro como espectadora. Alumnos míos y amigos, Jorge Serra, María Bigeriego y Pablo Lanzillota estrenaban Tríbada de Per Olov Enquist en Nave 73. Es un texto muy complejo y moderno, me interesó mucho el trabajo de dramaturgia en el que incluyeron otros textos de Strindberg y reflexiones sobre el teatro muy desde ellos mismos. Luego, en el bar, un grupo de amigos conversamos con el director y la actriz con mucha pasión y fiebre creativa, compartiendo lo que habíamos vivido y queriendo saber más del proceso de trabajo, de lo que estaba en desarrollo, abriendo nuevas posibilidades. Me da mucha alegría compartir de una manera abierta con gente de teatro que quiere crecer, que cree en el proceso y que después del estreno siguen en la búsqueda y en la experimentación. Para mí el teatro o se hace así o no le veo el sentido.
El 7 de marzo estuve encima del escenario, por última vez en esa era, en el teatro de Móstoles con Divinas Palabras, novecientos espectadores que aplaudieron a rabiar, uno de los aplausos más largos que he sentido nunca. Todos nos quedamos conmocionados al sentir tanta muestra de cariño y reconocimiento. Creo que en el inconsciente colectivo estaba la despedida, el adiós al teatro por un largo tiempo, el fin de una era teatral, aunque entonces no se nos había pasado por la cabeza lo que estaba a punto de suceder.
Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
La primera es con mi compañero y querido amigo Alberto Berzal antes de la última función de Divinas Palabras en el escenario del María Guerrero el 19 de enero 2020. Me gusta llegar al teatro pronto, tener un tiempo para mi preparación en camerino y también en el escenario para hacer ejercicio, probar voz, jugar alguna escena, estar sintiendo a los compañeros, a las técnicas y técnicos, el patio de butacas, el escenario. El Rito previo a la Celebración de la representación.
La segunda es el escenario de la sala Francisco Nieva en el Valle Inclán durante la temporada que hicimos con La geometría del trigo en febrero de 2019, momentos antes de empezar la función, celebrando el poder contar esta historia, el estar juntos, calentando motores, dispuestos a darlo todo. Ellos son mis geométricos queridos, empezando por la derecha, Juan Vinuesa, Zaira Montes, José Troncoso, José Bustos, yo misma y Eva Rufo.
(Consuelo Trujillo, actriz, creadora y maestra de interpretación)