Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…
¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
No es exactamente algo para recordar con cariño, pero sí es una anécdota: estaba viendo entre el público la última función de Metálica en el Centro Dramático Nacional y cuando quedaban un par de escenas para el final oí el típico ruido haciéndose notar de un espectador abandonando la sala. “Joder, podrías haberte largado por la mitad”, recuerdo que pensé, porque cosas así distraen a los actores y rompen la concentración. La obra siguió sin más incidentes, fue muy buena función, una de las mejores, y tras el final salimos todo el equipo a saludar. Después de celebrar en los camerinos, ya en la entrada del teatro, nos enteramos que el espectador se había ido porque una escena le impresionó tanto que le dio un mareo y justo fuera de la sala vomitó y perdió el conocimiento. Mientras la función seguía dentro, el SAMUR, con presencia de la policía nacional, le atendió y el espectador, un veinteañero, se recuperó sin mayores problemas. Después de oír esto localizamos al chico, que estaba por ahí todavía un poco pálido, y se vino con nosotros a tomar unas cervezas. Eso es acabar por todo lo alto.
¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Ahora no recuerdo mucho las obras que fui a ver, tengo amnesia post confinamiento. De todas formas, de septiembre a febrero no estaba siendo una temporada especialmente memorable, o elegí mal las obras, qué se yo, pero entre las que me gustaron me quedo con Freak en el Ambigú del Kamikaze. Era una obra de estructura sencilla, dos monólogos entrelazados y la escenografía muy básica, un sofá, pero cuando algo es bueno para qué hace falta más: estaba muy bien montada, el texto de Anna Jordan era hilarante y muy triste. Para rematarlo, las protagonistas, Lorena López y Alicia Cuéllar, estaban en estado de gracia. Que se dice mucho eso del estado de gracia, pero pasa poco. Esa noche, sí.
¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Una obra argentina en Teatros del Canal, ahora no recuerdo el nombre, quizás porque la entrada me la regaló un amigo que no podía ir y yo no tenía la obra en mente ni sabía de qué iba. Me gusta ir a ver obras sin conocer el argumento, pero en este caso no conocía ni el título. No es que fuera mala, simplemente era una historia un poco repetitiva, estirada a dos horas cuando la podrían haber contado en ochenta minutos. Ojo, que si la obra es buena puede durar lo que sea, veinticuatro horas en el monte y tal, pero en este caso perdí el interés. Los actores estaban muy bien, eso sí.
Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
Pues es la foto de después del estreno de Metálica, con todo el equipo que lo hizo posible. Hace tiempo que ya éramos familia, como siempre pasa en los proyectos que salen bien. Estamos cansados, felices, temerosos y colocados con lo que sea que te chuta el cuerpo en los estrenos… tuvimos suerte de poder hacerlo antes del colapso, no sé cuándo se podrá volver al teatro, ni cuántos metros habrá de separación entre asientos, pero esos momentos que a veces te da esta profesión maltratadora son los que cuentan, ningún virus puede quitarte eso. Bueno, sí, porque cuando mueres ya no te acuerdas de nada mientras abonas la tierra, pero sabes lo que quiero decir.
(Íñigo Guardamino, dramaturgo y director de escena)