Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…
¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Terminamos nuestra segunda función en el Festival de Almagro de El desdén con el desdén, de la JCNTC, en la Antigua Universidad Renacentista, me dirigí a la plaza abarrotada de Almagro (creo que es una de las imágenes que más me maravilla del Festival, esa plaza a las doce de la noche repleta de gente que acaba de salir o va a entrar a una función) y me encontré con Fran Guinot, Coordinador Artístico de la CNTC. Me dijo: el Marqués te está buscando para darte algo (el Marqués es el dueño del “Marqués”, el restaurante mítico de la plaza). Yo no le conocía, así que Fran me acompañó a buscarle. Cuando llegamos allí, el Marqués salió del restaurante y me trajo con mucho mimo entre sus manos, protegido por dos hojas, un facsímil numerado del s. XVIII de la obra El desdén con el desdén, de esos que nos ha tocado a muchos descifrar en pdf porque todos los versos empiezan en mayúsculas y están rotos, con palabras borradas y anotaciones a mano. El marqués había visto la función esa noche y estaba tan impactado y tan agradecido por lo que había sentido que, según me dijo, pensó que esa pieza que tenía en su colección personal de “cosas” de teatro (he pensado mucho en qué más tendrá en esa colección…) tenía que ser para mí. Estaba realmente emocionado y yo me puse a llorar de la impresión. Lo tengo guardado como un tesoro, por lo que ha significado esa función para mí, y por lo que significa Almagro y el teatro clásico en mi “anterior era teatral”.
¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Creo que no es de esta temporada, sino de la anterior, pero necesito decir Shock (El Cóndor y el Puma), de Andrés Lima. Porque tiene todo lo que yo quiero cuando me siento en una butaca de teatro. Recuerdo solo dos o tres funciones que me hayan generado el mismo impacto que me generó esta (una de ellas Urtain, también de Lima). Salí del teatro temblando. Por la necesidad que plantea de indagar sobre hechos históricos recientes que nos definen hoy, por el juego actoral y escénico, por la implicación en lo que se está contando y cómo se está contando, por la comedia dentro de la tragedia más absoluta, y porque tengo debilidad absoluta por las dos actrices de esta función: Natalia Hernández y María Morales. Es una obra que, sin dudarlo ni un segundo, volvería a ver.
¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Lo último que vi fue Delicuescente Eva, en la Abadía, de Javier Lara y dirigida por Carlota Gaviño. Tenía muchas expectativas con este montaje, porque el sello Grumelot me interesa siempre. No había visto ni Mi pasado en B ni Scratch, de Javi Lara, y tenía muchas ganas de ver algo escrito por él. Y con Natalia Huarte me pasa como si preguntas a la madre de la Pantoja, lo siento, es compañera de formación y amiga y la admiro mucho. Rescato la reflexión que se hace sobre la educación de género, sobre los roles familiares, y el compromiso y honestidad de los tres intérpretes. Cuando lo difícil de repente parece tan sencillo.
Y me he dejado para el final la guinda del pastel: el espacio creado por Paola de Diego. Para mí Paola no es escenógrafa a secas, es creadora, es artista plástica, tiene una poética propia interesantísima. No está poniendo en pie un espacio, está generando mil opciones, creando atmósferas, pintando sobre un lienzo cada escena, y siempre, siempre, siempre su trabajo es en pro del espectáculo. Lo que hace es muy difícil, porque multiplica la propuesta de forma exponencial generosamente, sin demostrar su presencia, pero sin renunciar a lo que ella quiere.
Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
Fotografía de Luz Soria
La foto es de Hijos de Grecia, en el Festival de Otoño, de mi compañía, [los números imaginarios]. Mi anterior era teatral son ellas y ellos, en cuerpo y alma. Hemos hecho lo que hemos querido, como hemos querido, siempre desde el trabajo sincero, placentero, riguroso y tomándonos el tiempo necesario. Son como yo entiendo el teatro. La gente a la que quiero y con la que quiero hacer esto.
Este espectáculo nos ha acompañado durante los dos últimos años. Hemos podido hacerlo en dos ocasiones en el Corral de Alcalá y finalmente esta temporada en la Abadía, dentro del Festival de Otoño. Fue un proceso de investigación de un año sobre tragedia griega, la herencia recibida, nuestra relación con el sacrificio hoy… y que sentó las bases de cómo trabajaríamos en adelante en otros procesos y nos hizo reflexionar sobre la relación que queremos establecer con el público.
En esta función el público nos acompañaba durante 12 horas, le recibíamos con una infusión, podía moverse, salir y entrar cuando quisiese, se subía al escenario para estar junto a Filoctetes, o viajaba a una cúpula en la que solo cabían diez personas para llegar a Colono… Así que sueño con volver a esa cercanía y ese compartir y acompañar. Y será en la nueva era teatral. Sueño con ello.
(Irene Serrano, actriz)