Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿septiembre? ¿enero?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…
¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Recuerdo un tiempo de mi formación como espectador teatral en que la expectación rara vez era defraudada, un tiempo en que el entusiasmo y el hambre con el que me acercaba a cuanta disciplina fuera -ópera, danza, teatro- eran recompensados con dosis interminables de alegría, conocimiento y belleza. Recuerdo cuando el teatro público proporcionaba eso en dosis diarias. Mucho antes de que esa función se refugiara a solas en la parte verdinegra de los Teatros del Canal.
¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
A fuer de ser redundante, la programación del Canal no gestionada por Clece en las últimas tres temporadas ha sido una fuente continua de alegría escénica, desde la ambición, desde lo expresivo y muchas veces desde el logro en ambas razones. Por ejemplo, recuerdo Sur les traces de Dinozord, llegado desde la República del Congo a la sala negra del Canal a finales del octubre pasado, como un dolorosísimo ejercicio de teatro documental que por momentos era simultáneamente teatro musical y, en ambos casos, verdad absoluta.
¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Recuerdo Curva España, de Chévere, que tratando cierta minucia biográfica de hace un siglo aproximadamente, hablaba en realidad de esa pulsión patria por despeñar la inteligencia pública y la moderación privada. Y más ligada a nuestros días, cuán la posibilidad del humor para observar la realidad y sus patetismos políticos es, en cambio, obligada a frenar constantemente, a detenerse o ser detenida. Recuerdo el fino retrato de esa nación que esconde los libros pero pasea la caspa.
Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
Envío una imagen de una planta. Reside en la terraza, rodeada de cactus. Representa la más duradera aportación de lo teatral a mi vida. En un mundo en el que sus mejores logros duran apenas un mes en cartel y luego desaparecen para siempre, las personas que conoces en ese proceso son un tesoro longevo. Esta planta representa a quien me la regaló, una persona maravillosa, que a su vez las representa a todas: a Carlota, a Eva, a Antoine, a Óscar, a Carmen, a Pilar, a Ana, a Jorge, a Miguel, a Higinio… mi gratitud es infinita, en esta y en las eras por venir.
(Juan Pablo García, espectador asiduo que además se tiene por exigente)