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Cómo era la anterior era teatral para Julio Provencio

Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿mayo? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido  de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
La Trilogía de la Juventud de la Cuarta Pared fue una especie de gran iniciación teatral para mí al final de la adolescencia. Recuerdo haber vivido 24/7, la tercera parte de la trilogía, con una intensidad especial, incluso antes de entrar a verla, con esa expectativa con la que ahora esperamos que saquen la nueva temporada de nuestra serie favorita. Algunos momentos y frases de la obra (‘¡Mayo, mayito…!’) se me quedaron grabados. Hace pocos meses, preparando mi paso por el ETC de la Cuarta Pared, repasé aquellos montajes de hace más de quince años, y me encontré con una sorpresa: uno de los actores de 24/7 era Jesús Asensi, el mismo Jesús para el que yo había sido técnico en su espectáculo infantil en Guindalera mucho después, el mismo Jesús pareja de Lidia Navarro a la que hace un año dirigí en una lectura en la Casa de América, el mismo Jesús campechano y currante al que había conocido en una época distinta sin relacionarlo nunca con aquel montaje. Pocos días antes del confinamiento, saliendo del supermercado con mi hijo nos encontramos a Jesús y Lidia en la puerta del local donde siguen haciendo de vez en cuando sus infantiles. Cargado con las bolsas, no pude por menos que confesarle mi descubrimiento y mi devoción adolescente. Nos reímos juntos y me invitó a que ahora que yo también soy padre me pasara a ver el espectáculo algún otro día. Ese día aún no ha podido llegar, pero en cuanto se dé la ocasión allí estaremos; y así quizá, dentro de muchos años, mi hijo descubra que el actor de aquel infantil que le cautivó cuando niño es ese Jesús Asensi campechano y currante que entonces, quién sabe, tal vez esté trabajando junto a su padre.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Requiem pour L., de Fabrizio Cassol y Alain Platel, en el Festival de Otoño, que para muchos no fue un gran espectáculo pero que a mí me emocionó profundamente. Supongo que esa emoción tenía mucho que ver conmigo, además de con la belleza de lo que ocurría en escena: por un lado, coincidió con unos días de mucho estrés de trabajo y creación, y la experiencia litúrgica que proponía la obra me atrapó desde el principio. Por otro lado, creo que una parte de mí conectó con las experiencias de hace muchos años ante las obras de Cassol/Platel (Foi, VSPRS…), que me marcaron muchísimo, con la unión de música barroca, fanfarria y danza contemporánea que en este Requiem se recuperaba.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Fue Celui qui tombe, de Yoann Bourgeois en la Sala Roja del Canal. Rescato cada momento en que lo mejor del circo poseía al espectáculo: la cercanía de lo imposible, la experiencia del riesgo real, la posibilidad de poner una capa de humor sobre la tensión de lo incomprensible. Me acuerdo de repente de Le vide (essai de cirque), de Alexis Auffray y Fragan Gehlker, que vi en el Price en octubre y que también fue una de las cosas que más me gustó de la temporada. Celui qui tombe era más lúdico, más digerible; Le vide dejaba una huella al nivel del libro de Camus en que se basaba (El mito de Sísifo).

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

Julio Provencio

Esto que veis en la foto me lleva a uno de mis primeros trabajos internacionales, como ayudante de dirección de You are my destiny (Lo stupro di Lucrezia), de Angélica Liddell. Una de las escenas más sonadas del espectáculo era cuando los diez actores, tras veinte minutos de resistencia física, lavaban con un trapo todo el suelo del escenario, enloquecidos y de rodillas, cantando a coro una canción popular siciliana. Ugo Giacomazzi*, el que llevaba la voz cantante en ese momento, nos regaló a todo el equipo un mini-Tarquinio con su trapo antes del estreno en Croacia. Me quedo con esa parte bonita: con que el teatro era un motivo de encuentro, de trabajo en equipo, de regalo común, con profesionales venidos de distintos sitios, puestos de acuerdo para intentar por un rato crear algo con los públicos de aquí y de allá.

(Julio Provencio, teatrero profesional)

*Por cierto que Ugo está haciendo unos vídeo-diarios fantásticos desde su ventana palermitana de confinamiento.

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