Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿mayo? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…
¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Siempre me ha gustado el Teatro Lara, el edificio, su fantasma, sus pasadizos secretos, su capacidad de resistencia a crisis diversas… A finales de los 90 me sentaba por primera vez en mi bombonera favorita para ver un espectáculo de los Colombaioni. En un momento de la representación empezaban a buscar una Ofelia (creo recordar) entre el público. No me gusta que me saquen a escena cuando soy espectadora, ahora incluso soy capaz de divertirme en una situación así, pero en aquel momento la posibilidad de que me sacaran me ponía muy nerviosa y supongo que hice todo lo que no se debe hacer: mirar al suelo, hojear al programa de mano, mal-disimular… en fin, decir a gritos «¡Yo! ¡Yo! ¡Aquí!» Acabé encima del escenario muerta de vergüenza. No tengo ni idea de lo que hice pero sí sé que pensé «yo quiero volver a estar aquí como actriz».
Años más tarde tuve una audición para el personaje de Alice en Closer, montaje que dirigía Mariano Barroso. Separata y una pequeña coreografía. Recuerdo perfectamente la espera en el hall de columnas del Lara, calentando y repasando texto; Mariano y Coté Soler fueron muy simpáticos en la prueba. Fue mi segunda vez en ese escenario. Recuerdo la vuelta corriendo a casa para dar de mamar a Nicolás que todavía era un bebé. Recuerdo toparme en el camino con una escalera apoyada en un edificio y, sin ser supersticiosa, dar un rodeo por si acaso; «¡yo quiero estar en ese escenario!», pensaba. Me cogieron. Ensayamos en otoño y estrenamos a principios de año en un Lara que se estaba reabriendo. ¡Temporada de seis meses, de martes a domingo, en ese teatro, con ese personaje y ese equipo! ¡La chica más afortunada del mundo!
Después volví a mi Lara para una sustitución de En la cama dirigida por Tamzin Townsend y hace un par de años con Malas hierbas de Carlos Be.
Habrá que volver, digo yo, en la nueva era…
¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
He disfrutado tanto de la última temporada teatral que me costaría mucho elegir mis favoritas… Así, me vienen a la cabeza sin pensar demasiado y por distintos motivos Medea dirigida de Simon Stone [voy a nombrar en todas al director], Lehman Trilogy de Sergio Peris Mencheta, Nekrassov de Dan Jemmett, Cuando caiga la nieve de Julio Provencio, Metálica de Íñigo Guardamino, Shock (el Cóndor y el Puma) de Andrés Lima, Lo nunca visto de José Troncoso, Dados de José Padilla, Why? de Peter Brook, Ricardo III de Miguel del Arco, Terrenal. Pequeño misterio ácrata de Mauricio Kartun… Y por destacar alguna de principios de este extraño 2020, me enamoró absolutamente Mammón de Nao Albet y Marcel Borràs, un espectáculo muy redondo, incorrecto, gamberro, que respira juego, y en el que todos brillan; y la locura que vemos crecer se sostiene en una dramaturgia muy bien tejida que partiendo del mito y sin alejarse de en él nos pone como espectadores frente al espejo del poder y la corrupción.
¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Andanzas y entremeses de Juan Rana de Ron Lalá en el Teatro de la Comedia, con mi hijo Nicolás, que se cuenta entre uno de los muchos jóvenes fans de esta compañía. Me encantó de nuevo la alegría, la energía, el ingenio ronlalero. Ron Lalá ha creado su nuevo espectáculo en torno al personaje de ese cómico genial, irreverente, provocador, el actor Cosme Pérez, Juan Rana, que debió de ser una especie de celebrity de nuestro Siglo de Oro, y al que la Inquisición somete a juicio por su horripilante costumbre de provocar la risa. Admiro la trayectoria de esta compañía, y particularmente adoro a Juan Cañas que además nos encontró un par entradas, je, je… Espero que puedan recolocar toda la gira que se les ha quedado en el aire.
Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
Voy a ser muy desobediente y como estamos en formato digital, elijo tres fotos. La primera es de los saludos en el estreno de Desengaños amorosos de Nando López dirigida por Ainhoa Amestoy en el Teatro de la Comedia en abril de 2019. Creo que sólo faltan nuestro regidor Marco, el supertécnico Otto, Elisa Sanz y Paula Castellano. La elección es, en primer lugar, porque me encanta el equipo, porque disfrutamos cada función, nos reímos muchísimo y porque en la ficción somos cuatro personajes y un misterioso músico, que por distintos motivos se encuentran en una casa y quedan encerrados en ella al declararse la peste:
NISE. – ¡Toda Sevilla está en cuarentena!
MANUEL.- ¿Pero qué sucede?
NISE.- Huyen cuantos pueden en busca de refugio para huir de la epidemia.
MANUEL.- Peste.
BEATRIZ.- No puede ser tan aciaga mi suerte… ¿Encerradas estamos?
Sobra cualquier otro comentario, me parece.
La segunda es el programa de la performance Atravesando pausas, espectáculo de danza-teatro ideado específicamente para un encuentro de jóvenes creadores que organizaba el Instituto Cervantes de Nueva York en 2004. Reflexionamos mucho Luis Dorrego y yo acerca de lo que podría ser habitar «un periodo entre periodos», atravesar esa pausa.
La tercera es de la función Second Life de mi querida Aitana Galán, que tanto me ha aportado por motivos teatrales y personales. En ella los personajes inventaban segundas vidas en las que sus avatares, camuflados tras las pantallas, volcaban sus verdaderos deseos e insatisfacciones, se atrevían a vivir. ¿Cuál es la distancia entre lo que somos y lo que proyectamos? También estos tiempos me llevan al mismo planteamiento.
(Lidia Navarro, actriz)