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Cómo era la anterior era teatral para María Velasco

Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?… ) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…

¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
En el bar del Teatro Español hubo una colección de anécdotas cuando tuvimos La espuma de los días en cartel. Solía quedarme allí trabajando con el ordenador durante las funciones. Un día, antes de la obra, dos jóvenes me preguntaron por el baño. Me hizo ilusión porque eso quería decir que hasta entonces no habían ido al teatro o habían ido poco. A la salida me presenté. Uno de ellos me dijo que cuando habían encendido las luces de sala, sintió que se encendían las del after. Le espeté a un conocido que me gustaba ver esa mezcla de punks y señoras por allí (al fin y al cabo, todos usan mucha laca), y él me dijo que eso era yo, algo así como un centauro de punk y señora. Al principio me sentí un poco vieja, pero luego me encantó la idea. También fue muy emocionante el día que vino uno de los traductores de Boris Vian a la función. Sus acompañantes me advirtieron que estaba iniciando un proceso de senilidad… pero hacía tiempo que yo no tenía una conversación tan lúcida con alguien.

¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
Me cuesta elegir, pero me quedo con una de las últimas cosas que vi, que fue En lo alto para siempre, de Juan Navarro y Gonzalo Cunill, en el Teatre Lliure. Lo que me gustó sobremanera es que había elementos que para mí tienen que ver con la teatralidad pura: el actor cuentacuentos que hacía oral una narración de David Foster Wallace, la misma que da título a la pieza; dos actores (sin llegar a configurarse como personajes), Gonzalo Cunill y Gemma Polo, que construían una relación fuera de los tópicos y difícilmente tipificable; música en directo y acciones que parecían irse de las manos. Aun así, era un pequeño espectáculo, nada pretencioso. La imagen final es imborrable, una gran metáfora sobre la adolescencia, que es de lo que habla el cuento de Wallace (¿se puede escribir mejor que Wallace?). Los adolescentes, independientemente de su edad, están en lo alto para siempre.

¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Lo último que vi fue una función de La espuma… en el Lliure, porque acabamos poco antes del confinamiento (¡suerte que pudimos cancelar el crédito!). De lo ajeno, lo último fue Europa / Los tutelados, con dirección Mikolaj Bielski, a partir de un texto de Elfriede Jelinek, en las Naves del Matadero. Lo que rescato es el riesgo. La valentía. Porque no hay arte sin valentía. Algunas Imágenes son indelebles, más movilizadoras que cualquier chapa social, porque apelan al intelecto, luego de golpear los sentidos: casas prefabricadas de Ikea para refugiados; Aylan, cadáveres y pan de oro; un giróvago resumiendo la parte más espiritual e ignorada del Islam…. El final, me llevó a pensar en el de Saló o los 120 días de Sodoma, de Pasolini, cuando los vigilantes, acostumbrados al horror, bailan.

Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…

María Velasco

Esto es una escena con la que nos encontramos después de una cena con el equipo de La espuma de los días. En la sombra se ve a Marcos Carazo (el escenógrafo) y a un amigo de infancia. También estaba por ahí Joaquín Abella (el ayudante de dirección). Fue en Antón Martín/Lavapiés. Al parecer, era un contenedor quemado. Nos quedamos un buen rato contemplando la topografía de la cosa, con sus formas, texturas y colores. El rollo es que el teatro te abre los sentidos y desarticula modos de percibir. Estábamos sensibles, porosos. Aquello parecían los residuos de un “póstumo guateque”, como dice Roberto Fratini al hablar de los lugares de Pina Bausch. Rescato este momento, porque la belleza, se puede anunciar en cualquier lugar: en la derribada escultura del esclavista Edward Colson, cubierta de pintura roja –como sangre– en las protestas contra el racismo en UK; pero también en el technicolor de Lo que el viento se llevó; incluso en un montón de mierda como el de la foto. En esa anterior era, he rebuscado mucho entre la basura para encontrarme o encontrar una posibilidad.

Pero, como lo que he mandado es, literalmente, un montón de mierda, envío un retrato más bonito, también de la anterior era teatral. Me ha costado elegir entre las dos fotos.

(María Velasco, autora y directora teatral)

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