Porque está claro que acabamos de pasar una era teatral, en la que hemos crecido, nos hemos formado, hemos aprendido… Lo que venga a partir de ahora (¿julio? ¿septiembre?…) va a pertenecer a una nueva era teatral, en la que tendremos presente lo que acabamos de vivir, en la que tendremos presente nuestra vulnerabilidad como sector, y esperemos haber aprendido de este cambio de era… Para recordar cómo fue, proponemos una serie de entrevistas breves sobre la era teatral que acabamos de dejar, siempre desde el cariño y los buenos recuerdos…
¿Puedes contarnos una anécdota que recuerdes con cariño de la anterior era teatral?
Cuando se cerraron los teatros yo me encontraba haciendo temporada con La ternura en el Teatro infanta Isabel. Me quedo con el recuerdo de las funciones que hicimos para institutos. Es emocionante cuando 600 jóvenes están atentos a la función y ríen, se emocionan, comentan, escuchan. Quizá algunos de ellos es la primera vez que van al teatro, y que sea con La ternura me emociona. Todavía teníamos algunas funciones pendientes de campaña escolar… Ojalá en esta “nueva era” puedan volver a acudir en masa.
También me ronda la cabeza un regalo que hicieron a la compañía: una caja con dos vinos y unas latitas de mejillones buenísimos, entre otras cosas… Lo teníamos guardado para un día especial. Estamos esperando que abran el teatro para recogerlo y ¡celebrar la vuelta a la “nueva era”! Visualizo la soledad de esa caja en nuestro camerino, ahora con la luz apagada. Espero que no caduque…
¿Qué es lo que más te ha gustado en lo que llevábamos de temporada en la anterior era teatral?
No he podido ver todo lo que quería y de lo que he visto me cuesta mucho quedarme con pocas cosas. Soy siempre una espectadora entregada y feliz cuando me siento en la butaca. Me voy a quedar con tres muy distintas: Prostitución, Sueños y visiones Rodrigo Rato y El gran mercado del mundo.
El gran mercado del mundo, un auto sacramental de Calderón de la Barca dirigido por Xavier Albertí me sorprendió muchísimo. Fui principalmente para ver a mis amigos Elvira Cuadrupani y Jorge Merino (cuando vas al teatro también hay que aprovechar para ver a los amigos) y salí fascinada con la propuesta, el equipo y la sencilla y maravillosa forma de usar la música.
Me encantó Sueños y visiones de Rodrigo Rato, texto estupendo, cómo no, si está escrito por Pablo Remón y Roberto Martín (igual que la estupenda versión de Pablo Doña Rosita, anotada). Lleno de humor e ironía, concreto, directo. Con una dirección sencilla y eficaz de Raquel Alarcón, con solo 4 sillones y dos actores estupendos, Juan Ceacero y Javier Lara.
Y de Prostitución hablo enseguida.
No quiero dejar de nombrar dos infantiles muy distintos, que para iniciar a los niños en el teatro son perfectos, y en dos estilos totalmente opuestos, Play de Aracaladanza y Heidi de Teatro San Pol. Creo que seguirán teniendo funciones cuando vuelva la “nueva era”, así que los recomiendo.
¿Qué es lo último que viste en la anterior era teatral y qué rescatas de ello?
Fue Prostitución. Cuando vas a ver algo en lo que Andrés Lima está metido nunca sales indiferente. Teatro documental, teatro con mayúsculas. Un trabajo de equipo brutal. Sales del teatro comentando y planteándote tus propios principios. Y, por supuesto, las actrices maravillosas, como siempre.
Y ahora, si nos puedes mandar una foto de un recuerdo, un objeto, algo que tengas de la anterior era teatral y que defina tu relación con esa era…
Qué difícil es elegir. Escojo este par de fotos porque después de tres años no sabemos si volveremos a hacer La ternura. El último día de función fue el 11 de marzo, sin saber que iba a ser la última de la temporada.
Por el 2018 nos pidieron un día desde producción que nos hiciésemos una foto, no recuerdo muy bien para qué era pero nosotros nos pusimos en plan Friends, que es lo que somos. Os quiero, amigos.
(Natalia Hernández Arévalo, actriz)