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Como si pudiéramos corregir la infancia

 

 

 

La ciudad es ahora tan grande que reina en ella el azar

Inger Christensen, Eso

 

No diré que no sabía nada del futuro

porque sería tontamente verdad.

De los arenques que no desayuno

que por lo tanto no me saben a miel

del pan de centeno

de las emisoras y de los postes de alta tensión

que un viento sibilino viene doblando

desde que los clavamos

para adueñarnos del tiempo

domesticar el mundo

para ponerlo a nuestro servicio

como los animales

el mar

la lava que hierve iracunda

nuestra conciencia.

Pero ahí tienes

la ciudad que imanta generaciones

de campesinos

de escritores

de pastores

de hombres que sabían cuál era el sentido de la vida

ahora convertidos

en acarreadores de una certidumbre

que se llama desdicha

entregados a un seguro azar

a una existencia

que no se eleva

que es un cieno

que impregna el alma, los dientes, las uñas

incluso en la estación

en que el sol nos engaña

como una conciencia portátil.

La ciudad es tan grande

que estamos perdidos,

tal vez por eso añoro

una hilera de árboles salvajes

a merced de los meteoros

que me devuelva a la casilla de salida

como un imbécil.

Como si pudiéramos corregir

la infancia

la deriva de los continentes

el capitalismo realmente existente

nuestra dócil muerte

nuestra explicable cobardía.

 

 

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