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Compartir experiencias y saberes

Este texto pertenece a la serie Remembranzas

Si no escribiese todos los días, uno acumularía veneno y empezaría a vomitar, a morir o a desquiciarse, o las dos cosas. Uno tiene que mantenerse ebrio de escritura para que la realidad no lo destruya. En estas páginas resonarán las mismas verdades de auto revelación explosiva y asombro continuo ante lo que el hondo pozo contiene cuando uno se arma de valor y da un grito. Saberse fresco y despierto es conservar y desarrollar la capacidad de asombro, uno tiene presente que está vivo y que este privilegio es más que un derecho, es una dulce y tremenda responsabilidad. Máxime cuando no olvidas la edad que has alcanzado pero que desconoces lo que te resta de vida y en qué circunstancias, de un vivir con sentido; adecuado a las realidades de cada día en salud, ánimo, posibilidades de seguir creciendo y compartiendo saberes. La creatividad, el arte puede revitalizarnos y dar forma acomodada a la realidad presente. Espacio, tiempo atmosférico, salud, control médico, medicamentos específicos, comida adecuada y sin nostalgia alguna de otros tiempos y circunstancias que no existen o que nunca han podido existir desde la realidad presente porque era inédita, quizás fuera pero no existía.

Caer en la cuenta, to realise, despertar, inventar, descubrir, destapar, encontrar etc no son creaciones desde la nada pues nada existe ex nihilo sino como resultado del proceso de transformaciones continuas. Caer en la cuenta de esto, aceptarlo, adaptarse, no condenar ni lamentarse ni sufrir por ello, ni culpabilizarse, ni quejarse sino aceptarlo como un don, como la más personal realidad instante. De ahí que no quepa vanagloriarse ni mucho menos alardear o ser soberbios, pues todo, ta panta, está siendo en este preciso instante y a cada uno toca la responsabilidad de asumirlo, trabajarlo, transformarlo o… dejarlo pasar, que no es sino una forma de hacer sin hacer: el wu wei de la sabiduría china.

Los grandes escritores conocían el gozo de crear en formas amplias o reducidas, en telas ilimitadas o estrechas. Son los hijos de los dioses. Sabían divertirse, gozar y ser felices al expresarse ellos mismos desde el hondón del alma, del cuerpo, de la realidad circunstante y global, inmensa de este cosmos en el que vivimos, nos movemos y somos. Todos somos, en gran parte, responsables de nosotros mismos si no perdemos la imprevisibilidad de las circunstancias. Ante ellas, en lugar de enfadarse, lamentarse o fantasear es preferible imitar a los sauces que se inclinan mientras pasa la riada, para luego, alzarse y aprovechar la experiencia, que siempre enriquece, lo tomes como lo tomes. Sin olvidar que es el suelo lo que nos ayudará a levantarnos, como afirmaba Chuang Tzú.  Adecuarnos, adaptarnos, asumir y actuar con cabos, velamen y timón los cambios de la mar y de los vientos. Todo sirve. Recuerdo esta frase de Saulo: todo sucede para el bien de los buscadores y hacedores de la paz como fruto de la justicia. Hasta el dolor por el destierro junto a los canales de Babilonia que les obligaba a colgar de los sauces sus cítaras mientras les pedían que cantasen y bailasen… pero cómo cantar en el exilio y en el destierro… Si me olvidare de ti, Jerusalén, que se me pegue la lengua al paladar y se me paralice la mano derecha, pero hasta ese dolor se transformó en la inmensa poesía de los salmos… Cuando cambió nuestra suerte, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas y la lengua de cantares. Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares.

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