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Mientras tantoCondiciones de vida de los millennials: cuestión generacional y también de clase

Condiciones de vida de los millennials: cuestión generacional y también de clase


Se está haciendo mucho hincapié, y con justicia, en el empeoramiento de las condiciones de vida de la generación millennial, la que nació a partir de 1981 que puede llevar en el mercado de trabajo unos cuantos años o puede acabarse de incorporar, respecto a las generaciones precedentes. Estos jóvenes (aunque algunos ya no lo sean tanto) se incorporaron al empleo coincidiendo con el estallido de la crisis y, también, con el cambio del marco de las relaciones laborales: los sindicatos no sólo han perdido poder de negociación, sino que también en muchos casos se han visto obligados a trabajar en la disyuntiva de si proteger la calidad de los puestos de trabajo ya existentes o si devaluarla en favor de quienes iban llegaban de nuevas al mercado laboral. En términos generales, se han inclinado por proteger a los “viejos” en muchos casos a costa de perjudicar a los jóvenes, pero con una idea comprensible e incluso defendible: preservar puestos de trabajo de calidad, para tener algo real de referencia a lo que pudieran aspirar los jóvenes. Lo que sucede es que esto último está en vías de extinción: esos «buenos» puestos de trabajo, poco a poco, se están extinguiendo casi naturalmente fruto de jubilaciones y prejubilaciones sin que la situación de los jóvenes mejore y existe el riesgo de que los empleos precarios y mal pagados de la nueva generación se perpetúen, no sólo para esa franja de edad, sino para toda la vida laboral. El aumento de los beneficios empresariales empieza a descansar en la sustitución de empleos de calidad por puestos de trabajo mucho más baratos, lo que da a entender que los sindicatos han podido equivocarse en su estrategia. La precariedad en el empleo puede llegar a perpetuarse para la generación millennial y para las que vienen detrás, no sólo mientras dura su juventud, sino para toda su vida, con los peligros que ello supone para el país, para la propia salud de la economía a largo plazo.

Esta situación ha provocado otra discusión sobre el modo en que se reparten los recursos públicos, sobre todo a raíz de las protestas de los jubilados contra las últimas reformas del sistema de pensiones. Ante el deterioro de las condiciones de vida de los jóvenes y ante la práctica inexistencia de políticas públicas de familia e infancia en España, una parte de la población ha considerado injustos, desconsiderados e incluso egoístas a los pensionistas por pedir la «religazón» de sus pensiones al IPC y por demandar la abolición del mecanismo de cálculo de las pensiones iniciales cuya entrada en vigor estaba prevista para el próximo año y cuyo efecto sería una drástica disminución de su cuantía. Y eso que bajo las protestas de los mayores subyace la demanda de una mejora de la calidad del empleo para que sea posible mantener y mejorar el sistema público de pensiones. Y eso que sus manifestaciones también han permitido poner de manifiesto la insuficiencia de los ingresos con que cuenta el Estado, dado que la recaudación impositiva actual parece obligar a elegir si proteger a los mayores o a los jóvenes, al igual que el mercado de trabajo con anterioridad planteó la disyuntiva de si garantizar calidad en el empleo a los viejos o hacerlo con los nuevos.

Toda esta discusión oculta (de manera intencionada, o no) algo que no debemos olvidar: la desigualdad crónica y creciente y que el problema no es únicamente generacional, sino que hay que incorporar la perspectiva de clase en el análisis. La renta media de los millennial es inferior a la de sus predecesores y su comportamiento también ha sido peor durante los años de la crisis, como mostramos en este otro post, pero ello no ha de impedir que se analice también la desigualdad de rentas dentro de la generación más joven. Ello, entre otras cosas, porque una de las tendencias que se apunta de la nueva revolución industrial es la creciente polarización de las rentas salariales, fruto de la reducción de los puestos de trabajo que requieren cualificaciones medias y la proliferación tanto de labores de elevada especialización y retribución como de las de menor valor añadido ligadas tanto al viejo sector servicios como al nuevo.

De acuerdo con un informe de la Resolution Foundation para el Reino Unido, las desigualdades intra-generacionales son mayores que las existentes entre diferentes generaciones, lo que se puede traducir en que la diferencia de clase social se impone sobre la generacional, que el problema más importante es de distribución de los recursos entre capital y trabajo, entre trabajadores manuales e intelectuales, que de confrontación generacional.

El gráfico bajo estas líneas muestra la renta del 25% con mayores ingresos y del 25% con menor renta de cada una de las generaciones en el Reino Unido:

Y, en cuanto a desigualdad, la peor generación no es la de los millennial, sino la inmediatamente anterior, la generación X, cuyos miembros con mayor renta (el 20% de los más ricos), como muestra el gráfico bajo estas líneas extraído de otro informe de la Resolution Foundation ingresa hasta 3,5 veces más que el 20% con menor renta.

El gráfico a continuación parece mostrar, además, que la evolución de la desigualdad va ligada a la edad, pero también a crisis económicas y a las decisiones de política económica y social que van tomando los sucesivos Gobiernos. Por ejemplo, en los años sesenta, independientemente de las generaciones de las que se hablara, las desigualdad era más baja que a partir de los setenta, donde el aumento de la desigualdad coincidió con la crisis económica y, en los ochenta, con un giro ideológico en el Gobierno del Reino Unido. Ese incremento de la desigualdad en los años ochenta afectó a quienes en ese momento estaban en el mercado de trabajo, pero no a los que empezaban a retirarse. Y esa misma pauta es la que observamos ahora: el aumento de la desigualdad incide en los miembros de generaciones en edad laboral, a quienes afecta la crisis y las modificaciones en las relaciones laborales, pero no a quienes están jubilándose o a punto de hacerlo.

Por último, un breve apunte sobre España. El gráfico bajo estas líneas construido con datos de Eurostat muestra la evolución de las tasas de pobreza de los menores de 18 años hijos de padres con diferentes niveles de estudios. Parece mostrar que no es una cuestión generacional, sino que la crisis económica y las políticas puestas en marcha para supuestamente atajarla están atacando especialmente a los más pobres independientemente del año en que nacieron.

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