Todos los medios de comunicación, los movimientos antisistema y demás analistas de la actual crisis económica en Europa están equivocados. La culpa de este desastre económico la tienen las Américas, en especial las del Sur, que ya se sabe que hacia abajo sólo encontramos humedad, ligereza y vagancia. Y es que estos páramos conquistados nos acostumbraron mal y después de tanto siglo de disfrute y solaz es difícil ponerse a trabajar de nuevo.
Cierto es que en la Europa protestante y laboriosa la cosa es menos dura, pero no se crean el argumento religioso o los tópicos del tenaz individualismo de teutones y otras hierbas de por allá: su ventaja es que nunca tuvieron colonias en aquel hemisferio del demonio en esa Otramérica que nos ha jodido la vida. El imperialismo de antaño mal gestionado es el que nos ha condenado a este estado de depresión económica y flacidez mental: Grecia e Italia por pecados de vieja data; España y Portugal por haber fundado la Modernidad en tierras paganas.
Miren si no. Ya el hispanista Gerald Brenan, en 1943, escribía: «El prototipo de sociedad moderna española ha de buscarse en el siglo XVII, en el periodo que siguió a la inmensa expansión que transformó a un país rudo, mal cultivado y pobre, pero viril, en un vasto imperio; y esto en el curso de muy pocos años. España recibió, demasiado fácilmente y con excesiva rapidez, una inmensa herencia sin poseer la suficiente preparación económica ni cultural; y ello actuó como una droga. El orgullo español, la creencia española en los milagros, el desprecio por el trabajo, la impaciencia y el gusto por la destrucción, aunque ya existían en Castilla, recibieron un poderoso impulso. A partir de 1580, las pocas fábricas de paños que existían en el país desaparecieron, y los españoles se convirtieron en un pueblo rentista, una nación de caballeros, que vivían en parasitaria dependencia del oro y la plata que le llegaba de las Indias [Abya Yala] y de la industria de los Países Bajos».
La descripción es brutal y real. España rentista, Portugal, también. Países donde trabajar ha estado penalizado porque para eso ya estaban los indígenas o los esclavos negros. Otros países de Europa también estaban mal acostumbrados (como Francia, Holanda, o Inglaterra) pero al menos invirtieron parte del saqueo de las Américas en la llamada revolución industrial porque, a diferencia de los peninsulares, eran ambiciosos y no se conformaban con la riqueza de aquel presente sino que añoraban el maná eterno. Las laboriosas y previsoras hormigas del norte frente a las rentistas, cachondas y disolutas cigarras del sur.
¿Ven? los culpables de todo esto son los americanos. No conjugando esta culpa originaria en pasado, sino en presente porque, ahora, los malditos no dejan que nuestras multinacionales vuelvan a saquear el territorio dejado en barbecho durante un par de siglos. Nos expropian, se manifiestan los harapientos a las puertas de las sedes con bandera rojigualda, insultan a nuestros representantes comerciales, se quejan de maltrato porque les neguemos la salud que solo nosotros merecemos.
Una buena reconquista pondría fin a la crisis, uniría a nuestro pueblo en la trinchera nacional y pondría fin a la pseudodemocracia mundial que nos obliga a ser políticamente correctos y a respetar a dirigentes y pueblos claramente inferiores en casi todos los campos del saber y del hacer. Es la solución a la crisis y al estancamiento… para esta batalla, además, podemos contar con tropas de inmigrantes quienes a cambio de un pasaporte español y de una tarjeta sanitaria matarían a su propia madre. Un plan perfecto.