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Mientras tantoConsiderando en frío, imparcialmente..., de César Vallejo (1892-1938)

Considerando en frío, imparcialmente…, de César Vallejo (1892-1938)


            

La poesía no convierte a los demonios, pero los desvela.

 

Hay razones para observar este retal de África con desaliento: en el último Índice de Desarrollo Humano del PNUD, que mide la riqueza de los países comparando la esperanza de vida, el nivel de educación y el Producto Interior Bruto, el Chad aparece en el puesto 175 de los 182 estados incluidos. Bueno, que éste es un lugar paupérrimo es cosa sabida y los indicadores no hacen más que corroborarlo. El problema es más grave: pese a ser el único productor de petróleo importante entre los países más pobres del mundo, Chad ha descendido dos puestos desde la clasificación del año anterior. De hecho es la única nación, entre las veinticuatro consideradas de Bajo Desarrollo, cuyos datos empeoran. Esto quiere decir que los millardos de dólares que el gobierno ha recibido de las Compañías Petroleras desde hace una década no sólo no han mejorado la existencia de la gente sino que, lentamente, la están degradando. Y créeme, no era facil.

 

En el centro del día, mientras el sol se abalanza como un luchador de sumo sobre N’djamena, pego la hebra con Djekoi, en los soportales. Djekoi, alto, desgarbado y nervioso, está intentando acabar la carrera de derecho. ‘Desde que empecé hemos perdido ya dos años por culpa de las huelgas de estudiantes’. ¿Y a qué se deben? ‘El gobierno aprobó una pequeña ayuda mensual a los universitarios a partir del segundo curso. No es mucho, pero sobre todo los que vienen de provincias la necesitan para pagar una parte de la comida y el alojamiento: dependen de ella para subsistir. Lo malo es que el gobierno tarda meses en entregar las ayudas y los estudiantes, sin nada que llevarse a la boca, se manifiestan. Cuando la huelga se prolonga las autoridades invalidan el curso y hay que volver a realizarlo: se pierde el año. Ahora el Ministerio de Educación ya acumula seis meses de retrasos y en la facultad se empieza hablar de una nueva huelga. ¡Y yo tengo que terminar la carrera y ponerme a trabajar para poder casarme!’. Una vez más aquí estoy, inhábil como la mirilla de un ciego, sentado junto a una persona con el corazón corriendo por un campo de tiro. Ambos sabemos que hay dinero para pagar las ayudas prometidas a los jóvenes, y ambos sabemos en qué encías se queda.

 

De acuerdo con el Índice de Percepción de la Corrupción elaborado anualmente por Transparencia Internacional, el Chad es el sexto país más corrupto del globo, justo delante de Irak. El dinero del petróleo está engordando a quienes hocican alrededor del cetro: proyectos de carreteras por valor de más de cincuenta millones de dólares han sido adjudicados a una empresa dirigida por Daoussa Déby, hermano del Presidente. La corrupción ha malquistado todo, cual gotas de ácido perforando el  cráneo de un ser vivo. Hace unas semanas la Organización Mundial de la Salud afirmaba que es más caro vacunar contra la polio a un niño en el Chad que en el resto del planeta: incluso en rincones desjarretados por la guerra como Somalia, Sudán o Afganistán, cuesta menos.

 

Djekoi ha visto encabritarse el coste de la vida desde que los petrodólares desempolvaron las cajas fuertes de dirigentes y militares. ‘Para que el petróleo fluya tiene que haber orden y Déby lo garantiza a punta de metralleta’. El Presidente del Chad, Idriss Déby Itno, es un dictador que llegó al poder por la fuerza hace veinte años y por la fuerza lo mantiene, enriqueciendo a su camarilla, comprando a sus oponentes y usando a su pueblo como dobles para las escenas de riesgo. El régimen invierte en lo que quiere: gracias a la compra de helicópteros de combate y un imponente arsenal a Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Francia el ejército chadiano se ha convertido en una saludable máquina de matar. Sin embargo no hay fondos para la educación. En un informe de mayo de 2009 que ordenaba a cien países en base a la preparación de los niños para completar el ciclo escolar, el Chad aparecía último, por detrás de Afganistán, Burundi, Guinea-Bissau y Malí. Es normal si se tiene en cuenta que, según otro estudio de la UNESCO, sobre más de cincuenta naciones analizadas sólo el Congo gasta menos en educación primaria por alumno que el Chad.

 

Y, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede ser que un autócrata brutal y corrupto perviva hambreando a su población, asesinando a contrincantes y expulsando a periodistas sin que Occidente mueva una ceja? La razón es sencilla: como dice Djekoi, ‘todo el mundo saca tajada de lo que sucede aquí; todos salvo nosotros’. Francia, Estados Unidos y China se reparten lo mejor del banquete. Francia, con mil cien soldados y una escuadrilla de mirages destacados en el Chad, mantiene a su antigua colonia en situación de pies quietos. Entre 2006 y 2008 las fuerzas armadas francesas salvaron al menos tres veces a Déby Itno de ataques rebeldes e intentonas golpistas. El dictador es, ‘el hombre de Francia’. El canje es claro: protección en casa y padrinazgo en el exterior a cambio de contratos para las empresas galas, poder geopolítico y en el horizonte el Premio Gordo, la extracción de uranio.

 

Estados Unidos engulle la mayor parte del petróleo que el país produce: en 2007 importó 28,4 millones de barriles del Chad. Asimismo considera a Idriss Déby Itno un aliado esencial en su lucha contra el terrorismo: por este motivo los contribuyentes estadounidenses han financiado el entrenamiento de unidades del ejército del dictador. Y China, el último gran comensal, ha firmado con el gobierno chadiano acuerdos para extraer petróleo de los nuevos pozos descubiertos y para construir una refinería. No es probable que las salvajes violaciones de los derechos humanos en ningún sitio vayan a quitarle el sueño al gigante consumista (perdón, comunista).

 

Si le preguntas a un burócrata o a un ministro europeo de qué manera pueden dormir entre tanta desvergüenza la respuesta invariablemente es la misma: ‘Nosotros vivimos en el mundo real, y en él Déby Itno es la opción menos mala, el único que puede garantizar la estabilidad’. Estabilidad, ¿recuerdas?, la estabilidad de los cementerios: miles de millones de mujeres y hombres condenados a lo malo conocido. Lo hemos comprobado: el capital puede saltar por los trapecios, hay una red debajo; la dignidad sólo puede cruzar la calle cuando lo permite el policía.

 

Y tú dirás: vale, esto ya lo sabía, siempre han sido así las reglas y más o menos así serán siempre, ¿qué puedo hacer yo?, ¿cómo va a detener la persona una estampida de rinocerontes? Es verdad, sólo alcanzan la piñata los que andan subidos sobre zancos o sobre mástiles. Pero puedes hacer tres cosas: conocer, confiar e involucrarte. De las tres la más importante es confiar, es el puente de madera entre la comprensión y la acción. Si no crees que un poema puede herrar el tiempo, que las bienvenidas miden más que las empalizadas, que somos nuestro 1491, de nada sirves. Quien confía en el porvenir del ser humano es más valioso que quien tiene razón.

 

En los días más oscuros del oscuro siglo XX, César Vallejo escribió versos que a su muerte fueron recogidos en un libro llamado, Poemas Humanos. Es de las obras más duras, hermosas y conmovedoras que nadie se haya extirpado. Jamás con material tan doliente se ha construido un monumento tan luminoso, veraz:

 

 

CONSIDERANDO EN FRÍO, IMPARCIALMENTE…

 

                        Considerando en frío, imparcialmente,

                        que el hombre es triste, tose y, sin embargo,

                        se complace en su pecho colorado;

                        que lo único que hace es componerse

                        de días;

                        que es lóbrego mamífero y se peina…

 

                        Considerando

                        que el hombre procede suavemente del trabajo

                        y repercute jefe, suena subordinado;

                        que el diagrama del tiempo

                        es constante diorama en sus medallas

                        y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,

                        desde lejanos tiempos,

                        su fórmula famélica de masa…

 

                        Comprendiendo sin esfuerzo

                        que el hombre se queda, a veces, pensando,

                        como queriendo llorar,

                        y, sujeto a tenderse como objeto,

                        se hace buen carpintero, suda, mata

                        y luego canta, almuerza, se abotona…

 

                        Considerando también

                        que el hombre es en verdad un animal

                        y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza…

 

                        Examinando, en fin,

                        sus encontradas piezas, su retrete,

                        su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…

 

                        Comprendiendo

                        que él sabe que le quiero,

                        que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…

 

                        Considerando sus documentos generales

                        y mirando con lentes aquel certificado

                        que prueba que nació muy pequeñito…

 

                        le hago una seña,

                        viene

                        y le doy un abrazo, emocionado.

                        ¡Qué más da! Emocionado… Emocionado…

 

 

Va cansándose el calor, se despabilan las sombras. Djekoi me dice, ‘¿seguimos conversando tomando una cerveza?’. Vamos.

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