El genial William Shakespeare inmortalizó en Julio César la conspiración que Bruto y otros notables romanos montaron contra Julio César y que acabó con el magnicidio de éste en las escaleras del Capitolio a manos de los conspiradores.
La poderosa y bella reconstrucción del escritor británico tiene sólidas bases históricas, pero otras fabulaciones poco verosímiles o con un endeble sustento perduran en el colectivo popular y son enarboladas como prueba de maldad o de las asechanzas de fuerzas ocultas o de grupos adversos al que las enarbola. Una de las más sonadas en el pasado mediato es la del asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy ocurrida en noviembre de 1963 en la ciudad de Dallas. La policía concluyó que había sido asesinado cuando circulaba en un coche descubierto por Lee Oswald desde un almacén escolar. Las especulaciones de todo tipo, sin embargo, se dispararon. ¿Cómo era posible que Oswald, aunque fuera un magnífico tirador, hiciera tres disparos certeros en ocho segundos? El hecho es que el gobierno nombró una comisión imparcial, encabezada por el juez Warren, presidente del Tribunal Supremo. La comisión publicó diez meses más tarde un informe de 888 páginas que concluía que el atentado era la obra individual del sociópata Oswald. La desconfianza no ha remitido. ¿Fue obra de la mafia? ¿Intervino Fidel Castro? ¿Sabía la CIA algo? El morbo llega hasta nuestros días. Pasados los años, las encuestas muestran que, con frecuencia, un tercio de los estadounidenses no creen que Oswald actuó solo.
En nuestros días tenemos otras teorías conspiratorias más disparatadas. Un sector de la derecha estadounidense cuestiona la legitimidad de la presidencia de Obama argumentando que el presidente, hijo de keniano y norteamericana, no nació en Estados Unidos por lo que su elección iría contra la Constitución. Hace ya tiempo que el campo de Obama hizo pública la partida de nacimiento del político que certifica sin ninguna duda que vio la luz en territorio estadounidense. No importa, se responde, la partida ha sido astutamente falsificada. La teoría está ampliamente desacreditada pero una cuarta parte de los militantes del partido republicano creen, amparándose en ella, que el presidente usurpa un cargo que no le corresponde.
Más gracia tienen otras dos de estos días. La primera la protagoniza el presidente venezolano Chaves, que cuando se le calienta la boca, aguijoneado por esto o por aquello, no vacila en hacer barata demagogia conspiratoria. El político venezolano no es sólo persona que está encantada de haberse conocido sino también de escucharse. Al filtrarse que un juez español había denunciado contactos suyos con los terroristas de ETA, Chaves no se ha contentado, como haría otro estadista, con decir que eso es un infundio y que lo niega rotundamente, sino que en su habitual escalada ha manifestado que todo era una conspiración imperialista. Que la antigua potencia colonial (España) se había unido al imperialismo actual (Estados Unidos) para desprestigiarlo y facilitar su derrocamiento. La afirmación es un tanto hilarante. Pensar que el actual gobierno de España, que ha dado repetidas muestras, muy denunciadas por sus enemigos, de querer tener la fiesta en paz con Chaves, se alía ahora con la CIA para debilitarlo resulta un tanto jocoso. Chaves cuestiona no sólo la independencia de un juez sino las intenciones de las autoridades españolas… Pero suena bien, conspiración imperialista de la nostálgica Madre Patria y de los perversos yanquis. Impactante
No menos graciosa es la acusación de que hay una conspiración de las finanzas internacionales contra España. Suena a la judeo-masónica de que hablaba Franco y es, si cabe, más descabellada. Medios de información internacionales que venían teniendo una actitud claramente complaciente con el gobierno de Zapatero, The Financial Times, The economist, The New York Times, cierta prensa alemana, etc. han comenzado en los útimos meses a cuestionar la situación económica de España y la medidas, o falta de ellas, adoptadas por nuestros responsables. Reflejan simplemente hechos o especulaciones a menudo recogidos en nuestra prensa: “La bolsa española lidera la caída de la europea”, “los problemas de España, por el importante volumen de su economía, preocupan internacionalmente mucho más que los de Grecia”, “algunas de las medidas tomadas son humo, sólo ideas que el gobierno no puede llevar a la práctica”, “las previsiones oficiales económicas son superoptimistas y los analistas internacionales dudan de que los socialistas tengan la voluntad de adoptar las medidas necesarias”, “resaca económica en Valencia y otros sitios de España, la fiesta se acabó”, “explotó funestamente la burbuja inmobiliaria de España”, etc, etc. Estos días, para los que vivimos en el extranjero y nos preocupa nuestro país, no es agradable abrir la prensa si nos mencionan.
Un observador no politizado que viva en España y lea u oiga nuestros medios de información deduciría que la prensa extranjera sólo hace analizar y reproducir lo que se vive en nuestro país y, por supuesto, que el dinero internacional desde que el mundo es mundo se contrae a la hora de acudir a lugares cuestionados y busca colocaciones seguras etc., pero no, resulta que hay una conspiración
Internacional contra España. Y gorda. Dejémoslo como bastante dudoso.