Le dedico el primer apunte de este blog a una buena noticia de esas que te dan que pensar y te alegran el día aunque sea uno de esos sin cielo, de frío húmedo y restos de nieve cansada en las calles de Viena.
El pasado martes se celebró en el palacio presidencial en Viena la entrega del Premio Austríaco de Arte (Österreichischer Kunstpreis) . Siete fueron los premiados. Una cineasta ( Jessica Hausner, por su película “ Lourdes”) , un fotógrafo ( Paul Albert Leitner), un escritor (Paulus Hochgatterer), un compositor (Thomas Daniel Schlee), un artista del multimedia (Richard Kriesche) , un pintor (Franz Graf) y también la traductora Jacqueline Csuss. Una famosa periodista de televisión especializada en cultura presentó el acto entrevistando uno tras otro a los galardonados con la rutina que le dan sus años de pantalla. Pero con Jacqueline Csuss no acertaba una. No sabía qué decirle ni qué preguntarle. ¿Qué hablar con una intrusa?,¿Qué se le ha perdido a una traductora entre los destacados artistas de vanguardia? Para los que no se habían dado cuenta antes, a más tardar aquí quedaba claro: el reconocimiento de la traducción como arte es hoy todavía una excepción. Jacqueline Csuss me explica que, pasito a paso, los gremios de traductores literarios en toda Europa están logrando el aprecio que se merece su labor. Qué buena noticia. Más aún teniendo en cuenta que Csuss traduce del inglés al alemán casi exclusivamente literatura juvenil, novedades literarias de calidad a las que los medios de amplia difusión rara vez otorgan gran espacio. Cuentos y novelas que tienen el poder de germinar, de incitar a niños y adolescentes a embarcarse de por vida en esa aventura de la lectura que tanto placer nos da a los que le hemos encontrado el gusto. Contagiar el virus. Me viene a la mente el presidente de Uruguay, José Mujica, el “Pepe”, que reunió a intelectuales, artistas y científicos del país para animarlos a que abandonen sus torres de marfil:
“ Por favor, vayan y contagien. ¡No perdonen a nadie! Ustedes saben mejor que nadie que en el conocimiento y la cultura no sólo hay esfuerzo sino también placer. Dicen que la gente que trota por la rambla, llega un punto en el que entra en una especie de éxtasis donde ya no existe el cansancio y sólo queda el placer. Creo que con el conocimiento y la cultura pasa lo mismo. Llega un punto donde estudiar, o investigar, o aprender, ya no es un esfuerzo y es puro disfrute .¡Qué bueno sería que estos manjares estuvieran a disposición de mucha gente!”
Que de un episodio en Viena, donde vivo, se me ocurra de inmediato otro en Uruguay, donde nací: así somos los de ida y vuelta. Precisamente hoy estaba leyendo que el presidente uruguayo, de visita en Perú, acaba de invitar a los peruanos, no sólo a invertir en territorio uruguayo, sino a inmigrar. “América es una, no se queden solo en Argentina y en Buenos Aires. Vayan un poco para el costado”, dijo. Lo que ocurre es que Uruguay está en alza. Hay trabajo y falta mano de obra a todos los niveles. El paisito quiere volver a ser una meca de inmigración como en su época dorada. Mientras tanto, continúa en Europa la paranoia contra los inmigrantes y desde Austria se siguen repatriando refugiados políticos aunque hayan sido torturados y aunque su vida peligre en sus países de origen. De eso nos lamentábamos mientras entre amigos celebrábamos a Jacqueline Csuss a altas horas de la noche en su casa en el segundo distrito de Viena. Como antídoto contra las sinrazones que conducen a la xenofobia, Jacqueline Csuss recomienda a partir de los doce años la lectura de Alabama Moon y Dirt Road Home de Watt Key, o The Crew y (un) arranged marriage (Un casorio ben mal amañado en la traducción gallega de la editorial Sotelo Blanco) de Bali Rai, autor británico hijo de inmigrantes indios. Historias bien contadas que , además del placer de la lectura, dan ánimos para que los jóvenes no se dejen embaucar.