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Mientras tantoContra las minúsculas

Contra las minúsculas

El señor Alpeck va a la ópera   el blog de Andrés Ibáñez

La tendencia moderna de los gramáticos y de esa curiosa institución llamada RAE, tercera persona del presente de indicativo del verbo “raer”, es acabar con las mayúsculas. ¡Guerra a las mayúsculas! Dejamos las mayúsculas para los llamados “nombres propios” y también para los nombres de los bancos y de los ministerios. La academia roe, rae y arrea a las mayúsculas. Cabe preguntarse por qué.

 

Hipótesis: la tendencia a sustituir mayúsculas por minúsculas persigue el “desencantamiento” del lenguaje. Una mentalidad utilitaria e instrumental pretende reducir el Lenguaje a simple lenguaje, el Sábado a sábado, el mágico, cálido mes de Junio a un simple y funcionarial mes de junio. Desencantar. Borrar el aura de las palabras. Acabar con el misterio, con lo grande, con lo sagrado de las palabras.

 

“Hoy es difícil” dice James Hillman en Reimaginar la psicología, “volver a entrar en la ‘psicología de las letras mayúsculas’”. Sin embargo, en ese mismo libro suyo leemos que “es necesaria una nueva angelología de las palabras” y que “las palabras, como los ángeles, son poderes que ejercen sobre nosotros un poder invisible… Pues las palabras son personas.” Soy yo el que hace el subrayado de la frase anterior. Y si las palabras son personas, entonces lo lógico sería escribir todas las palabras (las verdaderas palabras, es decir, los sustantivos) con mayúscula. Que es, por ejemplo, lo que se hace en alemán.

 

En La poética de la ensoñación, Gaston Bachelard escribe: “se ha establecido una psicología de las letras mayúsculas. Las palabras del soñador se convierten en nombres del Mundo. Tienen acceso a la letra mayúscula. Entonces el mundo es grande, y el hombre que lo sueña es una Grandeur. Esta grandeur en la imagen suele ser una objeción para el hombre de razón”. Bachelard escribe la misma palabra con mayúscula y con minúscula para demostrarnos la diferencia que hay entre un mero concepto y una personalización. Las culturas que han entendido lo sagrado siempre han hecho lo mismo. “Eros” no es el amor, ni tampoco “el dios del amor”: es el nombre de un dios que está enamorado. En la cultura india, “shakti” es la energía sagrada, pero también Shakti, la esposa de Shiva.

 

Si las palabras que designan a las personas se escriben con mayúscula, entonces al escribir una palabra con mayúscula yo  la convierto en una persona. “Las palabras son personas”, dice Hillman. Porque están vivas. Porque hablan y nos hablan. Porque transmiten nuestros mensajes. Porque tienen el poder de crear y de encantar, de abrir y de instituir, de enamorar y de destruir, de asombrar y de cautivar, de trazar caminos y de apagar sombras. Deberíamos ser Libres para escribir con Mayúscula cuantas Palabras deseemos.

   

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