“Que el Ayuntamiento de Valladolid piense interrumpir bruscamente, semanas antes de su fecha de finalización prevista, la exposición de una de las artistas más destacadas de nuestro país [se refieren a Eva Lootz] para exhibir la obra de un artista que no tiene legitimación institucional alguna y que no cuenta con la aceptación de la Dirección del Museo [Cristóbal Gabarrón] es un gesto de una gravedad sin precedentes en la historia reciente de las políticas culturales de nuestro país”. Lo afirma, en un comunicado emitido el 8 de octubre, la Asociación de Directoras y Directores de Museos y Centros de Arte Contemporáneo de España (ADACE), de la que forman parte los de casi todos los museos de referencia nacional o autonómica de nuestro país, como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el Instituto Valenciano de Arte Moderno, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo o el Centro Gallego de Arte Contemporáneo. Gravedad sin precedentes, subrayo. Además, la Unión de Artistas Contemporáneos de España, ha puesto en circulación una carta firmada por un número importante de artistas galardonados con premios nacionales del Ministerio de Cultura –como Carmen Calvo, Carmen Laffón, Jaume Plensa, la propia Eva Lootz, Susana Solano, Soledad Sevilla, Luis Gordillo o Antoni Muntadas–, críticos, historiadores y gestores, en los que se condena de manera igualmente rotunda esta injerencia intolerable.
Que, por si aún no han oído hablar de ello, tiene como “justificación” la celebración en Valladolid del 75 aniversario de las Naciones Unidas con una exposición de Gabarrón, que cumple también 75 años en el Patio Herreriano. Un absurdo que solo cabe en las cabezas de sus promotores, complementado con la adición de una pésima muestra sobre la Agenda 2030 organizada por una asociación sin las más mínimas credenciales, pero próxima al Ministerio de Asuntos Exteriores, a la que me referiré más adelante.
No es la primera vez que el museo sufre injerencias políticas. En abril de 2006, el comité asesor a la dirección del Patio Herreriano, integrado por Antonio Bonet Correa, Simón Marchán y Eugenio Carmona, dimitió en bloque para protestar por la imposición de una exposición conmemorativa del centenario de la muerte de Colón, La materia de los sueños, por parte del alcalde, León de la Riva, aunque los organizadores fueron la Junta de Castilla y León y la Sociedad Estatal para las Conmemoraciones Culturales. A continuación dimitió la entonces directora, Teresa Velázquez, que había sido elegida, como Javier Hontoria, mediante concurso. La Asociación Colección Arte Contemporáneo no se pronunció entonces, dejando hacer, aunque con disgusto, a los políticos. ¿Ocurrirá lo mismo ahora?
El asunto no se ha resuelto todavía (la inauguración está prevista para el 24 de octubre), pero todo apunta a que, a pesar de la sonora respuesta desde el medio cultural el consistorio seguirá adelante con sus planes. El director del museo, Javier Hontoria, ha intentado durante meses negociar con la concejala de Cultura, Ana Redondo, para ofrecer alternativas, dejando muy claro desde el principio que rehusaba incluir la muestra de Gabarrón en la programación. Sin resultado. Está por ver cuáles pueden ser las consecuencias de este asalto a las buenas prácticas en instituciones artísticas, pero ya se puede afirmar que este constituirá un caso de estudio en la evaluación de las políticas culturales de este período. Porque en él confluyen intereses partidistas, ambiciones políticas personales, actitudes despóticas, torpes maniobras, falta absoluta de criterio y grosero desprecio a los profesionales del arte actual.
El hecho de que el protagonista del entuerto sea Gabarrón ha incrementado la intensidad de la respuesta. La razón es que él fue durante lustros paradigma de esos artistas de poco mérito que medraron a base de contactos en los gobiernos autonómicos y locales –en su caso, siempre del Partido Popular–, a menudo en alianza con cargos corruptos, y de apoyos de medios de comunicación interesados, haciéndose con subvenciones y encargos públicos en detrimento de proyectos y artistas que los merecerían mucho más, y en descrédito de las correspondientes escenas culturales. Muchos pensábamos que habíamos superado esa fase vergonzosa en la gestión cultural pública. ¿Cómo es posible que todo esto resucite ahora?
La exposición planeada ocuparía amplios espacios en el Patio Herreriano, incluyendo la capilla de los Condes de Fuensaldaña, y se extendería a la ciudad, asomando la patita en el Museo Nacional de Escultura, pues se instalaría a sus puertas, en la plaza de San Pablo, la pieza Universo iluminado, y se celebraría en su interior, en la capilla de San Gregorio, el acto conmemorativo del 75 aniversario de la ONU, con el enclenque argumento de que allí tuvo lugar la Controversia de Valladolid en la que Bartolomé de las Casas defendió los derechos humanos –o algunos– de los indios americanos.
He sabido que Cris Gabarrón, hijo y manager del artista, propuso el año pasado a la directora del Museo Nacional de Escultura celebrar allí la retrospectiva que ahora se quiere instalar en el Patio Herreriano. Propuesta que fue amable y rotundamente declinada. “Los museos estatales –comenta María Bolaños, al pedirle confirmación sobre este particular– tienen autonomía para programar sus exposiciones en coherencia con el proyecto museográfico presentado”. También Javier Hontoria debería gozar de la misma autonomía, pero en el Ayuntamiento no deben de tenerlo tan claro. Después del portazo en el Museo Nacional de Escultura, los Gabarrón ni siquiera intentaron ofrecer la exposición directamente a Hontoria. Llevaron la propuesta a la alcaldía, que se la puso encima de la mesa al director.
Lo de conquistar desde el exterior los museos donde no puede exponer en el interior, y me refiero ahora al Museo Nacional de Escultura, ya lo tiene Gabarrón ensayado. En 2003 hizo circular un Ferrari tuneado por él alrededor del Guggenheim Bilbao, algo entendido como happening y titulado El Deseo – Ave Fénix (lo cuenta con mucha gracia Juan José Santos Mateo en el artículo ‘Gabarrón Veritas’, al que volveré a referirme). Los detalles que se dieron cuando realizó el evento son sencillamente delirantes. Y en 2009 ya acechaba al Patio Herreriano: colocó frente a él una escultura en el día en que se inauguraba una exposición de Chillida.
Pero, ¿qué tiene que ver Valladolid con la ONU, para que se quiera celebrar aquí su aniversario? NADA. De hecho, para la organización internacional es tan insignificante este cacareado protagonismo de la capital castellana en las celebraciones que ni siquiera la menciona en la web dedicada a ella.
¿Por qué, entonces, el empeño por parte de las instituciones? Mi hipótesis es esta: Gabarrón Corp. (Cris+Cristóbal) habría propuesto a sus contactos en el Ministerio de Exteriores, sin el más mínimo criterio artístico, colocar en algún sitio su Universo iluminado, con el que conmemoró ya el 70 aniversario de la ONU en Nueva York, y a la vez habría prometido a la alcaldía de Valladolid llevarles un evento institucional que los situaría en el mapa internacional. Y, de paso, pidió la ansiada exposición en el Patio Herreriano, que nunca antes había conseguido y donde sí tiene mano el Ayuntamiento, no en el Museo Nacional de Escultura.
Imagino que a Óscar Puente, alcalde, y a Ana Redondo, concejala de Cultura y Turismo, Gabarrón ni les va ni les viene, y seguramente les escuece un poquito hacerle el juego a un artista que siempre ha estado muy cerca del Partido Popular, y aquí en concreto del anterior regidor, Francisco Javier León de la Riva. Pero, por otro lado, en un momento en que Valladolid prepara por segunda vez su candidatura para ser declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, que debe aprobar y tramitar el Ministerio de Cultura y Deporte, les ha debido parecer que la “operación aniversario” les puede ayudar a ganar puntos ante la ONU –de la que depende la UNESCO– y ante el Gobierno de Pedro Sánchez. Y se equivocan, en cuanto en el ministerio y en la UNESCO sí hay o debería haber personas que apliquen criterios más exigentes.
No parece, sin embargo, que la motivación principal del consistorio sea esa. Porque Gabarrón, atención, viene avalado por Cristina Gallach, que es desde febrero secretaria de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica y el Caribe. Su intromisión en el Patio Herreriano y en la política cultural de Valladolid es impropia e inadmisible. Periodista, ejerció como corresponsal de varios medios españoles hasta que la fichó Javier Solana como su asesora de comunicación, permaneciendo a su lado muchos años, de 1996 a 2009, entre la OTAN y la Unión Europea. Tras ser durante un tiempo jefa relaciones públicas y portavoz del Consejo de la Unión Europea, comenzó a trabajar para la ONU en 2014, como responsable de comunicación e información pública. En 2018, Pedro Sánchez la nombró alta comisionada para la Agenda 2030 del Gobierno de España, encargada de coordinar la puesta en marcha de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en nuestro país. Y ahora, como acabo de señalar, es nada menos que secretaria de Estado, con responsabilidades sobre las relaciones con la ONU a través de la Dirección General de Naciones Unidas, Organismos Internacionales y Derechos Humanos, que depende orgánicamente de ella.
En marzo de 2015, cuando era dircom de la ONU, asistió a una inauguración de artistas murcianos en la Fundación Gabarrón en Nueva York. Al mes siguiente, fue invitada a participar allí en el simposio Líderes Españoles en Estados Unidos. Y en octubre de ese mismo año, anunciaba en rueda de prensa la participación del artista en la celebración del 70 aniversario de la ONU, que ella coordinaba: se instalaría en Central Park la mencionada escultura, Universo iluminado. Es posible (sin documentar) que facilitara la gira que haría la obra por otras ciudades: Ginebra, Ámsterdam y Bruselas. Lo que sí es seguro es que cuando fue alta comisionada contó de nuevo con Gabarrón para no sé qué proyecto que ella promovía así en Twitter: “El poder transformador de la #cultura es clave para la visibilidad y la concienciación sobre los #ODS (objetivos de desarrollo sostenible). Trabajando en alianza con Cristóbal Gabarrón, @crisgabarron y Javier Limón”.
Me consta que Gallach ha sido la valedora de Gabarrón en Valladolid, pero quien ha tenido que ir a dar la cara (en la reunión que el Ayuntamiento dio a conocer en redes sociales) es Javier Gassó, subdirector general de Naciones Unidas en el Ministerio de Exteriores, al que supongo no muy enterado de la historia gabarroniana o de sus amistades peligrosas, que detallaré.
Sepamos, no obstante, que cuando Cristina Gallach llegó a la ONU, Gabarrón ya estaba allí. En pequeñito, pero estaba. En toda presentación que hace de sí mismo, el artista insiste machaconamente en esa relación (hasta editó una publicación digital sobre ella). En realidad, antes de 2015, había hecho solo el diseño de un sello –1986, Año Internacional de la Paz– y un cartel –2000, Asamblea del Milenio en Nueva York– que se presentó a través de una muy modesta muestra en el hall de la sede neoyorquina de la ONU. Tenía un buen contacto dentro, Inocencio Arias, que fue embajador de España ante las Naciones Unidas de 1997 a 2004. Él “apadrinó” la inauguración en 2002 del espacio de la Fundación Cristóbal Gabarrón en la Carriage House de Nueva York y actuó en 2004 como jurado de uno de los Premios Gabarrón, que eran la gran herramienta de posicionamiento del artista y la fundación. En 2010 esta le organizó un homenaje al diplomático en Valladolid; en 2012, cuando se constituyó el Consejo Científico Asesor de la Fundación Casa Pintada de Mula, Arias se incorporó a él.
El apoyo de Cristina Gallach a la exposición de Gabarrón en el Patio Herreriano se hace más flagrante y el cuadro de juegos políticos se complica mucho más cuando analizamos esa otra exposición que mencionaba al principio, sobre la Agenda 2030, que el alcalde anunció a última hora y que también ha impuesto al Patio Herreriano: se inaugurará el mismo día, 24 de octubre. En la comparecencia ante la prensa en la que Óscar Puente reconoció por primera vez que sí estaba pergeñando una muestra de Gabarrón, dejó caer que había “varias” otras en marcha, mencionando como comisaria a Margarita Asuar. Raro que un alcalde se acuerde del nombre de una comisaria, ¿no? ¡Ah, pero es que no es cualquier comisaria! En realidad, ni siquiera es una comisaria.
Ella se presenta ahora, en la web de su Asociación Armazón, de la que hablaré luego, como “comisaria de arte especializada en proyectos de arte de intervención social. (…) Sus proyectos siempre tienen una motivación social porque parten de la premisa “el arte sí puede cambiar el Mundo”. Pero su trayectoria es otra. Licenciada en Derecho, ejerce desde 1992 y, al menos desde 2010, junto a su entonces marido y socio en el despacho Lex Legis Omnibus, Francisco Gandullo –cónsul honorario de Panamá en Sevilla–, asesorando a particulares y administraciones. Aparece en la esfera pública en 2005, cuando ingresa a propuesta del Partido Andalucista en el Consejo Consultivo de Andalucía, en el que permanece hasta 2011. En 2010 participa como vocal en la constitución de la fundación de una histórica del PSOE andaluz, Amparo Rubiales, y por esas fechas trabaja como asesora legal para Juan Espadas, hoy alcalde de Sevilla, lo que la anima a afiliarse al partido. Cuando Espadas consigue el bastón de mando en 2015, la nombra directora general del Distrito Casco Antiguo. En 2017 formaba parte de la ejecutiva local del PSOE en Espartinas (Sevilla). Fue primero susanista y después devota sanchista.
Toda su actividad –poquísima– en el terreno de las artes visuales es utilitaria, al servicio de las causas sociales que defiende, con mucha valía humanitaria, pero con un nivel de exigencia artística extraordinariamente bajo. La ha desarrollado casi siempre a través de las asociaciones creadas por ella: Global Art References y Armazón. No quiero hacer sangre dando detalles de los penosos eventos organizados, pues son casi siempre iniciativas orientadas a ayudar a personas desfavorecidas por una u otra razón.
Los actuales apoyos de Margarita Asuar nada tienen que ver con aquellos. No hace mucho, contrajo matrimonio con Manuel Escudero. Considerado como el gurú económico de Pedro Sánchez, fue coordinador del programa (1998-1999) de Josep Borrell en su candidatura a la presidencia y más tarde diputado (2003-2004); tras una larga estancia en Nueva York (2005-2010) como director de redes del Global Compact en Naciones Unidas y una etapa como director de la Deusto Business School se convirtió en una figura clave para el actual presidente al redactar su proyecto político para las trascendentales primarias de 2017. Tras la victoria, Escudero pasó a ser secretario del área de Política Económica y Empleo, formando parte de la ejecutiva socialista. Y fue él quien arropó en Valladolid a Óscar Puente en su presentación como nuevo portavoz de la ejecutiva del PSOE en junio de aquel año. Allí manifestó que el alcalde había “terminado donde tenía que terminar por todas sus cualidades”. Tres años después, Puente tiene, se dice, aspiraciones más altas. No quiere “terminar” en Valladolid y estaría trabajándose su posición en Ferraz y sus relaciones en el Gobierno. Le convendría mucho ser complaciente con Asuar, Escudero o Gallach.
En cuanto Sánchez puso pie en la Moncloa, en junio de 2018, destituyó a José Ignacio Wert para nombrar a Manuel Escudero embajador de España ante la OCDE, con 137.000 euros de sueldo y un palacete en París. Con ello, Escudero ganaba además influencia en el Ministerio de Exteriores, justo en el área (la cooperación y el desarrollo económicos) en la que trabajaría Cristina Gallach, elegida por el presidente solo unos días después como alta comisionada para la Agenda 2030 de la ONU. Lo ha sido hasta que en febrero de este año fue nombrada, ya lo señalé, secretaria de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica y el Caribe.
La Agenda 2030 es el núcleo de la exposición que Margarita Asuar organizó para la Cumbre del Clima de Madrid en diciembre de 2019 y que ahora el Ayuntamiento de Valladolid va a llevar al Patio Herreriano. En su perfil en Facebook, ella explica que su “inspiración para realizar este Proyecto” la tuvo “en el Foro de Alto Nivel de ONU en New York en julio de 2019. Allí me di cuenta que faltaba una sistemática y que era muy difícil recordar los ODS (objetivos de desarrollo sostenible). En agosto de 2019 escribí una metodología para implementar la Agenda 2030 a nivel local, que aún no se ha aplicado en ningún municipio. Y en septiembre de 2019 creé este Proyecto”. No sé qué hacía en el foro de la ONU, pero sí que participaron en él tanto Juan Espadas como Cristina Gallach.
En octubre de 2019, Margarita Asuar constituyó la Asociación Armazón, que tiene como fines los derivados de “difundir e implementar la Agenda 2030 y los ODS”, con el apoyo expreso de Gallach. A finales de ese mes, Pedro Sánchez ofreció a la ONU asumir la organización de la Cumbre del Clima que no podía celebrarse en Chile y hete aquí que Asuar tenía en mente una exposición para dar un toque cultural al evento. Aquí no puedo ser clemente: fue una vergüenza. En un corredor de IFEMA, en la entrada a la sala de reuniones de los Jefes de Estado que participan en la cumbre, se dio ante todo el mundo una imagen lamentable del arte español contemporáneo. Aquí tienen el catálogo para que se hagan una idea.
A Cristina Gallach la exposición le pareció estupenda. Manifestó que “el proyecto Armazón ha marcado el camino y es una iniciativa que merece ser apoyada para que llegue a todas las ciudades posibles y a todas las personas”. También: “Un honor poder incorporar en el marco de la COP25 a esta exposición única –vean que asume la responsabilidad–, que explica todos los objetivos a través de creaciones artísticas excepcionales. Gracias Margarita por tu visión y entrega al incorporar magníficos artistas al mensaje compartido de urgencia en la acción contra el cambio climático y en favor de la Sostenibilidad. Os seguiremos a ti y a tus artistas, después de la COP25, adonde vayáis”.
También le encantó a Óscar Puente, que intervenía en una mesa redonda sobre el papel de los Ayuntamientos en las políticas ecológicas. Y anunció que la iba a llevar de inmediato al Patio Herreriano, sin contar en ningún momento con su director (les recuerdo que Javier Hontoria llevaba casi un año al frente del museo). Su arranque complacería además a Pedro Sánchez, que se identifica mucho con la Agenda 2030 y que no se quita de la solapa el colorido pin de los ODS.
Algo retrasó la itinerancia y luego vino el confinamiento, pero en junio de 2020 teníamos al alcalde, con la concejala Ana Redondo, reunidos por videoconferencia con Gallach “para abordar diferentes proyectos culturales”. Es cierto que, como secretaria de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica y el Caribe, Gallach tiene responsabilidades sobre las relaciones con la ONU (a través de la Dirección General de Naciones Unidas, Organismos Internacionales y Derechos Humanos) y por tanto autoridad para negociar la gabarronada. Pero las competencias sobre la Agenda 2030 pasaron, en el reparto del gobierno de coalición, a Unidas Podemos. Ione Belarra es desde enero secretaria de Estado para la Agenda 2030, en dependencia del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, cuyo titular es el mismísimo vicepresidente Pablo Iglesias. ¿Tienen ellos noticia de esta iniciativa y, sobre todo, de las formas con las que se está planificando? Hace unos días se publicó en el BOE una orden sobre la composición y el funcionamiento del Consejo de Desarrollo Sostenible que tiene como objetivo hacer más participativa la puesta en marcha de la Agenda 2030. Me parece que todo lo que rodea a Armazón es contrario a ese espíritu.
La itinerancia “para que llegue a todas las ciudades posibles” se inició en Vélez Málaga, donde tiene su sede la Asociación Armazón y de donde son oriundas dos de las artistas participantes. Artistas que, por cierto, no solo “colaboran en los Proyectos de la Asociación Armazón de forma completamente altruista” –las buenas prácticas lo desaconsejan si no es por iniciativa propia– sino que además le entregan o depositan obra no se entiende en qué condiciones, pues Asuar solicita, para valorar su incorporación, el envío de “bocetos” de 130 x 130 cm (¡!). En la actualidad está en Zaragoza, en formato cartel en la calle, y parece que ya tiene comprometidos Sevilla y varios municipios de Extremadura (a través de la Diputación de Badajoz).
Malo sería que la exposición, que es verdaderamente una calamidad, se instalase en cualquier sala pública, en Valladolid o en otras ciudades. Pero llevarla al Patio Herreriano o a cualquier museo con supuesta autonomía en la programación supone un bullying político a la cultura diría casi que sin parangón. Normalmente los directores de museos o responsables de instituciones culturales se las han de ver con concejales o consejeros que tienen ideas (por lo general muy malas) propias sobre lo que tendría que programarse en ellos. Una lucha desigual en la que al director le puede quedar no obstante recurso al intento de razonamiento o a la denuncia. Pero aquí nos encontramos a unas personas que no solo ostentan altísimos cargos, sino que forman parte del círculo más próximo al presidente del Gobierno o de la dirección del PSOE. ¿Ven qué dimensiones tiene el paquete que se le echa encima a Hontoria? ¿Ven qué gran hipocresía es defender la agenda buenista del desarrollo con la apisonadora del poder?
¿Un artista de éxito?
Y Gabarrón en medio. El alcalde y la concejala de cultura siguen defendiendo este indefendible proyecto expositivo con el argumento de que se trata de un artista de éxito vinculado a las Naciones Unidas. Será necesario poner de manifiesto sus estrategias y su carencia de credenciales artísticas. Observen en la información que sigue, basada en un trabajo de hemeroteca, su habilidad para relacionarse con adalides de las malas prácticas, la prevaricación y el fraude.
Esa carencia de credenciales nos hace entender por qué esta exposición es particularmente importante para Gabarrón. A pesar de que él presume de currículo, la verdad es que apenas cuenta con exposiciones en museos o centros de arte de prestigio y no pocos de los proyectos que ha puesto en marcha él mismo desde su fundación, como veremos, han fracasado. Prácticamente todo lo que ha hecho, sean muestras o intervenciones en espacios institucionales y públicos, lo ha conseguido no a través de comisarios de reconocida trayectoria o de invitaciones de museos de referencia sino mediante tratos directos con responsables políticos en entidades locales o autonómicas.
Así ha ocurrido, por poner otro ejemplo reciente, con la exposición que tiene apalabrada en el Palacio Almudí de Murcia también para 2020, con la que celebraría su cumpleaños y el 15 aniversario de su Fundación Casa Pintada en Mula (que no está para muchas fiestas, como explicaré más adelante). La información aparecida en prensa desvela cómo Cris Gabarrón negoció el tema directamente con el concejal de Cultura y Recuperación del Patrimonio, Jesús Pacheco –lo suyo es el negocio hotelero–, y con el alcalde José Ballesta, que prestó apoyo a la fundación desde los tiempos en que era diputado en el parlamento de la Asamblea Regional y fue varias veces jurado en los Premios Gabarrón. Y podría haber sido mucho peor: me informan desde Murcia que los Gabarrón habían conseguido comprometer para sus aniversarios prácticamente todas las salas municipales y autonómicas en la ciudad.
Recordemos, por otra parte, que Gabarrón ya expuso en el Palacio Almudí, en 2006, gracias al apoyo de la Caja de Ahorros de Mediterráneo, que patrocinó la itinerancia de esta exposición comisariada por Kosme de Barañano al Círculo de Bellas Artes. Las cajas de ahorros –Caja Duero, Caja Murcia, CAM– fueron una importante fuente de financiación durante años para el artista.
El trabajo de Cristóbal Gabarrón ha recibido muy escasa atención por parte de la crítica especializada. Como indicador: si no me equivoco, jamás ha merecido una reseña en El Cultural desde su lanzamiento en 1998. Solo en sus catálogos se ha hablado de su obra, previa remuneración al glosador. O en el suplemento que le confeccionó a medida Rafael Sierra desde Ediciones Arlanza (Descubrir el Arte) en 2012, que pagó (¿ven?) Caja Murcia.
Y tras cancelarse los premios que daba la fundación, sobre los que se sustentaba su relevancia social, y cerrarse las sedes de dos de las fundaciones (leer más adelante) dejó hace ya años de estar en el candelero mediático, a pesar de la fidelidad de los periódicos que siempre le apoyaron: ABC, El Norte de Castilla en Valladolid, La Verdad en Murcia. No esperaba yo, francamente, este resurgir.
La provechosa amistad con Juan Antonio Samaranch
Juan José Santos Mateo identificó perfectamente las estrategias del artista en el mencionado artículo, Gabarrón Veritas, un completo e incisivo perfil al que les remito. El artista habría elaborado “un plan consistente en generar obras de arte con un estilo distintivo, vinculadas a eventos/figuras reconocidos o sentimientos de aceptación masiva”, como “la paz, la solidaridad, la humanidad, el deporte. La Alhambra, El Quijote, Carlos V, Colón, la ONU”… pero también la lucha contra enfermedades como el cáncer o la esclerosis múltiple. El deporte es, efectivamente, uno de los ámbitos en los que Gabarrón ha hecho carrera, aprovechándose de que las organizaciones vinculadas a él tienen necesidad de darse de vez en cuando un barniz cultural y de que parece no haber en ellas personas con criterio artístico. Aquí la figura clave de su “éxito” es Juan Antonio Samaranch, que fue presidente del Comité Olímpico Internacional y que según algunos está en las raíces de la corrupción que se instaló en él. Tuvo muy buena relación con Gabarrón, que le concedió en 2002 a través de su fundación el Premio Internacional del Deporte. Antes, en 1992, el artista había realizado un mural en el Estadio de Béisbol de la Feixa Larga en Hospitalet de Llobregat para las olimpiadas de Barcelona, el gran logro de Samaranch.
En 1996 fue uno de los seleccionados para sembrar las calles de Atlanta de esculturas, con motivo de los juegos olímpicos que allí se celebraron. Esa participación le dio pie para traer a España una exposición sobre el olimpismo que tuvo lugar en el Centro Cultural Conde Duque en 1997, cuando era alcalde José María Álvarez del Manzano (PP). Dos años después inauguró una muestra en el Museo Olímpico de Lausana, creado a iniciativa de Samaranch, que aún presidía el COI.
El mural para la Expo 92 y la Fundación Cristóbal Colón
La segunda gran (en tamaño) obra de arte público realizada en aquel 1992, que Gabarrón sigue utilizando hoy como carta de presentación, es el mural para el pabellón Plaza de América en la Expo de Sevilla, hoy Escuela TS de Ingeniería. Me ha costado conseguir la información, por todo el tiempo transcurrido, pero he podido averiguar finalmente que se trató de un encargo de la Fundación Cristóbal Colón. O sea, de Manuel Prado y Colón de Carvajal. El descendiente del navegante, administrador de los bienes privados del Rey Emérito –su conseguidor de comisiones y su hombre del maletín–, firmó un convenio con la Sociedad Estatal Expo 92 por el cual cedería a esta el mural para que lo instalase en ese pabellón. Prado y Colón de Carvajal ingresó en prisión en 2004 para cumplir condena –salió enseguida, por razones humanitarias– por el caso Wardbase: justo en aquel año de celebraciones internacionales, se embolsó 11,4 millones de euros del Grupo Torras que le entregó Javier de la Rosa. Así que ya pueden imaginar que es muy posible que el dinero que pagó el mural no fuera del todo limpio. Poco tiempo más tarde, en 2008, fue de nuevo condenado por apropiación indebida, como responsable de Grand Tibidabo.
Colaborador de Iñaki Urdangarin
Aún en el terreno de lo deportivo, Cristóbal Gabarrón tuvo tratos con Iñaki Urdangarin. En 2007 se unió, en calidad de “presidente del consejo cultural” y en el mismo escalafón que el exduque de Palma, al proyecto de gran presupuesto –113 millones de euros– Ayre, que perseguía la participación de un nuevo equipo de vela español en la Copa América que iba a celebrarse en Valencia y que quedó en nada por cancelación de la competición cuando ya estaban el Emérito y su amiga entrañable comprometiendo para él 110 millones en Arabia Saudí. Por entonces ya había descubierto el artista el filón de los concursos de dibujo para niños (creó en 2002 la Pinacoteca Infantil Reina Sofía), que le permiten presentarse como filántropo siempre en relación con esas “causas” que todos apoyaríamos y que fueron la excusa para integrarse en el tinglado que estaba armando Urdangarín. Cristóbal Gabarrón iría de la mano con la infanta Elena, asesora del área cultural de Ayre, y Cris Gabarrón coordinaría las actividades. Además, decoraría un barco y el edificio que sería sede del equipo.
“Por otro lado –detalla Ricardo Grenville en Urdangarin y la Copa América–, con los bocetos y originales creados, el equipo planteaba la organización de una exposición itinerante por varias ciudades costeras de todo el mundo, terminando en un museo localizado en la base del equipo durante la celebración de la XXXIII edición de la Copa América. Con posterioridad a la celebración de la regata, esa exposición podría ser trasladada de forma permanente allí donde las instituciones de la ciudad considerasen oportuno”. Habría, por supuesto, concursos de dibujo para niños de todos los países del Mediterráneo “con la temática de la Copa América y el mundo de la navegación a vela como eje”.
La comisaria Císcar
Los organizadores del proyecto Ayre, entre los que figuraba Camilo José Cela Conde, cercano a Gabarrón, se reunieron en alguna ocasión en el IVAM (hay imágenes). Consuelo Císcar fue a partir de 2005 la gran valedora del artista, que le agradeció enseguida la devoción con la Medalla de Honor de la Fundación Cristóbal Gabarrón en 2006. No hace falta enumerar la cantidad de embrollos que protagonizó esta señora en su etapa al frente del IVAM, pues son bien conocidos, y en la actualidad está enjuiciada por algunos de ellos. Solo por el asunto de la compra de obras falsificadas de Gerardo Rueda el fiscal pide seis años de cárcel para ella.
La exposición que le organizó a Cristóbal Gabarrón en 2005 y que pasó por Nueva York, Valencia y Gdansk, fue la primera retrospectiva del artista. El comisario fue Donald Kuspit, que debió de llevarse un buen puñado de dólares (y recibió posteriormente el agradecimiento de la Fundación Gabarrón en forma de Premio de Pensamiento y Humanidades 2013). En Nueva York tiraron la casa por la ventana. Ya saben cómo eran estas exposiciones; recuerden las del Programa Arte Español para el Exterior, que servían sobre todo para hacer currículo en el interior, pues en las ciudades del extranjero donde se celebraban, en salas o museos de medio pelo, no tenían apenas eco. A la inauguración en el Chelsea Museum of Art, donde se inició la itinerancia en otoño de 2005, el IVAM y la Fundación Gabarrón llevaron a media Murcia. Encabezada por el presidente Ramón Luis Valcárcel –hoy investigado por prevaricación, malversación de caudales públicos, fraude y fraude de subvenciones–, se personó allí “una nutrida delegación de la Región”, que presentaba en la Carriage House el CENDEAC –a cuyo frente estaba su sobrino Pedro Alberto Cruz–, “gracias a la generosidad del artista, que ha puesto su fundación al servicio de este centro de arte murciano”. Asistieron también el rector de la Universidad de Murcia, José Ballesta (hoy alcalde de Murcia, antes mencionado), el alcalde de Mula, José Iborra, y el presidente de la Fundación Casa Pintada de Mula, Antonio Hernádez Cava.
Y aquí viene un dato interesante. Tanto esta muestra como la del IVAM fueron patrocinadas por el Grupo Trampolín, al que convenían mucho estas relaciones institucionales/culturales con los prohombres de la comunidad autónoma en la que operaba. Los socios Rafael Aguilera y Antonio Martínez, alias El Melonero, “desviaron” justo en esas fechas 56 millones de euros que les habían confiado cientos de familias para comprar unas viviendas que ellos promovían en Campos del Río y Albudeite, urdiendo una “macroestafa” de campeonato. Aún no hay sentencia pero la fiscalía pide siete años de prisión para cada uno. En la inauguración en el IVAM, ya en primavera de 2006, el representante del grupo de Empresas Trampolín intervino para explicar que financiaban la exposición “porque la arquitectura es arte”. El artículo que reproducía estas palabras precisaba que “el logotipo de esta empresa (un campo de golf) luce en el cartel a la entrada”. Un año después, la muestra viajaba al Museo Nacional de Gdansk, no sé si aún patrocinada por los presuntos estafadores.
Hubo otras colaboraciones entre Císcar/IVAM y Gabarrón en esos momentos. En julio de 2006 ella le colocó a Alberto Ruiz Gallardón una exposición en la calle, delante del Museo del Prado, de esculturas del artista sobre “los misterios” de Cristóbal Colón que ella misma comisariaba. ¿Y cuáles son esos misterios? Según Gabarrón, el mayor de ellos “era su capacidad de seducir y enamorar a las clases más elitistas de la sociedad como la iglesia, la monarquía o la nobleza”.
Un paréntesis para acordarnos de que Ruiz Gallardón inauguró una segunda muestra de escultura pública de Gabarrón en 2011, Torres de la Alhambra, justo antes de ceder el bastón de mando a Ana Botella, que era entonces delegada de Medio Ambiente. Y miren qué casualidad: al mismo tiempo que Gabarrón exponía a las puertas del Retiro, el hijo de Consuelo Císcar, Rablaci, lo hacía en la Casa de Vacas de esos jardines.
La exposición de los misterios colombinos (aquí el catálogo), que partió del IVAM, la llevó entre 2006 y 2007 Císcar por varios ayuntamientos y comunidades controlados por el Partido Popular: las calles de Valladolid –con León de la Riva como padrino, por supuesto–, el Parlamento de Galicia en Santiago de Compostela o el Castillo de Santa Bárbara en Alicante.
Mientras tanto, el IVAM prestó algunas exposiciones a la Fundación Gabarrón de Nueva York. He localizado tres: una de José Sanleón, comisariada por Fernando Castro Flórez, en mayo 2007; una de Paco Caparrós, en diciembre de ese año y, algo más tarde, una de Ramón de Soto, comisariada por la propia Consuelo Císcar, en marzo de 2009. Tres artistas considerados próximos a la directora del museo. ¿Quién pagaba esas itinerancias?
El negocio del Milenio
Capítulo aparte merecen las actividades de Gabarrón en Medina del Campo (Valladolid), en las que se incluye un proyecto que también recibió un apoyo injustificable del IVAM. Y aquí ya sí tenemos algunas cifras. Sepamos antes de entrar en detalles que esta población de unos 20.000 habitantes estuvo durante lustros gobernada por el Partido Popular, con Crescencio Martín Pascual a su frente desde 1999. En 2015, el alcalde aceptó un año de cárcel y ocho de inhabilitación para evitar un juicio por prevaricación administrativa y fraude a la administración pública, y en 2018 el ayuntamiento informó a la fiscalía de otros supuestos delitos (prevaricación y malversación), todo relacionado con las obras públicas acometidas en el municipio.
Cristóbal Gabarrón fue el artista de cabecera de Martín Pascual. En 2001 le encargó el Proyecto de adecuación artística y tematización del Parque Villa de las Ferias, que incluye “tratamientos de suelo, pérgolas, fuentes, farolas, bancos, incorpora murales y otros singulares objetos de mobiliario urbano”. El ingeniero responsable de llevarlo a cabo fue Antonio Gabarrón, hijo del artista. La primera fase se completó en 2003, y tuvo un coste de 690.000 euros. La segunda se inició en 2008, con un presupuesto de 1,2 millones: 600.000 euros para la obra civil (movimiento de tierra, construcción, bordillos…) y otros tantos para la obra escultórica y diseño de pérgolas, papeleras, bancos, etcétera. Unos meses después se aumentó el presupuesto hasta 1,5 millones. Hoy se calcula que se gastaron en total unos tres millones de euros de dinero público.
Pero el gran orgullo de Gabarrón en Medina del Campo es su Capilla del Milenio, que tanto él como el hotel balneario Palacio de las Salinas, en cuyo recinto se ubica, presentan como un encargo de la ONU. Y eso no es cierto. En las pinturas que la recubren Gabarrón quiso reflejar el espíritu de la Cumbre del Milenio en Naciones Unidas –para la que, ya saben, hizo un cartel– con “los errores cometidos por la humanidad en el pasado” a la izquierda y “los valores que han de prevalecer en el tercer milenio”. Es, insisto, la capilla de un hotel.
La presentó en 2001 y ahí quedó de momento la cosa. Pero en 2007, cuando su relación con Consuelo Císcar estaba en su momento más dulce, consiguió algo inaudito: que el IVAM se asociara con la Fundación Gabarrón, con aval del alcalde Martín Pascual, para darle lustre cultural al hotel (¡!) mediante el proyecto Las Salinas Arte Contemporáneo. El IVAM cedió once obras escultóricas de Andreu Alfaro, Markus Lüpertz, Miquel Navarro, Tom Otterness o Manolo Valdés, que se sumaron a las de Gabarrón. “La colección –se publicó– se irá completando en los próximos meses con la incorporación de nuevos creadores, algunos de los cuales se exponen actualmente dentro de la muestra Escultura pública monumental en los Jardines Sabatini, en Madrid” (de la colección de Gabarrón y avalada por la delegada Alicia Moreno). Císcar calificó aquello, en su inauguración, como “un espacio escultórico de impresionante transcendencia, que no tiene precedente en España”.
Intermediario en Navalcarnero
En 2009, la Fundación Gabarrón concedió al Ayuntamiento de Navalcarnero (20.000 habitantes, en la Comunidad de Madrid) su Premio de Restauración y Conservación. Entre 1996 y 2015 su alcalde fue Baltasar Santos, condenado en marzo a devolver 2,1 millones de euros por el menoscabo causado a los fondos públicos, al haber pagado obras no ejecutadas en un polideportivo y el suministro eléctrico a la concesionaria de la plaza de toros, cuando le correspondía a esa empresa. Pero se enfrenta además a 10,5 años de prisión y 30 de inhabilitación por el Caso de las Cuevas del Concejo, acusado de fraude y malversación continuada.
Con este paradigma de la mala gestión y el despilfarro tuvo también tratos el artista. Unos 15 millones de euros gastó Navalcarnero en esculturas, unas cuantas de ellas compradas a la Galería Marlborough. Gabarrón, a través de su empresa Igsaarte S.L. vendió al Ayuntamiento dos esculturas: una suya, La corte de Felipe II (330.000 €) y otra de Dennis Oppenheim, Cristal Garden (250.000 €). Aquí los datos de la contratación.
Es curiosa la insistencia de Gabarrón y de su fundación en la promoción en España de este artista, Dennis Oppenheim, fallecido en 2011, del que se declaró gran amigo. La fundación ha estado detrás de los encargos de escultura pública al artista en nuestro país, “en las ciudades que tienen un significado especial para La Fundación Gabarrón y su fundador”: Device to Root out Evil, en 1997 para Palma de Mallorca; Stage Set for a Film, en 1998 para el Paseo de Zorrilla en Valladolid, con un coste de 120.000 euros; Mobile Lighthouse, en 2005 para el Parque Gabarrón de Mula; Cactus Garden, en 2007 para Murcia (he leído que fue una donación del artista a través de la Fundación Gabarrón); y la de Navalcarnero. En una necrológica de Oppenheim, Cris Gabarrón evocaba sus “visitas al estudio de Brooklyn para supervisar la creación de las principales esculturas que creó para ciudades españolas”.
La fundación organizó además una exposición comisariada por Cris Gabarrón que pasó entre 2004 y 2005 por Valladolid (Museo Fundación Gabarrón), Madrid (Círculo de Bellas Artes), Valencia (Fundación Bancaja, que patrocinó la itinerancia junto a Arte y Naturaleza, empresa vinculada a Afinsa, que pergeñó, recordarán, una grandísima estafa) y Murcia (Sala Díaz Cassou, Verónicas y la Casa Pintada de Mula). Y otra en el balneario de Las Salinas, en 2009. Y otra en la sede de la Fundación Gabarrón de Nueva York, en 2011. Y otra en el Palacio Almudí de Murcia (en el que, como hemos visto, tiene mucha mano), en 2012.
Amarguras en el Niemeyer
Natalio Grueso fue jurado en un par de ediciones de los Premios Gabarrón: en el de Pensamiento y Humanidades de 2009, siendo director del Centro Niemeyer, y en el de Artes Escénicas de 2011. Además, apoyó la presentación en Madrid de los premios de 2013, que serían los últimos, siendo director de Artes Escénicas del Ayuntamiento de esta ciudad. La programación de artes plásticas que diseñó en Avilés fue muy floja, pero una de sus exposiciones más polémicas –es verdad que con factores políticos de por medio– fue la de Gabarrón en 2011. La incansable navegación de Colón hizo puerto allí, acompañado en esta ocasión por las esculturas dedicadas por el artista a Don Quijote, igualmente viajeras.
Grueso es otro de los personajes turbios con los que se ha relacionado Gabarrón. Hace unos meses fue condenado a ocho años de prisión y ocho de inhabilitación para contratar con las administraciones públicas por un delito de malversación de caudales públicos en concurso y por otro de falsedad en documentos mercantil y societario.
El paraíso castellano-leonés
No solo el gobierno autonómico de Castilla y León, que le otorgó en 2000 su Premio de las Artes, sino también varios ayuntamientos de sus principales ciudades han apoyado largamente las actividades de Gabarrón. Como es sabido, los Premios Gabarrón gozaron de subvenciones de la Junta (hasta 120.000 euros anuales) y el Ayuntamiento de Valladolid cedía gratuitamente el Teatro Calderón para la entrega de los mismos.
Todo lo que ha hecho Gabarrón en este territorio, que yo sepa, está ligado a instancias oficiales y a espacios no artísticos, y no a los museos y salas con dirección independiente. Vean algunos ejemplos:
1996: Retrospectiva Versus 85-95 en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León en Salamanca.
1997: Exposición Atlanta Star – Un Bosque Olímpico, Palacio de Congresos y Exposiciones en Salamanca.
1999: Instalación por encargo de la Diputación de Valladolid, de una obra de gran formato para el Museo Provincial del Vino, en Peñafiel (Valladolid).
2000: Exposición Gabarrón-Millennium 33 Hechos Históricos, en el Palacio de Congresos y Exposiciones en Salamanca.
2001: Exposición Carlos Qvintus. Palacio de Congresos y Exposiciones en Salamanca.
2002: Exposición Gabarrón. Veritas en la Casa de las Conchas de Salamanca, dentro del programa de capitalidad Europea de la Cultura.
2003: (Rarísimo) convenio suscrito entre la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León y la Fundación Cristóbal Gabarrón para “la sensibilización de la población sobre las ventajas de la lactancia materna para las madres y para los niños”. Con subvención de 110.000 euros repartidos en dos años.
(En estos años intermedios, las mencionadas subvenciones a la Fundación Gabarrón).
2017-2018: Colectiva itinerante Paisajes del alma, organizada por la Fundación Gabarrón para la Junta de Castilla y León.
2019: Instalación Huellas (gazpacho de conmemoraciones y homenajes) en el paseo Sierra de Atapuerca de Burgos. En la inauguración participaron el presidente y vicepresidente de la Fundación VIII Centenario de la Catedral, el consejero de la Presidencia de la Junta, Ángel Ibáñez, y el alcalde de la ciudad, Daniel de la Rosa.
En Valladolid, antes
Gabarrón se considera vallisoletano de adopción. Ha vivido mucho tiempo en esa ciudad, en la que ha estado la sede social de la mayoría de sus empresas. También la sede de una de sus fundaciones, con museo abierto entre 1992 y 2015. Repasemos los principales hitos de sus años allí, que coinciden casi exactamente con la permanencia de León de la Riva, el ginecólogo de Ana Botella, en el Ayuntamiento (1995-2015)
1997: Inauguración del monumento La Puerta de Valladolid en la entrada sur de la ciudad.
1999: Instalación del mural cerámico Barandilla para el Pisuerga en Playa de las Moreras.
2000: Pintó de colores un conjunto de casas en el Barrio España, con un coste de 210.000 euros, que han tenido graves problemas de conservación.
2006: Parada en Valladolid de la itinerante sobre Colón de esculturas al aire libre.
2007: Instalación de la escultura Metamorfosis junto a las Cortes de Castilla y León, adquirida por esta administración.
Además, muy cerca de Valladolid, tiene una escultura en el Parque Tecnológico de Boecillo y otra de gran tamaño en una rotonda en Arroyo de la Encomienda. Sin información sobre fecha de instalación o sobre su precio.
En 2003 abrió al público el Museo Fundación Gabarrón –inaugurado por el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, y el alcalde León de la Riva–, donde expuso sus colecciones de arte africano, egipcio, romano, etrusco, prehispánico, asiático, contemporáneo… La conservadora de estas fue su hija, Rosa María (Rosmy) Gabarrón. Es difícil hacer balance de su actividad para alguien como yo que no la siguió de cerca pero no parece que la programación expositiva fuese muy intensa. Ocupó un edificio que, me dicen (sin documentar), era de su propiedad. Los Gabarrón dejaron Valladolid en 2015 y no hubo más noticias sobre el inmueble hasta que en septiembre de 2017 se supo que su propietario era una entidad financiera, EspañaDuero, fusión de Caja España y Caja Duero, adquirida en 2014 por Unicaja. ¿Lo vendió Gabarrón a Caja Duero, con la que había tenido una provechosa relación, incluidas jugosas subvenciones para sus premios? La entidad lo puso a la venta. Pedía al principio dos millones de euros y fue bajando el precio; el último que se conoció fue 1,6 millones, aunque se apunta que aún menos habría pagado una inversora, Fuentingel, que lo ha alquilado a Intrum, multinacional sueca de recobro de deudas que le traspasan entidades bancarias y promotoras inmobiliarias. ¿Perdió EspañaDuero dinero en la operación de compraventa?
Recordemos que Caja Duero iba a sostener a la Fundación Gabarrón en la creación de un museo de arte precolombino en Salamanca que se anunció en 2007 pero que nunca se hizo realidad. “Nuestro socio era Caja Duero –explicó Cris Gabarrón–, que escudada en la crisis y en su transformación jurídica paralizó el proceso. El edificio estaba preparado. Estaríamos dispuestos a hablar del tema si los nuevos responsables de la entidad desearan abrirlo”. Un sonado fracaso.
La industria del español y el parque de aventuras
La Fundación Gabarrón fue una de las instituciones que constituyeron en 2006 la Fundación de la Lengua Española, “una institución privada creada en España para la promoción de la lengua y cultura españolas en países cuya lengua no sea el español, y la difusión de la imagen de España y de Castilla y León por todo el mundo”. Mimada por el PP castellano-leonés, su enfoque era cultural pero quizá sobre todo económico: se hablaba incluso de una “industria del español”. Iberdrola Renovables, la Fundación Universia-Grupo Santander, la Fundación Grupo Norte, la Agrupación de Formadores de Castilla y León, General Electric, la Fundación José Ortega Gasset, Inconsa y Google Spain fueron los socios de los Gabarrón. En 2007 se añadió una red de centros de integración de inmigrantes (que recibió unos 250.000 euros del servicio público de empleo). Antonio Gabarrón formaba parte del comité de dirección de la Fundación. Tomás Villanueva, consejero de Economía y Empleo de la Junta de Castilla y León, puso al frente de la misma a su amigo Daniel Movilla Cid. La iniciativa acumuló una deuda de 4 millones de euros y terminó, en 2014, en concurso de acreedores y liquidación.
La Fundación Gabarrón hizo una especie de bucle con la Fundación de la Lengua Española pues constituyeron juntos (y con la Fundación Nido) otra entidad “sin ánimo de lucro” llamada Fundación Talleres del Pinar, presidida por Antonio Gabarrón, para crear en unas instalaciones de propiedad municipal “un centro de actividades relacionadas con el arte, el idioma, la cultura, el medio ambiente, el turismo, el deporte y la aventura”. Un parque de aventuras, vamos. Firmaron en 2007 un convenio con León de la Riva, que cedía gratuitamente los espacios. Se invirtieron 1,1 millones de euros, procedentes del Fondo Estatal de Inversión Local 2009 –después de habló de un coste de 1,5 millones– y se anunció su apertura parcial para verano de 2010. En 2012, la Fundación Talleres del Pinar encomendó la gestión del parque a una empresa privada, Campa, tras un conflicto entre el equipo de gobierno municipal y la oposición, que protestó por el abandono del lugar y por posibles irregularidades. No se conocen los términos el acuerdo.
En Valladolid, después
La instalación en las calles de Valladolid de la escultura sobre la ONU podría coincidir con la del monumento al aficionado que está realizando para el club de futbol Real Valladolid, anunciada (pre-pandemia) para septiembre. El abrazo de la ilusión consiste en un grupo de siete figuras planas de colorines que sustentan una pelota gigante. Se trata de una donación de la Fundación Gabarrón, que valora en dos millones de euros (¡ejem!) y que se produciría mediante suscripción popular. Existe una web para la cuestación, https://www.valladolid.fan/, que no informa sobre los avances.
Y lo gracioso es que ambos conjuntos escultóricos son bastante parecidos.
Gabarrón repite formas y les atribuye los significados que le convienen, según el cliente de que se trate. Vean, por ejemplo, sus homenajes a una familia de bodegueros en Valladolid, a Camilo José Cela (y al cine, todo junto) en Cannes y al Centro de Esclerosis Múltiple de Cataluña.
Cuando presentó esta última, explicó que El color de la esperanza pretendía “visualizar los sentimientos del triángulo conformado por médicos e investigadores, que alteran el factor tiempo en una carrera a su favor; las familias, que aportan el apoyo y todo tipo de soluciones; y los enfermos, que tienen que resolver la ecuación de la felicidad”. Cuidado, barceloneses, porque la idea es hacer una versión en grande para integrarla en una plaza, un paseo o un parque.
Siempre nos quedará Mula… Y Murcia, y Valencia
Tres sedes tuvo la Fundación Gabarrón: Valladolid, Nueva York y Mula. La primera la abandonaron en 2015, como vimos, aduciendo una “reestructuración y optimización de los espacios y recursos fundacionales, con la consiguiente adaptación y adecuación a la demanda cultural de cada momento”. En el mismo año, según creo (con seguridad antes de 2016), se vendió la Carriage House, espacio en el que desarrollaron sus actividades en Nueva York y que alquilaban para eventos. Nunca se hizo público el cierre, y en la página de Facebook de la fundación sigue apareciendo como sede, a pesar de que lleva tiempo ocupada por la Henry George School of Social Science.
La Fundación Casa Pintada fue creada en 2004 y el espacio expositivo del que toma el nombre se abrió al público en 2005. Su financiación depende (en parte) del Ayuntamiento de Mula (17.000 habitantes), que comprometió 300.000 euros anuales de subvención directa y la cesión de un espacio en el convento de San Francisco, que no se llegó a producir. Un cambio de gobierno en el Ayuntamiento (de PP a PSOE) provocó la no renovación del convenio en 2014 y que reconsiderara ese compromiso, estimando que “que la Fundación ha sido incapaz de justificar el destino dado a los fondos de dinero público, que el convenio establecía obligaciones por ambas partes y que no se han alcanzado los objetivos culturales propuestos”. En 2017 la fundación se declaró en concurso de acreedores y suspendió pagos, pero seguiría adelante, anunció, con fondos propios. Llevó al Ayuntamiento a los tribunales y, tras perder, presentó recurso contencioso-administrativo, con el resultado final de que el Tribunal Superior de Justicia ha obligado al consistorio a pagar algo más de un millón de euros, más intereses, aunque ha desestimado la reclamación del convento de San Francisco por parte de la fundación. Las relaciones entre ambos, después de esto, serán aún más espinosas. Y el convenio de 2004 cedía gratuitamente el edificio durante 25 años, es decir, hasta 2029.
He obtenido el listado de acreedores reconocidos por la administración concursal en 2017. Me llaman la atención tres cosas. La primera, un préstamo de casi 100.000 euros suscrito en marzo de 2016 para hacer frente a los gastos de la fundación, no devuelto. La segunda, la deuda de 46.968,81 euros con Antonio Hernández Cava, exalcalde de Mula (UCD, de 1979 a 1983), empresario en el sector de la construcción y presidente de la Fundación Casa Pintada (no figura como préstamo, aunque tal vez lo fuera, sino como servicio comercial impagado). La tercera, que me parece grave, es que se dejaron de pagar las modestas becas, de 500 euros, a los doce artistas seleccionados en la III (y última) Convocatoria de Arte Emergente, que es seguramente lo más digno que ha hecho la fundación. En el inventario de bienes hay una sola obra de Gabarrón que sea propiedad de la fundación valorada en 167.000 euros.
Y mientras esta ruina sucedía, Gabarrón se sumergía en un nuevo delirio autopromocional. Allí mismo, en una finca que posee muy cerca de Mula, conocida como Paraje Los Llanos. Había concedido el Premio Gabarrón de Artes Visuales a Álvaro Siza en 2010 y cinco años más tarde le planteó la posibilidad de crear un Complejo Gabarrón para la Creación Artística. Ambicioso nombre para lo que iba a ser básicamente una casa con espacio para invitados y actividades. Cris Gabarrón lo visualizaba como “un lugar de peregrinaje durante el próximo siglo, de la misma manera que ahora visitamos edificios emblemáticos o icónico construidos el siglo pasado como: Villa Mairea de Alvar Aalto en Noormarkku, The Glass House de Philip Johnson en New Canaan, la Residencia Kaufmann-Fallingwater de Frank Lloyd Wrigth en Mill Run, o la Villa Savoye de Le Corbusier en Poissy.
Le dieron mucho bombo al asunto en 2017 –incluso lo presentaron en China, en una feria de muebles, la CIFF de Shanghái–, con la dedicación a Siza de una exposición en el Palacio Almudí (¿cómo no?) y del III Congreso Internacional de Arte, Arquitectura y Patrimonio, organizado por la Cátedra Internacional de las Artes Cristóbal Gabarrón (otro nombre altisonante para una modesta actividad: una beca para investigar sobre el artista y un congreso anual de dos días con demasiado peso del círculo de este) y el Grado en Arquitectura de la Universidad Católica de Murcia. Privada y, como su nombre indica, confesional. El interlocutor de Gabarrón en esta Universidad es el famoso presidente de la UCAM, José Luis Mendoza Pérez, carpetovetónico en todo, cuya última salida de tono ha sido afirmar que el coronavirus es una enfermedad causada por “las fuerzas oscuras del mal, del Anticristo y quienes le sirven”. Nunca más se supo del complejo. ¿Problemas de financiación?
En Murcia, en cualquier caso, a Gabarrón aún le quedan contactos, como hemos comprobado en los tratos políticos para su multi-exposición por el aniversario. Es imposible que los murcianos le olviden: no tanto por su fundación en Mula como por su escultura de 30 metros en la rotonda frente a IKEA, ideada en “homenaje al trasvase Tajo-Segura por su 25º aniversario”. Se inauguró en 2006, con un coste de 300.000 €. Recientemente, además, llevó una muestra de documentos de Picasso y Cela (de su propiedad) al MURAM. Su prosperidad en la región coincide con el paso de Pedro Alberto Cruz por la Consejería de Cultura y Turismo de la Región de Murcia. Le apoyó primero como crítico y luego como político. Ahora, tras unos años de relativo distanciamiento, reclama su puesto como pintor murciano oficial.
También en Valencia. ¿Sabían que la Fundación Gabarrón conduce la programación de exposiciones anuales de escultura en el Umbracle de la Ciudad de las Artes y las Ciencias? Por cierto, de calidad artística lamentable. Empezó en 2011 con Ripollés, no les digo más. ¿Por influencia de Císcar? Gabarrón mismo ha expuesto dos veces, en 2012 y 2017, y ha invitado a artistas cercanos a él. Con comisariados de Cris Gabarrón, de Juan García Sandoval, director del MURAM y colaborador habitual de la Fundación Gabarrón –esto se lo tendrían que mirar los responsables autonómicos de este museo–, de Julio César García Rodríguez, director de la Casa Pintada, o de Margarida Prieto, la comisaria-socialité de la que ya hablé. ¿Cobra la fundación por este servicio? ¿Lo paga? No hay información publicada sobre posibles convenios o acuerdos. Otra vez falta absoluta de transparencia.
La frontera y China
Unas breves palabras finales para dos derivas recientes de los proyectos gabarronianos.
Uno es la Fundación Frontera del Conocimiento, de la que apenas tengo información. Retomó en 2014, en colaboración con la Universidad Europea Miguel de Cervantes –privada, con sede en Valladolid–, los programas educativos –escuela de protocolo, básicamente– que se desarrollaban en la Fundación Gabarrón de esa ciudad.
Otro es la Gabarron Foundation Asia, que dirige otro de los hijos del artista, Juan M. Gabarrón. Desde hace unos cinco años, Cristóbal Gabarrón ha expuesto en diversos museos y centros de arte. No conozco el medio artístico chino, así que no sé valorar la relevancia de esas muestras. Lo que les puedo contar es que la estrategia de los Gabarrón en China pasa por la creación en Shanghái de un museo de arte infantil. En 2017 presentaron el proyecto a los medios de comunicación. El pueblo de Zhoupu, en el distrito de Pudong, firmó un acuerdo para ceder a la fundación una fábrica a la que llevarían una parte de la Pinacoteca Infantil Reina Sofía, colección formada por las obras recibidas a través de los varios concursos de dibujo para niños que han organizado, algunos con claros tintes de mercadotecnia, como aquel vinculado a la Copa América u otro de 2005 patrocinado por los supermercados El Árbol, con el título El árbol, fuente de vida. Este museo tendría que haberse inaugurado en la primavera del año pasado. No se volvió a saber.
Un artista de pasillos
¿Qué podemos concluir de este largo historial? Cristóbal Gabarrón no es un artista de prestigio internacional, como él vende. Es un artista de pasillos que ha conseguido demasiadas prebendas de demasiados personajes dudosos o directamente de delincuentes. Cegado por sus delirios de grandeza, está completamente fuera del sistema del arte español (y del gobal, desde luego). Nadie en él le apoya. Y así seguirá mientras la ignorancia y los intereses particulares de nuestros gobernantes primen sobre la exigencia de calidad y sobre el respeto a los profesionales de la cultura.