«ANIDAR: Arquitectura y Niñez», sección que dirijo en la revista de arquitectura Arqa (Argentina), visibiliza y propone proyectos del campo acotado por la infancia, la arquitectura y la educación.
Conversaciones ANIDAR invita cada lunes a algunos de los mejores especialistas del mundo en este campo (invitados 2020, invitados 2021, invitados 2022). La conversación como juego de construcción de mundos habitables. La infancia, mirada que nos interroga sin margen de error.
«Conversación ANIDAR con Maite Larrauri (España). El entorno nos educa» el 7 de noviembre de 2022.
Maite Larrauri ha sido profesora de enseñanza media durante 36 años en centros educativos en España. Es co-autora, entre otros libros, de la colección «Filosofía para profanos», pensada para divulgar el pensamiento de algunos autores como Deleuze, Foucault, Arendt, Spinoza, Nietzsche, Bergson, Marco Aurelio, Epicuro, Simone Weil, Dewey. Ha participado en programas de radio y de televisión española.
Maite nos ayudó a entender el giro copernicano que John Dewey supuso para la educación de la infancia y juventud. Dewey se preguntó porqué la educación casi no había cambiado desde Platón y Aristóteles: unas clases sociales -generalmente las adineradas- transmiten lo que consideran importante a las siguientes generaciones -generalmente sólo a sus retoños- con maestros que transmiten ideas hechas e invariables a los estudiantes.
Dewey proponía «aprender haciendo» donde lo abstracto y lo práctico, el estudio y el taller eran uno para que la infancia construyera sus propias ideas mediante la experiencia en procesos de investigación, errores y aciertos, cuestionamientos, búsquedas personales y colectivas. ¿Cómo aprendemos? Dewey afirma que aprendemos «de forma indirecta por medio del entorno». El entorno que está en todas partes: hogar, barrio, medios de comunicación, centros culturales, educación obligatoria… Aprendemos por ósmosis, queremos ser como nuestros pares, ser aceptados en la tribu, por lo tanto reproducimos lo buenos y malo de nuestro entorno social. La escuela tiene que ser un entorno artificial donde la infancia aprenderá virtudes que no están en su entorno social y así no repetir los errores heredados: la escuela permite el cambio a mejor de mundo.
Los maestros tenemos que conocer tanto la materia que impartimos como a cada uno de los estudiantes, sus circunstancias personales y familiares, sus expectativas y habilidades… para diseñar un devenir pedagógico ajustado a ellos. Aprender con proyectos de ciencias y artes es una posibilidad entre otras, mientras el niño no se dé cuenta de qué materia aprende, cosa que solo debería saber el maestro, según decía Dewey. Así, el entorno de la escuela estará hecho de materiales físicos mesurables junto con actitudes éticas y estéticas que los alumnos aprenden con el ejemplo de sus maestros.
La segunda parte de la conversación giró sobre el documento «Reclamar una vida filosófica» que Maite ha escrito con Francisco Caballero (PDF: http://laaventuradeaprender.intef.es/guias/ciencia-ciudadana ) donde nos sugieren un proceso de seis pasos para la reflexión filosófica. A partir de los 11 o 12 años de edad nos planteamos preguntas filosóficas, alejándonos de verdades «porque sí» oídas en el hogar, y queremos ser «libres» en la forma de ser y pensar. ¿Qué es ser libre? ¿Romper normas y ataduras? El «subidón de libertad» que solemos vivir en la adolescencia permanece en la memoria del adulto que mantiene su sed de aprender y, tal vez, sed de una sociedad donde todos exploran su libertad.