Que la vida es una larga conversación es algo que he pensado más de una vez. Estos días, después de ver The end of the tour, la idea me ha vuelto a la cabeza. Por si no la habéis visto, la película –que vale mucho la pena– es la historia de los cinco días que duró la entrevista entre David Lipsky, periodista de Rolling Stone, y el afamado escritor David Foster Wallace, que acababa de publicar entonces La broma infinita.
Confieso que he leído poco a DFW. Solo Hablemos de langostas –porque con ese título era imposible que no lo comprara–, algunos artículos sueltos y el maravilloso relato La niña del pelo raro. Reconozco también que la idea de leer las 1212 páginas de La broma infinita nunca me ha acabado de seducir. Eso sí, lo tengo en mi estantería con una de esas etiquetas imaginarias en las que puede leerse: postureo literario.
La película es una especie de road trip, un viaje en coche lleno de conversaciones apasionantes, de esas que es mejor tener –y escuchar– con la libreta al lado. Los coches tienen su encanto. Son lugares cerrados, aislados del exterior. Se avanza rápido y vamos dejando atrás distintos paisajes. De su interior surgen, a menudo, conversaciones que no se darían fuera. La magia del viaje, supongo.
Apunté muchas notas al terminar la película. Notas que tenían que ver con la soledad, con la creación –con la envidia de no tener el talento de DFW también, para qué engañarnos–, pero sobre todo con una cosa: con la importancia de encontrar buenos interlocutores en la vida.
Hay una cita de DFW que me gusta especialmente: “Todas las historias de amor son historias de fantasmas”. Y siempre pensé que esa frase hablaba de amor pero, en realidad, cuando terminó la película entendí que hablaba más bien de miedo. DFW tenía muchos miedos. De defraudar a los demás, de no ser lo suficientemente bueno. De llegar –a casa, a los éxitos– y que no hubiera nadie. Del vacío, de los fantasmas. La genialidad no lo salvó de nada, más bien al contrario. Hay un momento brillante en que le dice a Lipsky: It would be nice to have somebody that you shared a life with… and allowed yourself to be happy and confused with. Encontrar a alguien con quien compartir la vida, con quien pudieras estar feliz y confundido. Me temo que la la clave está en eso: en permitirse estar confundido con alguien. No sé si eso es posible pero al menos es una idea bonita.
“La vida es una larga conversación. Haz una buena”, apunté en la libreta como resumen. Era una especie de consejo de autoayuda que me regalaba a mí misma, pero ahí sigue la frase, y desde ahí me sigue observando ahora, subrayada como un recordatorio, sobre todo en ese mes de agosto en el que todo está cerrado por vacaciones y hay que decidir muchas cosas –o haberlas decidido ya– y entre ellas, qué libros llevarse en la maleta.
Porque los libros, que yo sepa, son también parte de esa conversación con la vida. Y al menos esa parte podemos escogerla bien, con calma. La otra, la de los interlocutores y las historias de amor y los fantasmas…Bueno, con ésa hay que tener más paciencia.
Y nada, en realidad solo os quería desear buenas vacaciones –a los que las hagáis– y sobre todo, buenas conversaciones. Y esto segundo, a todos. Feliz verano.