Durante mi anterior estancia en España ocurrió el desastre de Haití.
Las noticias e imágenes que llegaban eran tremendas y en seguida los corazones se abrieron para intentar ayudar en lo posible, por mucha crisis económica que se padezca en Europa. Pero conforme pasaban los días y las noticias se sucedían se incrementaban las campañas de las ONGs para recaudar dinero.
Surgió algún escándalo cuando se supo las comisiones que cobraban los bancos por esas transferencias de los particulares a las ONGs y no tuvieron más remedio que dar marcha atrás y devolverlas ante la publicidad tan negativa que suponía que, como buitres, quisieran hacer negocio a costa de las desgracias de los demás. Eso incluso aunque con el dinero público se les acabe de salvar de la crisis, pero el capitalismo es el capitalismo y esas son sus reglas del juego.
Al corderito atropellado todo se le vuelven buitres
Como les pasa a las ONGs, al final tienen que jugar como las demás empresas: vender sus productos, ganar clientes y cuota de mercado en un entorno cada vez más competitivo.
Cuando veía las campañas de publicidad, en toda clase de medios, que derrochaban las ONGs con lo de Haití se me partía el corazón. Por una parte está bien que se hagan cosas, por otra me indigna a qué coste se hace. El Estado debería prohibir ese tipo de derroche publicitario. Una sola campaña institucional, con la relación de todas las ONGs que van a destinar recursos a una zona catastrófica y con la aplicación garantizada de ese dinero recaudado allí…
Porque hay ONGs de muchos tipos.
Siempre he sido partidario de las más serias y que forman parte de Organismos Internacionales, creo que, entre otras cosas, para eso está la ONU y que UNICEF o CRUZ ROJA (MEDIA LUNA ROJA, etc) son las más aconsejables y las más fiables. Por otra parte es seguro que todas las ONGs surgieron del buen corazón de algunas personas, por más que con el tiempo algunas puedan acabar convirtiéndose en otra cosa.
De entrada en organizaciones que, ley de vida, su primer objetivo es sobrevivir.
Porque, finalmente, acaban existiendo unas estructuras y unos gestores que viven de eso, es su trabajo más que una cuestión de solidaridad, un trabajo como en cualquier otra empresa.
Incluso las más respetables, las que están ‘servidas’ por congregaciones religiosas con miembros que llegan a dar, literalmente, sus vidas por ayudar a los demás, acaban cayendo en el sistema. Para un ateo practicante como yo, que reniego de las religiones pero no de la verdad, es complicado conciliar mi descreimiento con el profundo respeto que me inspiran personas capaces de hacer lo que he visto y leído.
En todo caso hay ejemplos de ONG, o de su forma de comunicar o venderse que me producen rechazo y mucho recelo.
Campañas agresivas con el peor estilo posible para unos objetivos tan supuestamente nobles.
ANESVAD hace, o hacía, campañas publicitarias, no me atrevo a juzgar lo demás, que me avergüenzan. Una ONG tan encomiable como MISIONES SALESIANAS no tiene reparo en trasgredir la Ley de Protección de Datos con tal de ‘vender’. Seguro que la culpa la tiene la agencia de publicidad con la que tienen contratadas sus campañas, pero deberían cambiar de agencia o de estrategia. La responsabilidad es suya. Se supone que el fin no justifica los medios, ¿o eso sí vale para las ONGs? Personalmente creo que no vale para nadie, ni para nada.
También he conocido otras de dudosa credibilidad o que parecen hechas más para beneficio de sus fundadores, o su mayor gloria. O algunas que han tenido que ser intervenidas judicialmente ante la sospecha de utilización inadecuada de decenas de millones de euros de sus fondos por parte de sus fundadores, como INTERVIDA.
‘Sé que usted nos comunicó en su momento que no deseaba recibir estas comunicaciones periódicas, pero le voy a pedir una excepción’… y lo que me plantean es si quiero participar en el sorteo de un coche, un viaje para 2 personas a Italia o que no se realice ningún sorteo… sin comentarios.
Me contaba un amigo que cuando trabajaba para una importante agencia de publicidad y llevaban la cuenta de una ONG muy conocida, sus gestores viajaban en avión en Business Class y tenían sueldos como si trabajaran en cualquier multinacional. Tirar el dinero que la gente generosamente dona.
O no, depende de cómo lo mires.
Porque puede que para administrar empresas con esos presupuestos haga falta recurrir a buenos gestores que tienen que cobrar mucho dinero (no lo van a hacer por solidaridad), pero luego me parece hipócrita criticar los sueldos magros que cobran los políticos por administrar los bienes de todos y les obligamos a que se dediquen a la política de forma altruista. Lo cual suele acabar llevando a la corrupción en muchos casos.
El año pasado, sin ir más lejos, iban a venir varias personas de una ONG española de visita de inspección a mi pueblo. Les ofrecí mi casa, porque yo iba a estar en España, para que no tuvieran que ir al hotel y fuera más barato, pero declinaron la oferta. No es que fuera mucho dinero, pero la ONG podría haberse ahorrado unos 1.500€, que aquí tapan algunos agujeros. Como volví antes de que se fueran las últimas una noche fuimos a cenar a un restaurante y a la hora de pagar fui a hacerlo y una de ellas quiso quitarme la cuenta, diciendo ‘no, no, paga la ONG’ (mejor sin nombres), me la quedé mirando y le dije que no, que pagaba yo, que la ONG tenía muchas cosas en las que emplear el dinero. Estoy seguro que la pobre chica, muy simpática, lo dijo sin malicia alguna, pero no dejan de ser empleados de una ONG como lo podrían ser de otro tipo de multinacional del petróleo o del textil.
Sé de sobra que para poder hacer este trabajo y que la ayuda llegue a la gente es necesaria una estructura organizativa, como son necesarios los funcionarios para que un Estado funcione, recaudar impuestos, etc, para poder tener bienes y servicios, carreteras, enseñanza, sanidad…
En todo caso la estructura que hay aquí, con africanos, ya es una ayuda en sí misma. Puestos de trabajo y familias que tienen para comer a fin de mes. Pero las estructuras en España ya me ‘duelen’ un poco más.
En una ONG en la que trabaja una amiga (es pequeñita la ONG, no mi amiga), en su web, se puede ver que el porcentaje que consume la estructura es muy alto, no sé si todas las ONGs publican esos datos en sus publicidades tan agresivas, supongo que no porque venderían menos.
Yo mismo he renunciado, por ahora, a trabajar con la ONG que había constituido porque era ‘más caro el collar que el perro’, quiero decir que como es mi dinero sólo el que gasto y no recaudo dinero de nadie me resulta mejor no tener que montar una estructura con contabilidad, etc, en los dos países.
Cuando se lo contaba a una amiga de aquí me decía que, por favor, no escribiera sobre esto porque si, finalmente, la gente dejaba de donar dinero a las ONGs, ellos se acabarían quedando también sin trabajo.
Y tiene razón: hay que seguir ayudando. No hay que hacer como tanto cínico que se escuda en los derroches presupuestarios para no pagar sus impuestos. Aunque no quiera dejar de utilizar las carreteras, los colegios subvencionados, los hospitales y, por supuesto, sus pensiones de jubilación.
Así que los pocos blancos que estamos por aquí nos vemos, a veces, algunos (yo creo que a mí no me pasa todavía), como competidores. Incluso de la exclusividad de ser el nassara (blanco en mooré).
Me cuesta conseguir que me devuelvan el saludo si nos cruzamos por la calle. Como si fuéramos duros competidores y nos fuéramos a quitar los clientes. Porque aquí sobran los clientes: todos necesitan nuestra ayuda, siempre será poca. Pero los otros clientes, los que ponen el dinero son cada día más escasos.
Para mí que a estos niños les dará igual gato blanco o gato negro, lo importante es que haya escuelas de informática donde pueda aprender, lo de menos es de quién son si son buenas
Es como si hubiera una ONG que diera clases de informática y pudieran sentirse molestos porque yo vaya a dar clases de informática en la biblioteca que voy a abrir. Se supone que tendría que ser al contrario: cuanto más se pueda hacer por la gente de aquí, mejor.
Debería dar igual quién lo haga, ¿o no?
Cuando se lo contaba a mi querida Concha, cómo nos cruzamos por la calle los blancos sin saludarnos siquiera y mirándonos de reojo y de recelo me decía que nos imaginaba a los blancos como a los perrillos que se cruzan por la calle y se olfatean y olisquean recelosos los bajos y siguen su camino.
Afortunadamente, aun, no nos acabamos enzarzando en peleas de blancos callejeros.
Nos falta raza.
GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS